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“Ya no queda colchón”, lamentan los hosteleros tras una campaña de Navidad “muy negra”

Los locales gijoneses cifran las pérdidas entre el 60 y el 75 por ciento | “Si nos cierran de nuevo, muchos desapareceremos”, advierten

Terrazas hosteleras en la calle Corrida, en una imagen de archivo.

La campaña de Navidad le permitía a Ernesto Zallas contar con un respiro para un tiempo. “Era un alivio, con la recaudación de estas fechas se tenía un margen para meses, algo que este año ya no ha sucedido”. En su caso, en su establecimiento de la Ruta de los Vinos, la “muy negra”, campaña navideña, como coinciden en señalar los hosteleros gijoneses, provoca que la situación se vuelva muy crítica. El sector cifra las pérdidas en facturación entre el 60 y el 75 por ciento respecto a otros años. “No nos queda ya colchón”, señalan, antes de advertir de cara al futuro que otro parón de la hostelería sería letal. “Si nos cierran de nuevo muchos desaparecemos”, destaca Jessica Flórez, de la Vinatería Sella, en La Calzada. “En mi zona calculo que podemos caer el 50% de los negocios”, subraya.

En El Llano, en la Sidrería Nueva Uría, Christian Valle es quien traslada la sensación más negativa. “Como mínimo el impacto sufrido de venta es del 75 por ciento”, cuenta. En su caso, en un local amplio, se ha visto perjudicado por la tradición de estas fechas. “Más que el goteo constante, lo que me sostiene son los eventos grandes, en especial las cenas de empresa, la Nochevieja y la comida del día de Reyes. Todo eso lo perdí”, relata. El drama se aprecia por toda la ciudad.

En su establecimiento, las medidas contra el virus le llevaron a perder 16 mesas entre la zona de sidrería y el comedor. Eso, sumado a la dificultad económica, ante la falta de ayudas, le dejan en un momento muy difícil. “Nos empiezan a afogar con todo. Prometieron una serie de ayudas que a mí no me han llegado. El futuro lo veo negro, ya no nos queda colchón”, lamenta.

En el mismo barrio la Cafetería La Regence es una de las pocas excepciones. Xuacu Rodríguez es su propietario. “Somos la excepción, hemos notado una caída leve de la facturación”, comenta. Su local es la sede de la Peña Sentimiento Rojiblanco. El fútbol y una clientela fiel y pasional con el Sporting le benefician, aunque también el covid tiene su impacto. “El toque de queda impide que podamos ofrecer algunos partidos”, relata antes de añadir la sensación que nota entre otros locales del barrio: “La mayoría de compañeros de la zona pierden más del 50 por ciento. Solo pedimos que no nos cierren y nos dejen trabajar, y que sí algún local se salta las normas pague multa y lo cierren, pero no que paguemos justos por pecadores”, reflexiona.

En la zona oeste, la principal causa que achacan en los establecimientos es la población envejecida. “Fue muy mal”, afirma entre sollozos José Miragaya, de la Pulpería Jacinto. “Nuestra clientela habitual es mayor y tiene miedo, pasan y saludan, y en alguna ocasión aislada entran, pero hasta que la vacuna llegue no tendrán esa seguridad para venir”, describe. En su caso tiene a un empleado en ERTE y “confianza cero” en el futuro. “Estoy comprando al día, porque me temo que nos van a cerrar de nuevo. Tengo muy claro que no puedo meterme en gastos innecesarios”, explica antes de añadir cómo afronta los próximos meses tras la Navidad: “El consuelo que me queda es que vivo al día, pero sin deudas”.

También en La Calzada, Jessica Flórez traslada “la sensación de miedo” entre sus parroquianos mayores. “La pérdida que he sufrido es de entre un 60 y 70 por ciento. Han sido una Navidades muy apagadas”, indica. En su caso trabaja sola. “Éramos dos autónomos, pero el otro ha tenido que buscarse otro empleo”, lamenta. No es optimista Flórez de cara al avance del 2021. “Tengo claro que el bombazo llegará después del trimestre, nos dejarán pagarlo y justo después nos cerrarán”, destaca.

La causa por la que su vinatería perdió la acogida de otras campañas navideñas la achaca a la reducción de aforo. “Mi bar es chiquitín. Tengo siete mesas, y tres de ellas son para dos personas. Y si en la de la esquina hay tres clientes, pues la de en medio la tengo que inutilizar, es muy difícil salir adelante así”.

En el barrio de La Arena, Tomás Borge, de la Sidrería La Fueya de Tomás, lamenta que el virus frenase un lustro de continuo crecimiento. “Todos los años íbamos a más. Cada mes era mejor que el mismo del año anterior, pero la pérdida ha sido terrible, las pérdidas oscilan entre el 60 y 70 por ciento seguro”, lamenta. En su caso, el toque de queda, y la disminución de las cenas, que eran su fuerte, le han dejado tocado. “Por la noche esto está muerto, y además me quitaron siete mesas”, explica antes de mostrar al menos la cara amable de estas fiestas: “Nos salvaron las comidas para llevar, con 40 en Nochebuena y 30 en Nochevieja”.

En la misma zona, Ricardo Izaguirre regenta la Vinatería El Naranjo, al que otra causa más ajena considera que les ha dado la puntilla. “El temporal no ayudó, y en un bar pequeño, el impacto ha sido importante”, detalla el hostelero. Con nueve años de experiencia en el sector, Izaguirre traslada incertidumbre para el futuro: “Estoy gastando dinero ahorrado para seguir adelante. Pintan feos los primeros meses, hasta mayo o junio no espero algo de alivio”.

A Elena Castilla, de Casa Carrasco, en Pumarín, el impacto en la facturación fue algo menor que en otros. “Ha caído un 30 por ciento, muy mal tampoco lo pasamos, gracias a una clientela bastante fiel y fija, estuvimos casi siempre llenos”, afirma. Aunque en su caso le quedó el mal gusto de un apercibimiento de sanción. “El día de Navidad considero que tuvimos un abuso policial cuando estábamos cerrando, sin que nos diesen explicaciones. No fue justo. Este tipo de acciones nos dan la puntilla”, resalta.

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