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Pablo Huerga | Filósofo, acaba de publicar “Welcome to the machine”

“El rock es mitología de la máquina, con sus dioses”

“¿Hay una filosofía de esa música? Revisar ese tinglado ha sido muy grato porque es la banda sonora de mi generación”

El filósofo Pablo Huerga. | Fernando Rodríguez

El profesor Pablo Huerga Melcón (Benavides de Órbigo, 1966) es uno de los discípulos más destacados de Gustavo Bueno. Y tanto por la originalidad de sus enfoques, desde un materialismo filosófico que engrana con cierta tradición de la izquierda marxista, como por sus campos de interés: la fotografía, el arte, el cine... Acaba de publicar Welcome to the machine. Máquina y ruido (Rema y Vive), que subtitula con precisión: “Ensayo para una poética materialista del rock”.

–Usted afirma, a partir de Bueno y su teoría de las ceremonias, que el rock es más que un estilo y lo define como un “entramado civilizatorio”.

–La vinculación de la música con el baile, con la danza, con el trabajo y el juego, es un caso particular de la dialéctica entre el mito y el ritual. Se podría decir que el rock es la mitología de la máquina; y los rockeros los nuevos dioses de ese Olimpo mitológico maquinista. Creo que el rock es la expresión del despliegue de la era de la máquina. Se encarama sobre el bramido del maquinismo que nace con la revolución industrial y lo transforma en música configurando nuevos instrumentos, los rockeros son también ingenieros de sonido, exploradores del mundo de los sonidos nacidos del desarrollo industrial. El rock cierra el ciclo de la máquina con la disolución de los músicos en el algoritmo, el mismo destino que subsumió a los grandes ajedrecistas en Deeper Blue. Lo anunciaba Alan Parsons Project en I Robot, y lo hicieron realidad los Kraftwerk con The Man Machine. Después, la música tiene que reinventarse saliendo de esa dimensión hacia la palabra, lugar donde todavía el algoritmo permanece mudo. El rock sigue, sin duda, pero su ciclo civilizatorio ya se cerró, creo. Y lo hemos vivido.

–Sostiene que el momento clave del rock es el de la sistematización de la rutina en los modelos productivos…

–La máquina, en la revolución industrial, se construye a partir del análisis de los procesos productivos para su automatización. El trabajo, como cualquier ceremonia, genera ritmo, y la automatización despliega ese ritmo del trabajo de un modo más minucioso y sistemático, el movimiento del vaivén, fruto de la necesidad de retraer el brazo se sustituye por el mecanicismo circular, imparable. El nuevo ritmo trepidante de las máquinas otorga el contexto que determina la música rock. Según Chuck Berry, Johnny B. Goode va a imaginar canciones al lado de la vía del tren, sobre el estruendo de la locomotora lanzada a toda velocidad.

–Y lo que es más importante, que el rock es la realización de la noción de máquina expuesta por Marx.

–Marx define la máquina como un compuesto de motor, mecanismo de transmisión y máquina herramienta, que es la que fabrica de modo automático el producto rutinizado y uniforme. Cada máquina, cada “hardware” genera un ruido ordenado en la realización de la mercancía concreta y repetida. Lo sorprendente es que los grupos de rock fabrican canciones con esa disposición de elementos, tal y como decían AC/DC en la heideggeriana canción Let There Be Rock: batería, que sería el motor, bajos y guitarra rítmica, mecanismo de transmisión, para sostener en riffs, y melodías, las distintas expresiones de la máquina herramienta, los productos particulares de cada máquina.

–Parte de que una idea relevante para entender el rock es la de ruido y del cambio conceptual que introdujo la vanguardia futurista.

–La acusación de que el rock es ruido es una constante, algún sentido tendrá. Lo que propongo, siguiendo L´arte dei Rumori de Russolo, es que son las máquinas las que inundan el mundo de ruido ensordecedor y sobre todo rítmico, precipitado, imparable. Las máquinas no paran, los obreros se suceden en turnos para alimentar al monstruo. En la canción Welcome to the Machine, de Pink Floyd, el joven se acerca a un rumor lejano, cuando se abre la puerta pasa al interior, el ruido comienza a invadirlo todo, tras el estruendo brota un ritmo y sobre el ritmo, la máquina le da la bienvenida. El rockero se entrega a la máquina para servirla, a veces los grupos se presentan ellos mismos como máquinas, naves espaciales (Space Truckin´, de Deep Purple, por ejemplo), son los asistentes de la máquina y con ella producen la nueva música. Acelerones, cambios de marcha, arranques, frenazos, choques, caídas en barrena, explosiones. Un buen rockero es también un consumado experto en el manejo de la moto (Meat Loaf), del coche (Elvis Presley), del camión (Bruce Springsteen), del tren (Rosendo). Si Luigi Russolo ideó los intonarumori (nuevos instrumentos para recrear los ruidos de las máquinas), aunque estos desaparecieron en la segunda guerra mundial, Varèse retomó la idea ya desde la perspectiva del sintetizador, ellos, frente a John Cage, planteaban ampliar el campo gnoseológico de la música con los nuevos sonidos, mientras que John Cage, al disolver la regulación interna del tiempo en la música busca su desfiguración en el azar. Varèse es la inspiración definitiva de Frank Zappa y de las aspiraciones omniabarcantes del rock.

–Su maestro Bueno descalificaba el rock porque, a su juicio, es precisamente eso: ruido. ¿Nunca entendió la relevancia del rock y que, en realidad, supone una ampliación del campo de la música?

–Yo creo que sí. Es más, mi tesis trata de desarrollar esa interpretación que Bueno hace del rock, ver en qué medida la ampliación del campo categorial de la música por el rock supone una transformación de la propia identidad de la música, aunque lo he hecho con mucho gusto y pasión rockera.

–¿El rock sería coherente con la tarea encomendada por Adorno al arte: introducir el caos en el orden?

–Si el ruido se entiende como caos, sí, porque la idea es ampliar ese horizonte categorial de la música, pero es que para que el ruido se haga música, como dice el vocalista de Sex Pistols, John Lydon, debe repetirse. Adorno se sitúa todavía en una perspectiva epistemológica de las artes.

–Usted, de paso, también reivindica al olvidado Karl Bücher y su “Trabajo y ritmo”. ¿La música nació en los mundos del trabajo y no por imitación?

–La idea de Bücher es muy interesante. Bueno me puso tras la pista de este autor. Su libro apunta al origen de la música en el ritmo del trabajo repetido que surge durante el Neolítico. Juego y trabajo van juntos, pero es sorprendente ver los comentarios que hace sobre la vinculación de la música con el trabajo colectivo, el que mueve masas de personas para construir, por ejemplo, las pirámides. Siguiendo esta tesis, cuando el trabajo se maquiniza, el ruido resultante, ensordecedor, arrincona las músicas tradicionales, populares, pero también la música de concierto, anegada por su estruendo.

–¿Este ensayo es también su homenaje al rock, que tanto le gusta?

–Me había planteado ya la necesidad de tratar el tema, grupos como Pink Floyd han sido para mí una fuente de inspiración y ensoñación ideológica, pero no encontraba ni el momento ni la manera de afrontarlo. La propuesta de Rema y Vive, tan clara como difícil, centró el problema: atrévete a hacer una filosofía del rock. La pregunta entonces surgió sola: ¿hay una filosofía del rock? Revisar ese tinglado era en gran medida una retrospectiva biográfica muy grata. El rock es la banda sonora de mi generación.

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