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El Gijón que plantó cara al covid

El coronavirus obligó a reforzar la política social y la limpieza en las calles al tiempo que se daban ayudas para guarderías y se ponían acomodadores en la playa

Una vecina pasa al lado de un local cerrado. Ángel González

A las diez de la mañana del próximo miércoles, la alcaldesa de Gijón, la socialista Ana González, abrirá con su intervención el debate sobre el estado del municipio. Un debate lleno de singularidades. Es el primero para los integrantes de los siete grupos municipales de la actual Corporación que salió de las urnas en mayo de 2019 y que supuso el retorno de la izquierda al gobierno de Gijón. Es el primero que se ejecuta en base al nuevo reglamento de Pleno recientemente aprobado lo que supone que su desarrollo tendrá lugar en dos días y permitirá a los grupos presentar propuestas de resolución. Y es el primero donde los portavoces municipales no se hablarán a la cara sino a la cámara de sus ordenadores por las exigencias de seguridad que ha impuesto el covid-19 en la vida municipal gijonesa.

Ese covid-19 que es el eje de todo lo que ha pasado en Gijón, como en el resto del mundo, desde que arrancara 2020. Todo lo anunciado en los programas electorales, lo pactado entre PSOE e IU en su acuerdo de gobierno y lo fijado en el presupuesto para este año que salió adelante gracias a la abstención de Podemos-Equo, saltó por los aires en marzo cuando una pandemia obligó a que generaciones de gijoneses aprendieran el significado de estado de alarma, confinamiento o toque de queda y la vida diera un inesperado giro donde la mascarilla se ha convertido en inevitable complemento de vestir y la paralización de la actividad económica dejaba calles vacías con tiendas y bares cerrados. Algo que pasó de puntual a prologarse hasta pensar en estas navidades de aforo reducido y con luces iluminando calles donde los hosteleros no están tras la barra sino protestando fuera de su local.

Ana González, alcaldesa de Gijón, durante una presentación en el Ayuntamiento. Juan Plaza

Al Ayuntamiento, y sobre todo al gobierno, le tocó en un primer momento cerrar parques, centros municipales, oficinas administrativas, bibliotecas, equipamientos deportivos... Abrir las puertas de los autobuses de Emtusa para que se viajara gratis, reforzar los servicios de Emulsa para higienizar al máximo las calles y reconvertir a la mayor parte de su personal en teletrabajadores para evitar que se paralizará la gestión municipal y, con ello, gran parte de la vida de Gijón.

Eso resultó ser solo el principio. La crisis sanitaria trajo consigo unas crisis social y económica que pueden dejar en anécdota la del 2008. A atajar sus consecuencias se dedicaron esfuerzos y recursos municipales en el marco de sus competencias. Tocó cambiar lo programado y hacerlo sobre la marcha. Uno de los primeros ejemplos estuvo en la concertación social. Las negociaciones con Comisiones Obreras, UGT y Fade para diseñar un nuevo acuerdo al uso para el mandato que empezaba se frenaron en seco y se dio vida a un pacto extraordinario para 2020 2021 que compromete 53 millones para activar la economía local.

De ese pacto cuelgan, por ejemplo, un plan de empleo municipal extraordinario de 100 plazas y una convocatoria de ayudas a pymes y autónomos por cinco millones con lo que se buscaba reabrir negocios y recuperar trabajadores en ERTE. Eso sí, pensando en el primer cierre y la primera ola del coronavirus. Ahora toca repensar en cómo hacer frente a la virulenta segunda ola actual y la posibilidad de nuevos picos sanitarios que impongan nuevas limitaciones a la economía. El Ayuntamiento también buscó otras fórmulas de ayuda a los sectores más castigados eliminando el cobro de tasas de agua, alcantarillado, basuras o terrazas, ampliando la posibilidad de que las terrazas hosteleras crecieran sobre la calle o facilitando ayudas desde Gijón Impulsa.

La otra línea central de trabajo municipal por la pandemia fue apoyar a las familias, y sobre todo a las más vulnerables, desde una reinventada política social que empezó por prorrogar las ayudas de emergencia o dar 120 euros a quienes tenían beca comedor para colegios cerrados para pasar a una modificación presupuestaria de 3,2 millones en la Fundación de Servicios Sociales como vía para reforzar todas sus líneas de actuación. A mediados de noviembre se habían dado 2.135 ayudas de emergencia o integración. Sin olvidarse de las ayudas al consumo energético, y una partidas extra de dinero para las entidades sociales que luchaban contra los efectos de la pandemia a pie de calle. Desde el área municipal de Educación, además, se buscaron recursos para facilitar conexión a internet a 1.160 alumnos y se planearon ayudas para que los más pequeños pudieran ir a guardería ya que los centros de 0 a 3 estaban cerrados. Por ejemplo.

Un voluntario de Protección Civil en un autobús municipal.

Todo esto le ha costado dinero al Ayuntamiento, sus organismos autónomos y sus empresas. Mucho dinero. Solo en lo que tiene que ver con las arcas del Ayuntamiento se computan cerca de 11 millones en modificaciones presupuestarias para hacer frente a las incidencias del covid-19. Si la suma se extiende a todo el Grupo Ayuntamiento la cifra sube hasta los 15 millones pensando solo en lo gastado. Porque tampoco es baladí la pérdida de ingresos para las arcas municipales. No sólo por las tasas que se dejaron de cobrar. O por la decisión de no aplicar el “IBI para ricos”, que podía reportar más de 1,5 millones. También, por ejemplo, por esos 3,4 millones extra que hubo que dar a Emtusa para cubrir el bajón de ingresos por la caída en picado del número de ingresos.

El coronavirus pareció dar un respiro a Gijón, y al resto de Asturias, en verano. Aún así para la historia quedan imágenes nunca vistas como una noche de Begoña sin fuegos artificiales, una “Semana negra” sin noria o una playa de San Lorenzo con acomodadores para que ir ubicando a los bañistas a pie de Cantábrico. Estampas que nadie querría volver a ver en el verano de 2021. Aunque eso sería tema para otro debate sobre el estado del municipio.

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