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Más de mil gijoneses, con el tiro deportivo en el punto de mira

El Chas, Ensidesa y Sogito son los clubes de referencia de una disciplina “tan segura como el ajedrez”

Tiro, el deporte que enamora a más de un millar de gijoneses

Tiro, el deporte que enamora a más de un millar de gijoneses Pablo Palomo

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Tiro, el deporte que enamora a más de un millar de gijoneses Pablo Palomo

La mampara protectora de uno de los fosos de tiro olímpico del Club Ensidesa refleja la antorcha de los altos hornos de Arcelor. Un cartel exige silencio a la puerta, mientras Rocío Conde y Flaviano López cargan el próximo cartucho en su escopeta. Eduardo Fernández, el presidente de la entidad, está detrás de ellos. Se mete sus dedos índices como si fueran corchos en sus orejas para proteger sus tímpanos. De pronto, un plato de arcilla naranja cruza el horizonte. Dura un segundo en el cielo, lo mismo que tarda uno de los dos en apretar el gatillo y hacer añicos el plato y el silencio que exigía el cartel de la puerta.

Escenas como esas se repiten a diario en el Club de Tiro Ensidesa, en la Sociedad Gijonesa de Tiro Olímpico (Sogito) y en el Club Hípico Astur (Chas). Las tres entidades suman 1.407 licencias federativas, aunque comparten entre sí muchos socios. Estos clubes conforman la radiografía del tiro deportivo en Gijón, un deporte profundo, con más de 90 modalidades, y exigente física y mentalmente. También es una disciplina sometida a un injusto estigma, el de las armas. Una mácula irreal para sus protagonistas. “Se producen los mismos accidentes que en el ajedrez”, aseguran portavoces de los tres equipos.

El Sogito se asienta sobre terreno municipal en el camino Monte Mirón, en la parroquia de La Pedrera, desde 1974. Hunde sus raíces en el extinto Club La Armonía, afincado antaño en La Providencia. El club es por méritos propios una de las catedrales del tiro en Asturias y una referencia en España con 544 licencias y 35 de ellas pertenecientes a jóvenes de entre diez y 18 años. Tras su muros se practican varias modalidades de tiro deportivo, pero destaca el IPSC, o sea los recorridos de tiro. Tienen siete calles, que son de lo mejorcito del país. Organizan todos los años varios torneos regionales y nacionales.

Piedad González es la presidenta de la institución desde hace 11 años. Lleva 23 de socia, es de El Entrego, y la contemplan más de 25 participaciones en competiciones nacionales. Cuenta que a ella de niña no le regalaban muñecas, sino cartucheras y revólveres de plástico. “Hay una clave en este deporte. Las armas te tienen que apasionar”, explica. “En Sogito, además de buen nivel, tenemos mucha participación”, destaca.

Fernando Muñiz forma parte de Sogito. Es un deportista improbable. A sus 48 años es la única persona que compite por todo el país en recorridos de tiro yendo en silla de ruedas. A Muñiz su vida le cambió en 2004. Se cayó por el hueco de un ascensor de un edificio. Era albañil. Fue un milagro que sobreviviera. Ya era tirador de antes y la adversidad no le borró la pasión. Ha competido a nivel mundial y nunca ha sido último en ningún torneo. “El tiro requiere un desarrollo físico, pero sobre todo mental. Hay que tener mucho control de uno mismo”, abunda.

El tiro tuvo un valor terapéutico para Adrián Cepedal, otro socio de Sogito. A sus 41 años, hoy es técnico deportivo superior, pero antes fue jugador profesional de hockey. Estuvo en el Gijón Racing, entre otros, y fue preseleccionado para los Juegos Olímpicos de Pekín de 2008. Una lesión en el tobillo en 2009 lo echó todo por tierra y terminó por retirarse al año siguiente. El título que ahora ostenta se lo sacó estudiando en Sogito, entre disparo y disparo. “Psicológicamente, el tiro me salvó. Te da autocontrol”, asegura.

–“¿El tirador se hace o nace?”

La pregunta la introduce Florentino Magaz, 67 años, y maestro tirador. Llegó a ser tercero en un campeonato del Mundo de Policías y Bomberos. “Este deporte no es sencillo. Requiere tiempo y esfuerzo”, indica. La misma opinión tiene Mónica Magaz, su hija, y otra habilidosa tiradora. “Mucha gente ignora que hay muchas mujeres que practican este deporte”, cuenta.

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Socios del club de tiro Ensidesa Marcos León

En el Club de Tiro Ensidesa, nada de lo que sucede es ajeno a Eduardo Fernández, el presidente de la entidad desde hace dos décadas. Lo fue además en un época pasada, de 1981 a 1992. Es ingeniero y trabajó para Ensidesa. Se encarga de todo. Desde repasar que todo esté en orden hasta dudas de los socios sobre cómo afrontar el pago de las cuotas. Es, grosso modo, el sheriff del lugar y conoce como la palma de su mano los 90.000 metros cuadrados que son sus dominios. “En nuestras instalaciones entrenan dos veces al año la Policía Local de Gijón y 800 vigilantes de seguridad”, explica con orgullo.

El Ensidesa tiene 832 socios y se asienta en el camino de Serín. Sus instalaciones son asombrosas. Cuenta con tres fosos de tiro olímpico, los únicos de Gijón, y de skeet, que se traduce como tiro al plato. Tiene también varias galerías de tiro, desde una de 200 metros que es la única del norte de España, hasta otras más pequeñas para pistolas de aire comprimido, pistola standard y de pistola velocidad. Además hay seis calles de IPSC y todo con Arcelor rugiendo de fondo.

Flaviano López es uno de los socios del Ensidesa. Tras practicar tiro olímpico con Rocío Conde se recompone jugando una partida de cartas en la cafetería del club con otros tres compañeros. Tiene 63 y está jubilado. Se metió en el mundillo, dice, como todos. “Empecé como todo el mundo, en las Ferias. Ahí empieza el lío”, considera. Lo dice porque para López el tiro deportivo es un deporte absorbente. “Es adictivo, casi todo depende de ti”, añade. Hace un tiempo acudió a dar una charla al colegio de su nieto. Dice que se llevó todo menos el arma, porque no le dejaron. “Así fue, pero este es un deporte seguro. Nunca vi un accidente”, apuntilla.

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Socios del club de tiro del Chas durante sus prácticas Marcos León

Todo el mundo sabe que el Chas es una referencia mundial de la hípica. Sin embargo, también posee una modesta galería donde es habitual ver a su actual presidente, Mario Vigil. La sección de tiro deportivo del club cuenta con 31 licencias. Algunos de sus socios emplean para su disfrute armas históricas de pólvora negra. Lo que en la jerga se conoce como “Avantcarga”. Así no es raro ver artilugios como un revolver Colt Outlaw de 1975, que recuerda a las películas de vaqueros.

Tanto Francisco Javier Riera como José Ricardo Ruiz podrían pasar por John Wayne por su puntería. De no ser porque ellos mismos rechazan cualquier comparación cinematográfica. El primero tiene 79 años y fue presidente del Chas entre 1988 y 1991. Y el segundo tiene 72 y también pertenece al club que preside Vigil. “Si lo de las películas fuera verdad...”, empiezan a decir. “Por ejemplo, Harry ‘El Sucio’ tiraba con un magnum del 44 que tiene un retroceso como si te pegara una mula. Es imposible tirar sin que se te mueva el brazo. Es pura física”, razonan los dos veteranos.

Ambos tienen a su espalda un amplio palmarés y una visión amplia de miras de un deporte que practican con devoción desde hace décadas. A su juicio, hay poco relevo generacional. “Necesitas entre dos y tres años de preparación solo para aprender. Hoy se prefieren más los deportes con resultados rápidos”, explica Riera. “Como en cualquier deporte, exige una preparación. Si quieres estás arriba, tienes que entrar”, prosigue. “Las medidas de seguridad son extremas. Aquí ni se guardan las armas ni la munición. No se puede tener un accidente”, apuntilla Ruiz, que llegó a hacer la mínima para unos Juegos Olímpicos.

Su visión de veteranos completa la radiografía del tiro deportivo en Gijón. Una disciplina que en el concejo capitalizan con buenos resultados a nivel regional y nacional el Chas, el Ensidesa y Sogito. Sus deportistas practican con una pasión y cuidado extremos una disciplina tan rica como desconocida y que en Gijón está en el punto de mira de más de mil personas.

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