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Luces “de esperanza” para cegar al virus

Miles de gijoneses se lanzan a la calle para contemplar la nueva iluminación y realizar las primeras compras

Paseantes en la plazuela de San Miguel tras el encendido de luces. Juan Plaza

Con el fogonazo de 3,5 millones de bombillas, Gijón dio el salto a la Navidad después de la pesadilla. Las luz viaja mucho más rápido que el sonido, pero ayer, con el encendido navideño, la exclamación más escuchada pasado un segundo de las seis de la tarde fue un larguísimo y emocionado “ooooh”. Se oyó en la plaza Mayor, en los Jardines del Náutico, en el paseo del Muro y en las 170 calles, repletas de gente, que este año lucen adornos festivos, más que nunca. La exclamación la pronunciaron los miles de gijoneses, jóvenes y no tan jóvenes, que ayer se echaron al asfalto para disfrutar de su ciudad engalanada de motivos navideños. “Las luces nos dan esperanza”, apuntaron.

Miriam Santilso tiene diez años y desde las cuatro y media de la tarde de ayer llevaba pensando en ir a la plaza Mayor para vivir en primera persona el encendido de las luces de Navidad. “Ya tengo en casa las revistas para pedir los regalos”, comentaba sin parar quieta. Su madre, Loli Menéndez, la contemplaba animada. “A ver si acaba ya este año”, comenta justo un momento antes de que la fachada del Ayuntamiento se prendiera de amarillo.

La luz de Navidad ya alumbra Gijón

La luz de Navidad ya alumbra Gijón Pablo Palomo

El gran árbol del Náutico es un clásico que este año de mascarillas, geles y distancias ha mudado sus colores y luce una mayor altura. Los más pequeños disfrutan corriendo bajo su copa, pero tuvieron que conformarse con correr a su alrededor porque unas cintas impiden, por seguridad sanitaria, entrar dentro de la instalación. Los pequeños Yago y Álex Patiño lo contemplaban agarrados a esas cintas de plástico. Sus padres, Gabriel y Karen Cuevas, les prevenían para no traspasarla. El primero es hostelero y la segunda está en paro. Ayer, sonreían. “Estamos pasando momentos duros, pero no se puede apagar la vida. Al menos, nos distraemos un poco”, comentan. A escasos metros, en el Muro, también fueron muy aplaudidos los árboles “nevados”, que con luz generan aún mayor expectación.

La plaza del Instituto, por su parte, es otro de los focos navideños. Con regalos gigantes y luces por doquier es una fantasía para los amantes de los selfies. Leopoldo Vecillas, de 72 años, no se quedó atrás. Entre móviles de alta gama y stories de Instagram, él sacó su teléfono de hace diez años para retratar el escenario, con Dorita Fuertes, su mujer, cogida de su brazo. La pareja no tiene nietos y es población de riesgo. Aún así, no se resistieron ayer a salir de disfrutar de las luces. Lo hicieron con sumo cuidado. “Hay demasiada gente, nos da respeto”, apuntaron. Y es que ayer, las calles de Gijón, repletas de gente y con algún que otro atasco de tráfico, recordaron a tiempos mejores, a cómo era la vida antes de la dichosa pandemia.

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Gijón enciendes sus luces de Navidad Juan Plaza

Las plazuela de San Miguel también lució sus mejores galas. El Papá Noel gigante es su principal reclamo. Con la camiseta de Boca, Elías Levinton, de cuatro años, y su hermana, Paika disfrutaban de la jornada del encendido junto a su madre, la argentina Itzel Buzerque. Para ellos, como buenos aficionados xeneize, el luto por la muerte de Maradona aún perdura. “Aún estamos tristes. Las luces animan, pero son cosas diferentes”, asegura la madre, fan del Pelusa.

Para Martín Sobrino, un niño de veinte meses, la Navidad es la cosa más novedosa del mundo. Quizás la de este año sea la primera de la que guarde recuerdos. Al cuello de Francisco Miguelez, la pareja de su madre, Rocío Cuervo, trataba de capturar en la palma de sus diminutas manos las luces de los árboles de la plazuela. “Está encantado”, comenta su madre, maestra en paro. Tampoco tiene trabajo su pareja, que es encofrador. “Son tiempos tristes, pero las luces nos alegran. Está claro que este año la Navidad va a ser diferente”, añadieron. Lo que no cambia es la ilusión de los niños y de los no tan niños, que ayer, en Gijón, dieron el salto a las fiestas navideñas tras la pesadilla del coronavirus. Una pesadilla que continúa, pero que al menos millones de luces ayudan a clarear el futuro.

“Todo saldrá bien”

“Todo saldrá bien”, fue el lema acuñado durante los meses del confinamiento. Y justo ese eslogan resplandecía ayer en el Campo Valdés, al pie de la iglesia de San Pedro. En la fachada del Jovellanos se leía “Por un año lleno de cultura” mientras que en el puente del Piles donde se desea una “Feliz Navidad”. Lemas positivos para iniciar las fiestas.

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