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El empleo no regulado y las ayudas “que no alcanzan” llevan a Gijón “a una nueva pobreza”

Entidades sociales cuentan ya por cientos las personas que “solían llegar justas a fin de mes” y que ahora “no pueden llenar la nevera”

Un usuario de la Cocina Económica tras el estado de alarma. Ángel González

Limpiando casas por un puñado de euros la hora, recogiendo chatarra, ayudando en mudanzas y portes, con contratos que muestran –y cotizan– un número de horas muy inferior al real... Las entidades sociales llevan ya meses viendo de primera mano cómo cientos de personas en Gijón que se las habían “apañado” hasta ahora con este tipo de empleos precarios –parte en mayor o menor medida de la llamada economía sumergida– acuden ahora por primera vez a ellas en busca de cheques para pagar la comida y el alquiler. Son las otras víctimas de la pandemia; un grupo cada vez más nutrido de familias que subsistían ya rozando el umbral de la pobreza y que, a raíz del confinamiento y la limitación de buena parte de los sectores laborales, se han visto sin opciones de trabajo y, en muchos casos –en los que el empleo no estuviese regulado–, sin posibilidad de solicitar ayudas que reviertan sus pérdidas. Solo Cáritas afirma haber atendido ya a más de 2.000 personas con esta situación laboral que no habían precisado ayuda hasta ahora.

Aclara Héctor Colunga, de Mar de Niebla, que cuantificar ahora mismo el número de afectados es imposible, pero recuerda que en la campaña de respuesta social a causa del confinamiento –en el que participaron entidades como la suya, Servicios Sociales y Cruz Roja–, atendiendo a unas 4.000 personas y, de ellas, la mitad no habían precisado nunca de ayudas de este tipo. “Hay todo un estrato de personas con trabajos precarizados que ahora están totalmente desprotegidas. Gente que hasta ahora complementaba alguna ayuda con trabajos de lo que iba saliendo y ahora se ven por primera vez en apuros serios. Ni siquiera las ayudas están bien planteadas: suelen estar por debajo del umbral de la pobreza. Si esa gente no logra ingresos de otra manera, no les llega, no llenan la nevera”, señala.

A su juicio, el sistema general de ayudas como el salario social o el ingreso mínimo vital siguen recibiendo críticas de una parte de la sociedad que cree que estas subvenciones “animan” a no trabajar. “Animaría a cualquiera a intentar vivir al mes con 400 euros pagando vivienda, luz y comida, lo básico. No llega, es obvio que no llega. Hay un desborde importante por este tipo de casos”, asegura.

Desde Cáritas, vinculan también esas 2.000 personas asistidas desde marzo a situaciones de “empleos precarios”. “Iban llegando a fin de mes, pero al tener un salario tan bajo y ahora con un ERTE, ya no llegan”, explican desde la institución, que también colabora en el pago de alquiler de habitaciones –un recurso cada vez más común en trabajadores independientes con empleos precarios que no pueden pagar una vivienda completa– y que, aún así, la mensualidad de esas habitaciones “no baja de los 250 euros”. “Los precios están disparados desde marzo, ni siquiera alguien cobrando el salario mínimo logra pagarlo (el alquiler)”, aseguran. El modelo de pisos compartidos entre trabajadores –y también muchos jubilados– sin ninguna vinculación entre ellos, además, ha disminuido a raíz de la pandemia por la desconfianza lógica de muchos inquilinos que vieron un riesgo claro en compartir espacios con personas de fuera de su entorno.

La actual temporada de frío será un nuevo bache económico para muchos de estos afectados, y las entidades son conscientes de que todavía hay muchas familias al borde de no poder asumir más gastos que están a punto de picar en sus puertas. También Adela Gabarri, de la Asociación Gitana de Gijón, asegura estar ayudando ahora llenar el carrito de la compra a usuarios que hasta ahora subsistían por su cuenta. Estos días trata frenar un desahucio previsto para febrero a una de estas familias afectadas. Colunga descarta que sea el único caso. “Que nadie se engañe: sigue habiendo desahucios en Gijón. Otra cosa es que sobre el papel se vincule o no a la pandemia, pero es que cualquier apuro de este tipo es, directa o indirectamente, una situación sobrevenida por el virus. Las oportunidades laborales perdidas están en todos los sectores”, asevera.

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