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Los primeros ensayos clínicos contra la acondroplasia a nivel mundial, impulsados desde Gijón

“La otra solución es operarse, pero es durísimo”, narra la madre de uno de los primeros niños asturianos que accederán a un fármaco gracias a la Fundación Alpe

Adela Álvarez-Santullano y Rubén Rodríguez, con sus hijos, Marco y Clara, cerca de su domicilio en Oviedo. Julián Rus

“Claro que da algo de miedo ser de los primeros en probar un fármaco, pero también es esperanzador. A mi hijo se le quedan mirando cuando vamos por la calle y él se da cuenta”. Lo dice Adela Álvarez-Santullano, madre del pequeño Marco Rodríguez, de tres años, diagnosticado con acondroplasia. Coloquialmente denominado por la sociedad como “enanismo”, esta enfermedad rara causada por una mutación genética ocurre en uno de cada 22.000 nacimientos y ahora, gracias al desarrollo de nuevos fármacos y a la labor de la fundación gijonesa Alpe –la asociación de referencia nacional sobre esta patología– empieza a ver un horizonte más optimista. Cuatro laboratorios farmacéuticos están llevando a cabo en España, animados por los contactos de voluntarios facilitados desde la ciudad, los primeros ensayos clínicos de un tratamiento farmacológico para la enfermedad. Marco Rodríguez, ovetense, será uno de los primeros niños del país y del mundo en participar en estos estudios, en su caso, a finales del año que viene.

Las displasias óseas o esquelética son un grupo de enfermedades del aparato locomotor y en su mayoría tienen un origen genético. Se han descrito más de 450 displasias, siendo la acondroplasia la más habitual. El “enanismo desproporcionado” es su consecuencia más visible, y también la más rodeada de estigmas, aunque no la única. Los niños con acondroplasia suelen presentar también apnea del sueño (problemas respiratorios mientras el pequeño duerme), deformidades en las extremidades inferiores y pérdida de audición por infecciones recurrente de oído, entre otras. Hasta ahora, aclara el especialista en displasia esqueléticas Josep María de Bergua, no existe un tratamiento como tal para esta enfermedad, por lo que los abordajes médicos están orientados a paliar sus síntomas y complicaciones asociadas. Se realizan correcciones de estenosis (estrechamiento del espacio interior en la columna vertebral), amigdalectomías para evitar las apneas y complicadas correcciones quirúrgicas para tratar las deformidades en las piernas.

Para la talla baja, la única solución actual es un alargamiento de piernas y brazos mediante cirugías, intervenciones siempre muy complejas y con altas tasas de complicaciones. “Se suelen hacer a los 12 o 13 años, y yo no voy a tomar esa decisión por Marco. Si él decide operarse, lo apoyaré, pero es durísimo. Yo no se si lo haría. Pero entiendo que para ellos es importante. Es algo que los que tenemos una talla normal no entendemos, pero de pasar por todo eso depende poder llegar a tocar un timbre o el botón de un ascensor”, defiende Álvarez-Santullano. La ovetense recibió el diagnóstico cuando el niño ya tenía un mes de edad. “Lo normal es que se pueda ver ya hacia la semana 26 de embarazo, pero nuestro caso no fue tan obvio. También hemos tenido suerte; los problemas de apneas de estos primeros años ya están solucionados y Marco, gracias a la Fundación Alpe, recibe muchos tratamientos de rehabilitación”, agradece. Ha decidido participar en estos ensayos clínicos con la esperanza de tal vez poder esquivar al menos algunas de las cirugías que le esperarían a su hijo en los próximos años. “Esas operaciones de alargamiento se suelen repetir, y haciéndolo en piernas y brazos, así que si me dicen que hay alguna posibilidad de que Marco pueda ganar unos centímetros sin tener que pasar por todo eso, tengo que probarlo. Te inquieta pensar qué puede pasar, pero desde Alpe nos informan de todo y los estudios parecen muy prometedores”, señala.

El gen causante de la acondroplasia se localizó hace ya más de 25 años. La alteración se produce por la ganancia de función de un receptor de membrana llamado FGFR3, encargado de reducir la proliferación de condrocitos, que actúan con el crecimiento óseo. Hay otro componente, el péptido natriurético tipo C (llamado CNP por sus siglas en inglés) que también regula, en este caso positivamente, el crecimiento de los huesos, por lo tiene un efecto opuesto al receptor citado. Los cuatro ensayos clínicos en marcha, por tanto, se centran en una de estas dos vías: intentando inhibir la hiperactividad del FGFR3 producida en Acondroplasia o aumentando la cantidad de CNP. Aclara De Bergua que la farmacéutica más avanzada en el desarrollo de un fármaco es Biomarin, pero que hay otras tres, Pfizer, Ascendis y QED con estudios también prometedores. “Alpe ha luchado incansablemente para que todos los ensayos clínicos se realicen también en nuestro país, para nuestros niños tengan las mismas posibilidades que otros lugares del mundo donde la investigación es pionera, como Estados Unidos”, agradece el médico, que gestiona estos ensayos desde el Hospital Vithas San José de Vitoria.

La pequeña valenciana Berta Lorenzo, con sus padres, Mónica Terrada y Juan Manuel Lorenzo.

“Los viajes a Gijón son nuestra tranquilidad”, agradecen las familias españolas afectadas

La Fundación Alpe tiene su sede en Gijón pero está en contacto con las familias de casi todos los niños españoles diagnosticados con acondroplasia. Cuenta la valenciana Mónica Terrada que, cuando la contactaron, creyó que no iba a necesitar ayuda. Pronto cambió de opinión. “Creo que era yo, que no estaba preparada, pero en cuanto nació Berta me puse en contacto con ellos. Y menos mal. Ir a Gijón todos los años sabiendo que mi hija va a ser atendida por profesionales expertos en esto es un viaje de tranquilidad; siempre están ahí”, agradece. Su pequeña, Berta Lorenzo, tiene 9 años y forma también parte de uno de estos pioneros ensayos farmacéuticos. “Lo hacemos porque sabemos que los niños que nazcan ahora con acondroplasia probablemente tengan un tratamiento viable en el futuro, pero para Berta esta es su última oportunidad”, aclara la progenitora, que admira no obstante la capacidad de adaptación de su pequeña. “No busco que este fármaco la haga ser mejor aceptada en la sociedad. Solo pienso que me gustaría que cuando fuese al instituto pudiese coger ella sola el autobús. Nuestra decisión fue puramente médica”, aclara Terrada. Explica De Bergua que la investigación está viviendo ahora “un momento histórico y apasionante” y sin precedentes en los avances farmacológicos relacionados con la acondroplasia. “Hasta ahora no teníamos ningún fármaco para tratar directamente la acondroplasia. Y lo único que como médicos podemos ofrecer a los niños, y a sus familias, es el alivio de los síntomas y tratamiento de las complicaciones asociadas”, relata el doctor. “Ahora tenemos la posibilidad de dar un gran salto adelante”, añade.

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