Un enamorado de la literatura y de la cultura española y asturiana. Así era el profesor de inglés Robert Wellington, que falleció horas antes de Nochebuena a los 77 años. Nacido en Inglaterra, aunque gijonés de corazón, regentó una academia en el centro de la ciudad en donde centenares de alumnos aprendieron la lengua de Shakespeare.

Wellington, con un afinado sentido del humor británico, nació en Londres, aunque en sus años de adolescente emigró a Nueva Zelanda, en concreto a la ciudad de Auckland, en la parte norte del país y a unos 640 kilómetros en coche de Wellington, la capital. Se formó en filosofía en su etapa universitaria y llegó a trabajar como periodista en diversas publicaciones locales.

Posteriormente, regresó a Inglaterra y a finales de la década de los setenta viajó a España, en concreto, a Madrid. Fue en un viaje veraniego cuando un amigo suyo le convenció para dar clases de inglés, una labor que terminaría por convertiste en su oficio y que le hizo quedarse más de lo inicialmente previsto en España. A principios de la década de 1980, conoció a la que sería su esposa, la gijonesa María Querejeta, con quien no tuvo hijos. Querejeta, también profesora de inglés, y Wellington se asentaron en Gijón varios años después. Ya no se moverían.

Wellington abrió inicialmente su academia en la calle Langreo, aunque posteriormente se trasladaría a la calle Asturias. Su gran pasión fue la literatura, un amor que desarrolló de muchas formas, puesto que tan pronto devoraba libros como escribía ensayos, cuentos y novelas. Fue articulista de LA NUEVA ESPAÑA durante la década pasada. Destacó por su sentido del humor y su apariencia, que recordaba a la de un “gentleman” inglés. Aficionado al cine, nunca renegó de sus orígenes como tampoco ocultó su amor por todo lo relacionado con España y con Gijón, su casa desde hacía décadas.