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La figura de la semana | Boni Ortiz Cabello, experto teatral y directivo del Ateneo Obrero

El viejo anticapitalista amante del teatro

Comprometido y apasionado, trabajó de minero para conectar con su gen reivindicativo | Participante activo en la cultura y política gijonesa

El viejo anticapitalista amante del teatro

Boni Ortiz (Madrid, 1953) en su juventud, durante sus primeros años laborales, tenía entre ceja y ceja una meta: entrar a trabajar en la mina. Tardó tres años en conseguirlo. El motivo era empaparse del mito revolucionario de ese colectivo que admiraba, y que acogía a la perfección ese gen activista que adquirió cuando con catorce años entró en el grupo de teatro “La Máscara”. Pero su etapa en la mina en La Camocha duró apenas tres años. “Cuando vi que lo único que les importaba era quién aparcaba el coche más grande me fui”, recuerda siempre a modo de anécdota entre sus amigos y entorno cercano del mundo de la cultura y el activismo político.

Aunque nació en Madrid, con apenas cinco años llegó a Gijón, al barrio de El Llano primero y después a Laviada. Pronto despertó su interés por el teatro y la política. Dos vías que nunca abandonó, en la que disfrutó haciendo lo que quería. Pero cuando se le pregunta quién es Boni Ortiz, su respuesta se decanta por una vía: “Soy un viejo anticapitalista, es lo que da sentido a mi vida, lo otro es pura afición. Me gusta mucho sentarme, ver el teatro y degustarlo, eso es una maravilla”.

Bonifacio Ortiz Caello “Boni”, tras formar parte de “La Máscara”, aterrizó en la sociedad cultural Gesto en 1970, un espacio que le marcó, y en el que incluso llegó a celebrar el banquete de su boda, con su primera pareja, a base de sidra y tortillas con los amigos de la asociación. En Gesto despertó su vena activista y revolucionaria, y pasó a ser simpatizante de CRAS (Comunas Revolucionarias de Acción Socialista). En esos años llegó también a pasar algunos días detenido por actividades de protesta. Pero el recuerdo con el que se queda fue –junto a las obras de teatro y recitales– de empaparse de largas y tendidas charlas y análisis, en Gesto, en años en los que la revolución, en la antesala de la llegada de la democracia le hicieron quedarse en la ciudad.

Sin esa experiencia su camino hubiera estado de vuelta a Madrid. Lo tenía todo preparado para estudiar Arte Dramático en la capital, pero decidió quedarse en Gijón. Fue entonces cuando pasó a trabajar primero en Ensidesa, y después en los astilleros y la Fábrica de Loza.

Con su jubilación anticipada hace casi dos décadas pudo entonces dedicarse en cuerpo y alma a su pasión cultural. En primer lugar con el teatro, con el anuario que publica de forma anual a modo de memoria, y también recopilando su historia en Asturias en diversas publicaciones, entre ellas “Los pioneros del teatro de creación en Asturias” (2000); “Lorca y Asturias” (2002); “Aurora Sánchez y el teatro asturiano” (2003); “El teatro en Asturias durante la Segunda República y la Guerra Civil” (2007); o “101 críticas teatrales” (2014). También fue parte muy importante de la revista teatral “La Ratonera” y durante muchos años coordinador de la publicación “Anuario de teatro de Asturias”. Todo ello después de la librería La Manzorga –que en asturiano significa la izquierda– en la calle de El Carmen.

Aunque le gusta más su papel de espectador que subirse a las tablas, los que le vieron actuar cuando era un chaval a principios de los setenta le recuerdan por su dominio de la poesía. “La primera vez que le vi recitar fue en 1971, con los poemas de ‘Mi general’, que León Felipe dedicó a Franco unos años antes tras firmar el generalísimo la pena de muerte de Julián Grimau. Yo nunca había leído a León Felipe, que había muerto en el exilio mexicano cuatro años antes, pero Boni ya era experto en la vida y la obra del poeta zamorano”, señala el historiador Luismi Piñera.

Es difícil de encasillar su figura con una actividad concreta en Gijón, porque Boni Ortiz ha pasado por muchos espacios. Feten, el teatro Jovellanos, la Consejería de Cultura o los Premios Max han contado con su colaboración. Al igual que el Ateneo Obrero, donde a día de hoy ejerce como directivo.

“Es muy comprometido y serio. Sabe escuchar, dialogar y discutir, pero es muy firme en sus ideas”, señala una de las personas que ha compartida junto a él muchas tardes y noches de charlas, en las que Boni nunca se despegaba de su tabaco de liar para saborear aún más el debate. “Cuando hay algo que le ilusiona, lucha y trabaja en ello sin descanso. Es muy apasionado”, apuntan sus allegados, que resaltar su fina ironía en momentos puntuales.

Padre de dos hijas, que siguen sus pasos con un carácter reivindicativo y revolucionario, Boni Ortiz sigue también con la política presente en su vida. Militante de anticapitalistas, formó parte del grupo fundador de Podemos en Gijón, aunque como le había sucedido con la mina, se desencantó y se retiró. “Viví y participé en lo que quería, nunca me senté a mirar lo que sucedía”, resume Boni Ortiz sobre su vida, con motivo de un encuentro con los directivos y socios de Gesto, una entidad que le marcó y con la que ahora se ha involucrado para celebrar sus sesenta años de vida, pero que solo supone una pequeña parte de una dilatada trayectoria de “un apasionado del teatro, lo político y lo social”.

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