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Las obras en la avenida del Molinón vacían el Kilometrín

“Ha bajado mucho la afluencia”, señalan los usuarios de la zona deportiva ante la reforma de la arteria paralela

Roberto Cuñarro corre por el Kilometrín. Ángel González

María Sánchez tiene 74 años y no corre, pero es una habitual paseante en el Kilometrín, la popular instalación deportiva que tras las obras de peatonalización de la avenida de El Molinón quedará integrada en el parque Isabel La Católica. Las actuaciones alrededor de la pista y el impacto del virus han vaciado la instalación deportiva, muy querida entre los corredores gijoneses. “Se nota el descenso, a veces, solo venimos los habituales”, explican los deportistas.

Para Sánchez, el descenso de afluencia en el Kilometrín no es un inconveniente. Al contrario, es toda una ventaja. Pertrechada con gorro y abrigo para el frío y con mascarilla para el virus, suele pasear por la pista deportiva. “A la playa de San Lorenzo ya no voy tanto porque hay mucha gente”, comenta. Esta veterana está en plena forma. Su rutina es para tomar nota. Suele dar seis vueltas, lo que equivale a casi seis kilómetros. “Hay que estar en forma porque con la edad pasa como con las visagras, si no te ejercitas, te oxidas”, explica con buen humor. Sobre las obras, echa un capote al Ayuntamiento. “Ahora el aspecto es feo, pero hay que esperar a que terminen para ver cómo lo dejan”, finaliza antes de proseguir con su circuito.

Francisco García, en un entrenamiento.

Francisco García sobrepasa como un rayo a Sánchez. Tiene 40 años y es capaz de poner sus piernas a un ritmo de tres minutos y 45 segundos el kilómetro. Ayer se metió entre pecho y espalda la cifra de 11.000 metros. Desde hace tiempo, es un afinado atleta popular. Forma parte de un club de triatlón llamado Skypiteam. Reconoce que de un tiempo a esta parte se ve menos afluencia por el Kilometrín. Él lo achaca a la pandemia y a las obras. “Ahora se puede correr con normalidad, no como cuando lo cerraron por tramos”, señala. “Cada vez se nota menos gente, apenas seguimos viniendo los habituales”, cuenta.

A un ritmo mucho más pausado camina Adai Domenech, un chico de 21 años que ayer se dio un paseo por la zona escuchando música. Por sus cascos suenan grupos de pop y lo que el azar decida en Youtube. Va con abrigo y jersey. “Podrían darse algo más de prisa con las obras. Se nota que vienen menos personas por eso y el covid”, afirma. Domenech se ha aficionado a el Kilometrín desde hace relativamente poco tiempo. “Vengo porque se está muy bien paseando al sol”, dice, mientras recorre el trayecto en paralelo al río Piles.

Quien se toma muy en serio el tema del running, o sea, lo de salir a correr, es Roberto Cuñarro, un electricista de 50 años. Lleva una década tomándose en serio el atletismo popular. Corre unos ocho kilómetros unas tres veces por semana. Y siempre suele andar por el Kilometrín. “Las obras van muy atrasadas y no hay fuentes. Está claro que eso influye en que se note el descenso de corredores”, puntualiza. Y parecido piensa su mujer, Eugenia Martín, de 51 años. “Hay descenso, pero aún así es una buena opción porque en el Muro hay muchísima gente”, finaliza una de las habituales del Kilometrín, el popular circuito de running al que las obras y la pandemia han vaciado.

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