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58 FICX

La encomiable fuerza del Festival de Cine

Por la izquierda, Fran Gayo, Alejandra Barbé y Alejandro Díaz Castaño

El Festival Internacional de Cine (FICX) es uno de los mayores escaparates de Gijón al mundo. Por este certamen han pasado centenares de creadores de diferentes géneros y miles de espectadores deseosos de alternativas a los circuitos convencionales. Con una oferta variada, original e incluso transgresora, ha conseguido convertirse en uno de los mayores referentes culturales de Asturias y en el espejo o el trampolín para muchos jóvenes creadores del séptimo arte. Su potencial artístico y los beneficios económicos directos e indirectos que desde siempre ha generado para la ciudad y para el resto de la región están fuera de toda duda. También está probada su capacidad para reinventarse y adaptarse a las circunstancias de una sociedad con preferencias mutantes. Aunque nunca antes había tenido que realizar un ejercicio de transformación tan profundo y vertiginoso como el de este año. La pandemia de coronavirus ha obligado a sus organizadores a improvisar una 58.ª edición en formato online, sin proyecciones en salas, ni galas, ni conferencias con público. La mera supervivencia ha sido ya un éxito y motivo de alegría para los aficionados.

Nada será igual este noviembre en el Festival de Cine. El público podrá visualizar los 80 títulos que componen la programación solo de forma telemática (el precio por la oferta completa es de 30 euros). Cada una de las películas estará disponible dos o tres días en una plataforma creada para la ocasión, la única opción posible para evitar contagios. Vacías permanecerán esta vez las butacas de la Laboral y de los Yelmo de La Calzada, donde en anteriores ocasiones se podía disfrutar de las proyecciones. Tampoco el teatro Jovellanos abrirá sus puertas para acoger los eventos de inauguración y clausura. Lejos quedarán con toda probabilidad los 130.000 euros de ingresos que arrojaron las taquillas en 2019. Y habrá que ver si se logran reeditar los 55.000 espectadores. Pero sí estará presente la llama original del certamen, que prioriza la calidad por encima de grandes inversiones en la producción.

Las novedades no se quedan, ni mucho menos, en la forma, sino que también afectan al fondo. Por un lado, se ha llevado a cabo una decidida apuesta por los cineastas iberoamericanos y por los jóvenes. Además, se ha dividido en tres categorías la sección oficial, compuesta por 30 títulos, en función de variables como la trayectoria y la procedencia de los creadores. Y, por último, es muy destacable el regreso a la organización de Fran Gayo como programador principal, que ha trabajado codo con codo con el director, Alejandro Díaz Castaño, para confeccionar una oferta que, según cuentan, ha logrado permanecer fiel a las previsiones iniciales. Estos componentes, unidos y por separado, conceden al FICX una mayor dosis de interés.

La habilidad que ha tenido el certamen para seguir adelante en esta complicada coyuntura no solo evidencia su buen estado de salud, sino que debe ser un estímulo para sus impulsores, un alivio para los espectadores y un mandato para las administraciones, que deben seguir apoyando sin fisuras al gran evento cultural del otoño asturiano. A Gijón le va mucho en ello.

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