Pilar Adón (Madrid, 1971) está en posesión de premios como el “Ojo Crítico” de narrativa. Además de traductora, es autora de libros de relatos como “La vida sumergida” y de novelas como “Las efímeras”. Pero ayer participó en los encuentros “Poex”, organizados vía telemática desde Gijón, en calidad de poeta. Tiene poemario reciente, “Da dolor” (La Bella Varsovia). Mantuvo también conversación telefónica con este diario.

–¿Qué lugar tiene la poesía en su variada obra literaria?

–Considero, sí, que ocupa un lugar importante. Los jóvenes suelen empezar con la poesía. En mi caso no fue así, empecé escribiendo cuentos. Y, luego, novelas. La poesía llegó, por una cuestión de respeto, después. La escribo en momentos determinados. Tengo la sensación de que, mejor o peor, puedo ponerme con la prosa cuando quiera. Eso no ocurre con la poesía.

–¿La composición de poemas requiere un estado personal distinto al de otros géneros?

–En mi caso, sí. Puede sonar grandilocuente, pero es como un estado especial del alma. Una de las cosas que creo necesarias es que los poemarios tengan un mismo tempo, voz, sensibilidad. Surge, pero también puedo tirarme un montón de tiempo sin escribir un solo poema. Hay algo de arrebato. “Da dolor” es resultado de un momento muy especial, a finales del año pasado.

–Luis Antonio de Villena comentaba ayer que los poetas suelen llevarse peor que los novelistas. Usted que es ambas cosas, ¿está de acuerdo?

–En mi caso, no, aunque no me prodigo mucho en el mundo poético y, en general, poco. Soy la mitad de (la editorial) Impedimenta, así que tengo mucho trabajo. Me gusta estar en mi casa. Ahora bien, las relaciones que tengo con otros poetas son escasas, pero buenas: Juan Marqués, Carlos Pardo, Elena Medel, Érika Martínez, Berta García Faet, Jordi Doce... Los admiro.

–El comentario de Villena venía al hilo de aquellas batallas poéticas de los años ochenta y noventa...

–En los ochenta, yo era una niña. Las relaciones han cambiado. Incluso entre los autores de lo que se ha llamado “nueva poesía” no hay grandes luchas; al menos, no lo vivo así. Cada poeta es una isla y ahora mismo tampoco hay una estética uniforme. Resulta muy difícil hablar de generaciones. Hay quizás una característica: hay más mujeres que publican. Hay interés por parte de editores y lectores en que se publique poesía de mujeres: nuestra experiencia, cómo vemos la poesía. El Nobel de este año ha sido Louise Glück y el “Princesa de Asturias” Anne Carson. Llevan años, pero de repente hay un interés por descubrir voces de mujeres.

–Cierto. Es un fenómeno constatable: cada vez hay más mujeres publicando poesía.

–El caso de Louise Glück ha sido paradigmático.

–Vendía en España poco más de doscientos ejemplares.

–Sí, sí. Estaba ya en Pre-Textos y muy bien traducida. Digo lo de paradigmático en ese sentido: una autora que ya estaba ahí, vendía poquito y ahora todo el mundo habla de ella. Hay cierto interés y me parece reseñable. ¿Por qué? ¿Leemos más las mujeres? A saber, aunque es destacable.

–Es, sin duda, uno de los aspectos subrayables de la nueva poesía española.

–Hay un interés por parte de editores, lectores, prensa... No es porque yo sea mujer, pero me parece enriquecedor. Se tenía lo masculino por universal y, de repente, nos damos cuenta de que no era tan universal porque a nosotras no nos decía nada. Es algo que debemos celebrar; he celebrado muchísimo el Nobel a Louise Glück.

–En España se suele respetar a los poetas, aunque apenas se los lee. ¿Está de acuerdo?

–Aquí, en general, se hace poco caso a la esfera cultural. Se les da alguna columna en prensa a ciertos narradores, pero ahora vemos de manera dolorosa que el interés por la cultura no es muy alto. Y los poetas son aún menos visibles por el sambenito de que la poesía es difícil, complicada. Todo eso es empobrecedor y poco inteligente. La cultura y la educación nos enriquecen como seres humanos y pueden acercarnos hacia la felicidad.

–¿Por qué se lee poca poesía en España? ¿Se enseña mal en la escuela y en los institutos?

–Es una pregunta interesante. Cuando yo iba al colegio la poesía que se enseñaba estaba alejada de nuestra realidad, aunque yo la descubrí gracias a Góngora. Era una niña muy estudiosa, lectora. Puede ser que ahí esté el origen, aunque no lo sé, insisto. Tropezamos con una cierta sensación de que la poesía es elitista, asunto de iluminados, y eso es un lastre. La poesía es ahora mismo casi un placer de extremos: elitista o tan facilona que se la desvirtúa.

–Háblenos de “Da dolor”.

–En mi caso, la poesía obedece a momentos de gran entrega; también “Da dolor”. Supone una evolución desde “Las órdenes”, con un lenguaje muy sobrio. En este último libro, el lenguaje es incluso muchísimo más desnudo y hay mayor intensidad. Me resulta difícil hablar de este libro, que nació de un estado de ánimo complicado.