Dos colegios de Gijón han logrado acabar el primer trimestre sin aulas confinadas. El Gaspar Melchor de Jovellanos, en el centro, y el Noega, en Contrueces, han sido los únicos de la red pública de la ciudad en librarse de los confinamientos que han asediado a los centros de toda Asturias desde el inicio del curso, en septiembre. Un éxito que sus directores vinculan, fundamentalmente, a dos factores: un cumplimiento “férreo” de las normas anticovid y “la solidaridad y conciencia” de las familias.

El Noega tiene 330 alumnos. “Desde el primer día, fuimos muy cuadriculados con los protocolos. Incluso si hubo que advertir a alguna familia, así se hizo”, reflexiona el director, Arturo Arias, convencido también de que “hay una dosis de suerte” . En su caso, fue necesario recordar que la puntualidad es clave para que los grupos no se mezclen y que los niños no puede n introducir objetos de fuera a las clases. A ello se suman “los circuitos de entrada y salida, la distribución de los alumnos en el patio con puntos señalados en el suelo, la higiene, la desinfección concienzuda de todos los materiales y la conciencia de que no se puede bajar la guardia; es fácil relajarse pero no nos lo podemos permitir”, recalca el director.

Además, el centro ha suspendido las actividades extraescolares. “Aunque en enero quedamos en mirar a ver si se podían retomar en función de la pandemia, con la que está cayendo y después de las Navidades no lo consideramos oportuno, de momento seguiremos así”, señala. No por ello, las actividades fuera de las aulas han desaparecido de su mapa escolar: el Teams, la plataforma a través de la que profesores y alumnos tienen hilo directo, ha servido para llevar a cabo videollamadas, como la que se celebró a final de trimestre con Papá Noel.

De la misma idea son en el Jovellanos. En su caso, en pleno corazón de la ciudad y con el doble de alumnos, 640, pocos eran optimistas al inicio de curso. “Todo el mundo pensaba que con el trasiego de alumnos íbamos a ser de los primeros en cerrar algún aula, y nos libramos”, recalca la directora, Yolanda López Fueyo. El centro fue uno de los primeros en reinventarse con la llegada de la pandemia para seguir en contacto con los chavales, y tras el inicio del curso presencial echaron los restos. La clave, señala Fueyo, es “haber sabido transmitir que somos un equipo, que estamos en esto juntos y que así debemos funcionar cada jornada”.

Aliatar, con los niños del colegio Jovellanos.

De ese modo, profesores, alumnos y familias son tres piezas indivisibles de un todo en el que “la solidaridad ha sido muy importante”. “Los padres tienen claro que más vale dejar a sus hijos un par de días en casa si tienen sospecha de que están malitos que poner a toda la clase durante dos semanas en cuarentena, porque puede darse el caso entonces de que haya meses que no vaya nadie al cole”, indica la directora.

El sentido de la responsabilidad y un protocolo anticovid exhaustivo, con burbujas en las clases, en el patio y hasta en el comedor “que ha llevado mucho trabajo”, han conseguido que ninguna de sus aulas haya tenido que ser cerrada hasta ahora. También han suspendido las extraescolares deportivas “para evitar todo aquello que conlleve contacto y porque no tiene sentido que los niños estén en una misma burbuja hasta las cuatro de la tarde y a partir de esa hora se mezclen”. Sí se ha mantenido el 11x12 como solución para ayudar a la conciliación, pero siempre con la premisa de que los niños permanezcan en todo momento con los mismos compañeros. Y las herramientas digitales han sido la clave cada vez que algún niño se quedaba en casa por precaución: “Siempre han estado en contacto con el tutor y los compañeros y de ese modo se ha mantenido el espíritu de equipo”.

Otras actividades sí se han conseguido sacar adelante, como la visita de Aliatar al centro para recoger los deseos de los más pequeños (con los mayores se conectó por videoconferencia). Porque en la dirección del céntrico colegio tienen claro que “hay que conservar la ilusión infantil”. “Cuando volvimos a clase estaban muy callados y eso no es lo normal, queremos que reine el bullicio entre los niños”, indica la directora.

Ha sido un trabajo complejo, que ha supuesto para el claustro de profesores quedarse sin vacaciones de verano para organizar y tener todo a punto con órdenes cambiantes cada semana, pero “ha merecido la pena”, reflexiona López Fueyo. Así se lo han hecho saber las familias en su felicitación navideña, y así aspiran a llegar a fin de curso: con el contador a cero.