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Las librerías café se quedan a medias

Los dueños de los establecimientos literarios híbridos están obligados a cerrar sus barras por las medidas del Principado: “Nos falta algo”

Mónica Iglesias, en La Habitación Propia. | Ángel González

Como una película sin banda sonora, las librerías café de la ciudad se han quedado cojas. El cierre impuesto por el Principado para frenar los contagios de coronavirus permite a los dueños de estos populares negocios seguir abiertos para vender libros. A cambio, deben cerrar el corazón de sus locales: las barras. Y no pueden organizar certámenes culturales. “Nos falta algo muy importante”, lamentan los dueños de estos establecimientos, en los que la socialización es la base sobre la que asientan su éxito.

Oriol Díez, en La Revoltosa. | Ángel González

Oriol Díez regenta, junto a Verónica Piñera, la librería café La Revoltosa, en la calle Juan Alonso, desde octubre de 2013. Solo cierra dos días jornadas al año. Una en la manifestación antitaurina de la Feria de Begoña y otra durante el Festival Aéreo. Es un espacio para editoriales independientes y artistas jóvenes asturianos. Raro es el día que no organiza una charla o un recital, pero ahora, aunque sigue abierta, está desierta. Sobre su barra y sus mesas se apilan libros. Ni rastro de las cervezas artesanas que sus clientes suelen degustar. “Celebramos que podamos abrir como librería, pero fue un palo cerrar la parte de hostelería. Es duro para el pequeño comercio. En la calle se respira un ambiente desolador”, explica el librero, de cuya barra dependen otras dos trabajadoras, ahora mismo en ERTE.

Mónica Iglesias está al frente desde octubre de 2018 de uno de los negocios más particulares de Gijón, la librería café La Habitación Propia, en la calle Celestino Junquera. Es famosa en la ciudad porque solo vende libros firmados por autoras. Como Díez, mantiene abierto su local para venta de libros, pero nada de tomar en sus confortables asientos sus chocolates líquidos ni de disfrutar de los habituales recitales de artistas jóvenes de la región. “Siendo un negocio especializado, la venta de libros se mantiene, pero no es lo mismo”, apunta.

Tono Permuy, en Toma 3. | Ángel González

Quienes han decidido bajar la persiana mientras dure el cierre son Jaime Valdés y Tono Permuy, los dueños de la librería café Toma 3, en la calle Marqués de Casa Valdés. Este negocio funcionó desde el 2000 hasta el 2012 en la calle San Agustín como videoclub y tienda de artículos de cine. En septiembre de 2012, se convirtió en una de las primeras librerías café de la ciudad. Y hoy está cerrada hasta que la situación sanitaria mejore. “No nos compensa estar ocho trabajando para vender tres o cuatro libros. No podremos aguantar cerrados más de tres semanas sin tirar de crédito, porque los gastos siguen. Es una situación bastante complicada”, lamenta Permuy sobre su sector, el de las librerías café, que, sin la barra y sitio para socializar, se ha quedado a medias.

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