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Un negocio amasado con harina y amor

El belga Pieter Verdonckt y la madrileña Paloma Martín triunfan con su obrador artesanal, abierto en plena pandemia

Pieter Verdonckt, en su obrador, en el barrio de La Arena. | Juan Plaza

De Bélgica a Cantabria, Madrid y finalmente Gijón, donde están triunfando con su negocio de panadería artesana y ecológica. Y en medio de una pandemia, con la ayuda de Impulsa, demostrando que con tesón y las cosas claras, las oportunidades siguen estando ahí.

Pieter Verdonckt y Paloma Martín en su obrador de La Arena Juan Plaza

La historia del belga Pieter Verdonckt y la madrileña Paloma Martín es la de una pareja joven que se conoció hace 16 años cuando ambos estaban de Erasmus en Holanda: ingeniero medioambiental él e ingeniera forestal ella, desde el principio tuvieron en mente poder lanzar su propio negocio basado en la elaboración de productos ecológicos, y tras una etapa de once años en Bélgica, donde nacieron sus dos hijos, Leire y Unai, regresaron a España para conocer sobre el terreno cómo dar forma a su sueño. La idea era establecerse en Navarra, pero acabaron en los valles Pasiegos de Cantabria, donde trabajaron durante cinco meses en una huerta ecológica.

Fue allí donde “conocimos las becas Erasmus para emprendedores que daban la posibilidad a Pieter de trabajar en un obrador de masa madre. Luego estuvimos viviendo un curso escolar en Madrid, y desde allí ya fuimos mirando dónde ubicar el obrador, porque ya teníamos claro que lo queríamos montar en una ciudad pequeña y cerca de la naturaleza”, explica Paloma Martín. Pieter trabajó tres meses en Lavapiés en un obrador que “sólo hacían pan, que es lo que queríamos nosotros, con harinas ecológicas y certificadas”, explica Verdonckt, quien reconoce que su formación en este campo ha sido esencialmente autodidacta. “Ya llevaba haciendo pan en casa desde hacía cuatro años y leí muchos libros sobre el tema, pero de hacer panes en casa a hacer 200 kilos al día es un poco diferente; organizarlo y ver qué material necesito lo aprendí en Madrid, donde el obrador abría siete días a la semana”, relata.

Paloma Martín atiende a una clienta Juan Plaza

Con la experiencia ya adquirida, se pusieron a buscar un local donde iniciar su propio negocio “porque ya teníamos claro que lo queríamos montar en una ciudad pequeña y cerca de la naturaleza”. Al final el local salió en Gijón y en el barrio de La Arena, con el añadido de que “mi hermano vive aquí también y ya lo conocíamos, sabíamos que era una ciudad muy abierta, con negocios alternativos y con una calidad de vida buena”, asevera Paloma Martín.

“Nuestra clientela quizás viene porque usamos masa madre, harina de calidad molida a la piedra... Para nosotros es muy importante porque es parte de nuestra filosofía” señala la pareja, que además compra materia prima a los productores de cercanía y ecológicos.

El proceso para instalarse y financiar el proyecto no fue fácil. “Viniendo de fuera acceder a la financiación es complicado, las garantías de Bélgica no les valían a los bancos de aquí, pero conocimos a Impulsa y ellos nos orientaron con el proyecto Gijón Financia del Ayuntamiento, con un acuerdo con Asturgar y varios bancos para microcréditos con buenas condiciones”, resumen. El resultado es una tienda “sencilla, con muebles hechos con castaño asturiano de los carpinteros de aquí, porque queremos cuidar todos los detalles”. Hasta el nombre del negocio, “Sisón”, hace referencia a un ave que vive en los campos de trigo y que de paso hace un guiño a Gijón. Y de momento las cosas les van muy bien, pese a haber abierto el 25 de abril pasado, en medio del confinamiento. Tanto, que ya están pensando en contratar personal.

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