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El Cerro se prepara para ser museo: el futuro de un enclave único en Gijón

El Ayuntamiento desbloquea la creación de un museo de la memoria en las galerías de Santa Catalina, de 1898: “Es un patrimonio incuestionable”

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El concejal de Cultura, Alberto Ferrao, en la casamata del cerro de Santa Catalina bajo el "Elogio" Ángel González

Las casamatas del cerro de Santa Catalina, ubicados bajo el “Elogio del Horizonte” y con una superficie de unos 690 metros cuadrados, están a punto de tener utilidad pública, más allá del almacenaje de materiales de parques y jardines, por primera vez en sus más de 120 años de existencia. El próximo 2021 comenzarán las obras para adecentar cada recoveco de la instalación con el objetivo de crear un espacio expositivo destinado a recuperar “la memoria de la ciudad”, explica el concejal de Cultura, Alberto Ferrao, durante su visita por las galerías de este complejo, acompañado por LA NUEVA ESPAÑA. “Es un patrimonio indiscutible, como toda nuestra memoria. Queremos que sea parte de nuestra historia porque el pasado forma parte de nuestro presente y futuro”, añade el edil.

El proyecto de adecuación de este espacio, que tendrá un coste de 70.000 euros, está ya en licitación y el próximo 7 de enero concluye el periodo de presentación de ofertas. Una vez adjudicada la obra, habrá dos meses para ejecutar una red de saneamiento y drenaje de la humedad del terreno y adecuar el espacio en términos de salubridad y accesibilidad. “Vamos a acondicionar todo el interior para llevar a cabo luego otras acciones con el objetivo de crear una zona museística”, desvela Alberto Ferrao sobre esta construcción en el barrio alto, creada en 1898 con motivo de la Guerra que enfrentó a España con Estados Unidos por la independencia de Cuba. “Hubo un momento en el que parecía que la escuadra estadounidense iba a venir a bombardear la costa española y entonces se dio orden a todas las ciudades de poner estos emplazamientos a barbeta, excavados en la tierra”, describe Artemio Mortera, investigador asturiano especializado en Historia Militar y autor de los paneles explicativos que existen en el Cerro.

En la atalaya se instalaron por aquel entonces dos cañones Ordóñez de 15 centímetros y dos morteros de 21 que estaban en la batería baja. Toda esa operación por temor al ataque norteamericano motivó la desaparición del faro y la capilla que había en ese lugar. Pero la guerra concluyó ese mismo 1898 y la defensa nunca llegó a utilizarse. No obstante, esa experiencia bélica llevó “a plantear la creación de unas defensas de Gijón en serio”, desvela Mortera. Antes, indica el historiador, se instalaban esas defensas en los espigones, pero cuando la artillería fue mejorando y logrando mayor alcance, se planearon tres defensas: en la Campa Torres, la Providencia y el cerro Santa Catalina. “Esta última era la que menor importancia iba a tener. Se planteó por si acaso algún barco conseguía pasar las dos primeras y llegaba a entrar en la bahía”, afirma.

Las labores comenzaron en dirección contraria a su importancia, es decir por las del Cerro. “En las otras dos solo se expropiaron los terrenos y se hicieron los planos, pero se empezó por Santa Catalina y muy lentamente”, destaca el historiador. Tal fue la calma, que a comienzos de los años veinte, los operarios se dieron cuenta de que las piezas armamentísticas que estaban previstas para la fortificación no tenían ya utilidad. “Nunca llegaron a instalarse piezas en esa batería”, indica Mortera, que sí destaca la existencia de pruebas con piezas hechas en la fábrica de Trubia. “En los periódicos de la época se anuncia que se iban a hacer pruebas de cañonazos”, desvela. En la Guerra Civil, sí se instalaron armas, pero apuntando hacia la ciudad, no al mar.

El balance de aquella intervención fue una serie de “estancias en semisótano, con huecos abiertos hacia el sur y un acceso central y otras estancias interiores, sin huecos al exterior”, describe el proyecto municipal. “También hay tres pasadizos, dos laterales y uno central, que llevan a dos pequeñas estancias al sur y a la casamata situada bajo el ‘Elogio’, respectivamente”, detalla el proyecto. Es esa última parte la que sobresale mirando al mar desde la obra de Chillida. Un mirador que ahora está tapiado. “Tuvo valor histórico, es algo emblemático”, reconoce Mortera.

Las obras para adecentar este espacio en el que rebosan columpios y toboganes de los parques infantiles llega con varias décadas de retraso. “Ya estaba previsto en el proyecto de rehabilitación del cerro de Santa Catalina de hace treinta años, pero se dejó cerrado”, aporta el historiador Héctor Blanco, que ve en estas fortificaciones “un espacio ideal para visitas guiadas que abordasen el origen del Cerro”. En enero se darán los primeros pasos para que así sea.

Acceso a los fortificaciones del cerro de Santa Catalina Ángel González

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