De marisma insalubre a pulmón verde de la ciudad y estancia de pernocta de miles de pájaros de distintas especies. El parque de Isabel la Católica afronta el invierno con más de 600 ejemplares de aves, a las que hay que sumar los cientos de pájaros que cada jornada pueblan los rincones más silenciosos del espacio gijonés para dormir por las noches. "Todo un espectáculo", señala el cuidador del recinto desde hace décadas, José Luis García, y de manera especial al amanecer, cuando las cerca de 900 garzas y 700 garcillas bueyeras que calcula que pueden pernoctar cada noche en los estanques levantan el vuelo en dirección al mar Cantábrico.

El trabajador también tiene controlados unos 300 ánades reales que hacen noche a diario en el entorno acuático del parque, junto con unos dos centenares de garcetas comunes que han hecho de los dominios del parque uno de sus espacios favoritos para descansar cuando llega el ocaso.

Son los habitantes menos conocidos por el gran público, porque en buena parte están de paso y porque se dejan ver en horas en las que el espacio verde cuenta con menos visitantes, atraídos por la calma y el refugio que ofrecen los árboles al pie del agua. En los últimos tiempos "cada vez son más", especialmente tras el confinamiento que devolvió la calma a los entornos naturales, y confirman así la importancia del parque gijonés para la fauna del entorno. Un lugar especialmente tranquilo desde que desaparecieron los robos de ejemplares que en otro tiempo mermaban su belleza.

Además de las miles de aves que pasan por los estanques para dormir, el parque de Isabel la Católica sigue conservando un plantel de más de 600 ejemplares de especies tan emblemáticas como la pareja de emús y un grupo de 34 pavos reales de los que dos son albinos. Hay más de 70 ejemplares de gallinas de especies como las orpington, la raza indonesia ayam cenami, con ejemplares completamente negros (cresta incluida), las Appenzell de Suiza, fénix, Ariel, barbudas de Amberes, braman o sedosas de Japón. Ellas son las estrellas de las pajareras del parque, en las que además habitan 70 agapornis, 40 gorriones de Java, seis loros barranqueros y del Amazonas, seis faisanes dorados, cinco faisanes Lady, otros cinco faisanes chinqui, ocho de la especie gigi ocho cotorras argentinas, alejandrinas, de Kramer y nanday, unas 40 ninfas, 50 periquitos, un faisán de Nepal, cuatro faisanes plateados, cuatro ejemplares de "rosella al sol", otros dos de "rosella carmesí" y dos multicolor, amén de tres ocas.

Los estanques son el territorio de cinco cisnes blancos y siete negros -el año pasado fueron sustraídas tres parejas reproductoras y sus polluelos, dificultando mucho la procreación de la especie- además de una pequeña jungla de cisnes cuellilargos, patos colorados, tarros canelos, un ganso de Hawai, barnaclas cariblancas, cuellirrojas y canadienses, cereopsis, suirirís bicolor, gansos del Nilo, ánsares indios, tarros blancos, ánades rabudos, gallinetas, fochas, porrones comunes, ocas chinas cauqués de cabeza gris, patos criollos y mandarines y patos carolina.

Todo un arca de Noé bien conocido por los gijoneses que han hecho del parque un espacio de paseo ineludible, y cuya gestión sale de nuevo a concurso estos días por dos años y con un precio de 135.000 euros.

La intención del Ayuntamiento, que acaba de sacar a licitación el puesto para el servicio veterinario, limpieza y cuidado de los animales, es la de introducir nuevas especies en el futuro que sigan dando vida a un espacio en el que cada día se amanece entre trinos y se hace de noche con aleteos. Un espectáculo privilegiado, y sin embargo al alcance de todos.