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El muro invisible de Quintes y Quintueles por el cierre perimetral de Gijón

Los vecinos de las parroquias maliayesas lamentan la situación: “Hacíamos toda la vida en la ciudad”

Por la izquierda, Lucía Tuero, María Teresa Tuero, Jonathan Meana y Marisa Ordieres, en un cruce entre Gijón y Villaviciosa. Juan Plaza

En pocos lugares se deja notar tanto el cierre perimetral de Gijón decretado por el Principado como en las parroquias maliayesas de Quintes y Quintueles. Sus residentes, muchos de ellos naturales de la mayor ciudad asturiana, han visto cómo su vida ha cambiado por completo en las últimas semanas. Hacer la compra en el casco urbano, visitar a familiares o disfrutar de momentos de ocio en el paseo del Muro o la calle Corrida se ha convertido en una misión imposible para los habitantes de estas localidades.

Así lo explica Jonathan Meana, que tras vivir en Gijón desde niño, se mudó hace años a Quintes, donde está empadronado. “El cierre perimetral nos ha cambiado mucho nuestro día a día”, asevera. Sobre todo, porque “hacíamos muchísima más vida en Gijón que en Villaviciosa, y ahora ya no podemos”. Él trabaja en la ciudad y su hija acude al colegio en la parroquia gijonesa de Cabueñes. Para eso tiene permiso, pero no para todo lo demás. “En esta zona periurbana entre municipios los servicios son bastante malos y no están garantizados”, explica Meana. Por eso, “vamos a casi todo a Gijón”. “Además, no tenemos un transporte público que nos lleve a Villaviciosa capital”, remata.

Marisa Ordieres y Jonathan Meana, delante de la iglesia de San Sebastián y San Fabián, en Quintes. J. P.

También en Quintes llevan 14 años viviendo Alfredo Álvarez y Marisa Ordieres, desde que él se jubilase. Antes, residían en Gijón, donde siguen empadronados “para no cambiar el médico” y donde mantienen un piso. “Antes bajábamos casi todos los días a Gijón y ahora no vamos por miedo a que no nos dejen volver a Quintes”, se lamenta Álvarez. Aprovechaban los viajes para comprar comida en las grandes superficies gijonesas y para “pasar por el piso y ver que todo estaba bien o recoger el correo”. Una rutina que ahora ven rota por completo, ya que tienen que ir a comprar a Villaviciosa. “Echamos de menos dar un paseín por el Muro o mirar escaparates por el centro”, apunta Ordieres. Una situación que también les obliga a agudizar el ingenio. “Nunca habíamos comprado nada por internet y ahora no nos queda otra”, explica la mujer. “En unos días es el cumpleaños de una nieta y tenemos que pedirle el regalo por vía digital”, dice.

No ver a los familiares más cercanos es una de las cuestiones que más afecta a María Teresa Tuero, empadronada en Quintueles, donde ha vivido la mayor parte de su vida. Su suegra reside en Gijón: “Llevamos un mes sin verla”. Tuero también hace hincapié en que “tenemos a todos los amigos en la ciudad”. Ahora ya solo acude al municipio vecino para llevar a su hijo a clase. “Ya nos ha parado la Policía varias veces”, remarca.

“Es un incordio”, remacha Tamara Meana, que vive en Quintueles, pero trabaja en Gijón. “Puedo bajar en horario laboral, pero no puedo ir a comprar, por ejemplo. Tengo que volver a casa e ir a Villaviciosa, es una gran pérdida de tiempo”, enfatiza. “Antes lo hacíamos todo en Gijón: las compras, el ocio... todo”, remarca. “Normalmente a la Villa no voy para nada, solo para llevar a la niña al médico y poco más”, asevera. Como ella, están decenas de vecinos “gijoneses” que se han quedado al otro lado del perímetro.

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