Jovellanos prosigue en tierras vascas, y lo habíamos dejado en el capítulo anterior, disfrutando de las bellezas artísticas de la iglesia de Santiago en Bilbao, es decir, la catedral. Pero aquel día 18 de agosto de 1791 don Gaspar está ya con la idea de salir de Bilbao y proseguir su trayecto.

Veamos cómo nos cuenta, nuestro ilustre viajero, sus últimas horas en la capital vizcaína: “convite para ir a Portugalete por la ría, y fui yo; esta partida agradable se compuso de las dos señoras de Gacitúa, Sesma, Campomanes, dos hijas del marqués de Hervías, dos hijos suyos seminaristas, y otro que es el primogénito del duque de Granada de Ega; corrimos la ría por espacio de dos leguas; sus orillas son deliciosísimas; a la izquierda el lugar de Albia, que es amenísimo, y una isla enfrente; a la derecha Olaviaga y mucha población continuada; más adelante, a la izquierda, el astillero de Zorroza, donde se construían paquebotes para los correos; vista del convento del Desierto, muy deliciosa, así como la de sus contornos. Portugalete, situado a la entrada de la ría, en el continente de ella y del mar, pueblo destinado por la naturaleza a recibir un gran comercio, y reducido hoy a un pobre puerto de pescadores por la exclusiva, enorme y tiránica, de Bilbao, pues no puede introducir ni extraer el valor de un real de plata. La barra enfrente: es de arena y mudable”.

Nombra varias personas, porque en su estancia bilbaína hace varias visitas, como hemos ido viendo, algunas de carácter oficial y otras por pura amistad.

Proyectan un recorrido, bordeando la ría, hasta Portugalete, y menciona entre sus acompañantes al primogénito del duque de Granada de Ega. En aquel momento era duque Francisco de Borja Idiáquez y Palafox, quien ostentaba este título nobiliario, que había sido creado en 1729, cuando el rey Felipe V lo concedió al capitán general de los reales ejércitos, Juan de Idiáquez y Eguía.

El primogénito mencionado, y que iría con nuestro Jovellanos, era Francisco Javier de Idiáquez y Carvajal, que sería posteriormente el V duque de Granada de Ega.

Y en el texto menciona dos hijas del marques de Hervías, aunque en realidad el título existente era el condado de Hervías, cuyo primer conde fue Francisco Manso de Zúñiga y Sola, arzobispo de México y de Burgos, obispo de Cartagena y miembro del consejo de Castilla. Fue en esta ocasión Felipe IV quien le concedió este título en 1651.

El VII conde de Hervías, Miguel Damián Manso de Zúñiga y Arista de Zúñiga, nacido en Santo domingo de la Calzada, era quien ostentaba el título cuando Jovellanos escribe y hace este viaje.

Uno de los aspectos a desgranar en este fragmento es, sin duda, mencionar que la transformación de Bilbao en el siglo XIX fue tal, que algunos de los lugares que menciona Jovellanos de paso hacia Portugalete nada tienen que ver con lo que hoy vemos. Dos ejemplos claros de esto son las dos referencias que hace a Albia y a Olaviaga.

El término Albia pervive hoy en unos jardines de la ciudad en el barrio de Abando, en pleno ensanche. En 1861, una ley reconoce la necesidad de expansión de la ciudad y se le otorga a la villa el derecho a crecer en detrimento de las anteiglesias de Abando, Deusto y Begoña. El concepto de anteiglesia hay que tenerlo en cuenta, era un pueblo cuyo origen estaba en las comunidades organizadas alrededor de una iglesia y con una asamblea de vecinos como órgano gubernativo.

En 1876, con el proyecto de ensanche de Pablo Alzola sobre la mesa, se aprueba la anexión a la villa de Bilbao de esta anteiglesia de Abando.

La otra referencia sería en realidad Olabeaga. Bilbao era una ciudad portuaria y mercantil con graves problemas de espacio en la ría. Los astilleros se localizaban en las riberas de Abando y de Deusto ante la falta de emplazamientos en la villa. Olabeaga asume funciones portuarias, también como fondeadero de embarcaciones de gran tamaño que no podían llegar al centro de Bilbao. Tenia también talleres y almacenes navales, comercios para dar servicio a las tripulaciones y demás infraestructuras. El mismo plan de ensanche modificó totalmente esa zona.

Por tanto, nada tiene que ver el aspecto que observó Jovellanos a la orilla de la ría en su paseo con lo que hoy vemos.

Pasa a continuación por Zorroza y llega a Portugalete, que él la ve como un pequeño puerto de pescadores, a pesar que percibe que podría tener más fuerza por sus características orográficas.

Zorroza pertenecía a la anteiglesia de Abando, al igual que las ya citadas Albia y Olabeaga, y es citada en la carta puebla originaria de Bilbao firmada por el ya tratado López de Haro. En cuanto a la etimología se conoce que viene del adjetivo vasco zorrotz, que significa afilado, por la forma triangular que adquiere la zona.

Y finalmente llega a la antigua Portu Ugaleta (riberas del puerto). La carta puebla fue ratificada por el rey Juan II en 1432, y hay que decir que desde la edad media hasta finales del XVI fue el puerto principal de salida de las lanas castellanas hacia Flandes, hasta que Bilbao absorbió todo el poder y el puerto de Portugalete quedó en segundo plano.

En resumen, Jovellanos bordeando la margen izquierda de la ría, fue desde el centro de Bilbao hasta Portugalete.

Pero aún escribe más en su diario antes de finiquitar aquel día 18, dice así. “La ría está expuesta a avenidas, y aun la población. El río principal trae muchas arenas y piedras y necesita de limpia; hay pontones para ella. Vimos el lugar de Portugalete, que tiene algunas casas grandes y buenas y algunos vecinos de caudal; pero en general es pobre; apenas consta más que de una calle muy pendiente y las casas de sobre el puerto. En el opuesto continente está Algorta, puerto de pesca; y más adentro, en un seno de la costa, Plencia, que no se ve, y de donde son los conductores de la vena. Vuelta a casa de noche; llegamos a las diez; tuvimos en contra la marea, de ida y vuelta, y fue más usada la sirga que el remo. La falúa era de la Inquisición”.

Regresa a casa en falúa, una pequeña embarcación, pero antes observa la vida portuaria de la propia Portugalete, y cita las poblaciones de Algorta, al lado de Guecho, y Plencia, más hacia el este, bordeando el Cantábrico desde la desembocadura de la ría.

Aún pasa un día más en Bilbao antes de partir y seguir camino. El día 19 se reduce en el diario a un par de breves reseñas ya que no se mueve en demasía y dice: “comida agradable de toda la compañía con las señoras brigadieras; pasamos allí la tarde; paseo en la Alameda hasta San Agustín. Despedida de la Barrenechea en casa de su hermano; ofertas de D. Francisco Mazarredo de su casa para otra ocasión”.

Francisco Mazarredo, aquí nombrado por Jovellanos, era un personaje muy destacable en aquel Bilbao, de hecho, fue prior segundo del consulado, regidor del Ayuntamiento de la villa bilbaína, caballero de la Orden de Calatrava, etc.

En sus cargos como militar, mandó en 1794 una compañía de los tercios de Bilbao, a petición del general Gabriel de Mendizábal, cuando se desalojó al enemigo francés de Vergara, y llegó a ser mariscal de campo.

También destacó en facetas comerciales y empresariales, llegando a crear una compañía mercantil con gran fuerza y asentándose incluso en Londres. Cómo curiosidad añadir que cubrió ingentes gastos de guerra como por ejemplo cuando levantó a sus expensas un regimiento de tres batallones que denominó “Voluntarios de Borbón”.

Cómo vemos en sus textos, Jovellanos estuvo en Bilbao, en un círculo de nobleza y grandes poderes a nivel político, económico y militar de la ciudad. Siempre es curioso saber quiénes eran aquellas personas que se cruzaban en la vida de nuestro ilustrado, en sus viajes.

El día 20 de agosto, bien temprano, casi de madrugada, parte desde Bilbao y su camino le llevará hasta Durango, pero ese trayecto y lo que va aconteciendo lo vemos en el próximo capítulo.