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La novela de la periodista y el estadístico

El historiador González Romero publica el relato que escribieron sus padres al alimón para contar su difícil noviazgo en tiempos de posguerra

Cecilia Romero Rodríguez y Tobías González Blanco, el día de su boda.

Las lenguas de toda condición repiten, un siglo tras otro, que en el amor como en la guerra. Una concisa manera de explicar y justificar cómo nos servimos de todo tipo de medios, en uno y otro frente, para lograr los objetivos. El historiador José Fernando González Romero, que sabe mucho de la Catedral de Oviedo, del gótico alemán o de “La Gioconda”, asuntos sobre los que ha publicado libros atrevidos y polémicos, conoce bien que ese paralelismo entre las artes militares y las del cortejo no es ocioso. Acaba de publicar “Isabel” (Trea), una rara historia que lleva como subtítulo “Una novela para Cecilia”. Y, en realidad, el relato en el que su padre, Tobías González Blanco, y su madre, Cecilia Romero Rodríguez, cuentan al alimón los juegos y estrategias (incluidas las literarias) que debían ingeniar las parejas para acabar ante el altar en los oscuros años de la larga posguerra española.

“Es un relato que me parece muy interesante, que tiene un valor sociológico y etnográfico”, afirma González Romero, profesor de Historia del Arte, durante muchos años, del Instituto Jovellanos. Y aún dice más: “A veces te das cuenta que ni siquiera conoces a tus padres”, en referencia a estas páginas que él pública ahora como un documento de interés, pero también como un “homenaje” a sus progenitores.

José Fernando González Romero, editor de “Isabel”.

De hacer caso a González Romero, autor de libros como “El arquitecto Javier Aguirre Iturralde”, “La arquitectura industrial en Gijón: la huella de una ausencia” (con Pelayo Muñoz Duarte) o “Catedral de Toledo. La dives toledana y la batalla de las catedrales gigantes en el gótico clásico”, el librillo “con cubiertas de un negro de ala de mosca apareció hace unos diez años entre los papeles familiares. “En realidad, lo que se cuenta ahí es un cortejo literario”, indica.

Y tanto. Ese puñado de cuartillas explican cómo Tobías González Blanco, nacido en Sobrescobio en 1916, tuvo que componérselas para hacerse notar y querer por Cecicila Romero Rodríguez, allerana de Boo, de 1914, hija del prestigioso oftalmólogo Santiago Romero y con vida de señorita en la capital asturiana. “A ella, mi padre le resulta indiferente al principio y casi le parece un paleto”, cuenta el editor de “Isabel”. Y añade: “el primero y el último de los capítulos de la novela los escribe mi madre, mientras que el resto es lo que cuenta mi padre para despertar el interés de mi madre”.

Ninguno de los dos eran párvulos. Tobías González, licenciado en Derecho, se convirtió en un respetado estadístico del Ministerio de Trabajo y en profesor titular de la Escuela Social. Cecilia Romero también se licenció en Derecho, estudió piano y durante la guerra se ocupó de los huérfanos en el hospicio de Oviedo. En 1967 obtuvo el carnet de periodista y se desempeñó en la sección de sociedad de “La Voz de Asturias”.

“Lo que me parece interesante de esos papeles es el juego entre lo real y lo literario. Y lo que vengo a pensar, tras leer estos papeles, es que la gente tiene más capas que una cebolla”, hace resaltar González Romero. Aquel complejo acercamiento entre el “paleto” que se convertiría en estadístico y la señorita bien, con ramas aristocráticas y que se convertiría en periodista, acabó bien. “La boda se celebró en la capilla particular del palacio, propiedad de los padres de Cecilia”, leemos en el último capítulo. La fuerza de las palabras.

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