El templo de Laviada se quedó ayer muy pequeño para celebrar el 50.º aniversario de la parroquia de la Resurrección. Los feligreses ya estaban avisados de que, por seguridad, el aforo de la iglesia apenas podría superar el centenar de asistentes, pero muchos no pudieron resistir la necesidad de celebrar una fecha tan icónica con el párroco fundador de la congregación, Silverio Rodríguez Zapico, el único sacerdote de la parroquia. La misa, aunque sencilla, incluyó la presentación de la nueva cerámica conmemorativa que se colocará en los próximos días en el jardín del templo y un discurso de homenaje dedicado a Zapico por parte de sus parroquianos. “Es un privilegio tener a un cura tan vocacional; solo nos cabe darle las gracias”, expresaron a un agradecido párroco que, aunque calificó el homenaje de “exagerado”, aguantó el tipo durante el eterno aplauso en su honor llevándose emocionado la mano al pecho.

Cuando Zapico oficia una misa nadie se atreve a bostezar. El sacerdote, experto en liturgias, prepara unos sermones similares a los de un mitin político. Gesticula, alza la voz, va girando la cabeza para mirar a todos los feligreses y les cede todo el protagonismo posible con huecos para lecturas bíblicas, discursos y poemas. Los parroquianos de Laviada, como respuesta, no rebajan la voz cuando toca cantar algún rezo o entonar bien claro la oración de turno. “Es que Silverio lo que hizo aquí fue crear una comunidad, somos una familia de familias. Yo hasta que no llegó él no sabía que una parroquia podía funcionar así”, explicó a la salida Maite González, que dice haber recuperado la fe a los pocos años de nacer la Resurrección en el barrio. Fue durante uno de los famosos catecumenados del párroco, una de sus apuestas más firmes en este medio siglo en Laviada.

Los feligreses, aplaudiendo a Zapico. | D. Mon

Estos encuentros, que son una especie de “reconfirmación” de los feligreses, supusieron un antes y un después para la vecina. “Lo hice a finales de los 70 y, hasta entonces, en la religión yo estaba un poco en pañales. Después de ese acto me acerqué mucho más a la fe, me uní a Cáritas , y pude encontrarle el sentido a todo”, agradece. También Teresa Iglesias, otra vecina del barrio, participó en un catecumenado a inicios de los 2000. “Es lo que a muchos nos hizo dar un paso al frente, hasta entonces veníamos a misa más por inercia”, explica.

La cerámica que conmemora el aniversario. | D. Mon

Recordó el párroco en su oficio que su previsión para estos 50 años era poder celebrarlo con algo más ambicioso, pero que al menos se alegra de haber festejado el 40.º aniversario de la parroquia hace una década. El siguiente reto, adelantó, es que la parroquia siga “igual de viva” en las bodas de diamante en Laviada dentro de otros diez años. Para garantizarse esa futura fiesta, delegó en uno de los más pequeños de la iglesia la lectura de una de las oraciones que ensayan en catequesis.

Después de pedirle a los hermanos que se diesen la paz guardando las distancias, el párroco hizo varios intentos para despedir a sus feligreses, pero fue interrumpido, primero, por el secretario Benigno Uría –que leyó en nombre de todos el emotivo discurso del gran aplauso– y, después, por los niños, que se acercaron a darle varias bolsas con regalos. A Zapico le entregaron también una placa de homenaje y hasta un poema. “Todo esto es muy exagerado, pero lo permito por ser hoy”, agradeció el sacerdote, que lleva meses enfermo. Pidió al barrio una oración en casa por su salud.