Con las mismas manos que usa ahora para servir chatos de vino y escanciar culinos en el bar Baizán, Joaquín López, el propietario de un bar clásico de Pumarín llegó a construir barcos. Antes de apostarse tras una barra, se partió el lomo en Astilleros Juliana, la fábrica naval del Natahoyo que cerró sus puertas en 2010 no sin las protestas de sus trabajadores. En esas manifestaciones, de las que ya pasaron una década, estuvo Joaquín López. Este miércoles, 28 de octubre, estará en otra protesta. La que su sector, el de la hostelería, ha convocado para luchar contra su ruina. Sale de la iglesia de Fátima, en La Calzada, y llegará hasta la plaza Mayor. "No somos los culpables del virus, pero la gente tiene miedo. A las ocho de la tarde, el bar está desierto", lamenta.