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El perjuicio varía según la frontera de Gijón

El cierre perimetral afecta principalmente a los vecinos que residen en el límite con Siero y Llanera: “Ahí hacemos toda nuestra vida”

Juanjo Moro, con su casa detrás, en el inicio del concejo de Gijón en Fano. Marcos León

Unos metros de diferencia pueden suponer un contratiempo importante. Para ir a la compra, atender la huerta, visitar a un familiar o ir al médico. Aunque la situación no es nueva, el cierre perimetral deja en el limbo a los que viven en la frontera entre municipios. En el caso de Gijón, los vecinos más afectados son los que tienen sus casas en la raya con Siero y Llanera. “Ahí es donde hacemos más vida, así que no poder salir de Gijón es una faena”, reconocen los habitantes de las casas de Fano y Carbaínos más cercanas a la frontera con los dos municipios del centro de Asturias.

A los que ven desde sus ventanas los concejos de Carreño y Villaviciosa no les preocupa tanto este cierre, porque ahí Gijón les sigue quedando más cerca y siendo su centro de cabecera. “El único pero es que no puedo ir a ver la huerta y la panera que tengo en Albandi, no sé si me darán permiso para ir. Pero lo que tengo claro es que no podré ir a pescar a Xivares, que es algo que me encanta”, explica Chano García Cuervo, habitante de Senda La Falconera, pegado a la Central Térmica de Aboño, a escasos metros del concejo de Carreño.

Chano García Cortés, junto a su vivienda en La Falconera, en el límite con Carreño.

Gijón linda también con Sariego y Corvera, aunque en el primer caso su unión es mínima, por la Peña Los Cuatro Jueces (donde se unen Gijón, Villaviciosa, Siero y Sariego), mientras que con Corvera se reduce a un pequeño espacio junto a la entrada a Cogersa, sin viviendas ni carretera al otro concejo.

Los gijoneses más afectados por el cierre perimetral se sitúan en la zona pegada a Siero. Juanjo Moro tiene justo delante de su vivienda el cartel que indica el cambio de concejo. Su vida, y la de su familia, está dividida. “La contribución la pago en Gijón, pero al médico vamos a Pola de Siero y mis hijos también tienen allí el colegio”, explica.

“Aquí se ponían antes a hacer controles, en este cierre aún no lo han hecho; pero nunca me han puesto ninguna pega para poder ir a Siero, y eso que alguna vez fui cuando estaban haciendo algún control justo aquí delante. Se agradecería que aplicasen el sentido común”, cuenta, instantes antes de que una patrulla de la Guardia Civil pase por esa línea divisoria.

José Luis Bernal, en Carbaínos, señalando hacia la frontera con Llanera, situada a escasos metros.

“Lo que más me preocupa ahora es que hay una grieta en la carretera hacia la Pola, a la altura de Muncó, lo que hace que esté cortada, y tengo que ir por Muñó y pisar algo de terreno de Noreña, que está cerrado perimetralmente”, señala Moro. Para ir a la compra y visitar todos sus familiares se desplaza a Pola de Siero, porque en circunstancias normales tarda unos diez minutos, mientras que si va a Gijón, con el tráfico, emplea el doble de tiempo.

Una patrulla de la Guardia Civil, entrando en Siero.

José Luis Bernal, en Carbaínos, en la parroquia de Cenero, se queda ahora sin el disfrute de ir hasta Llanera para despejarse. “Esa zona es más llana para caminar y teníamos el sitio para echar la partida”, cuenta, mientras recoge leña junto a unos eucaliptos que marcan la frontera con Venta de Puga. Paradójicamente, ahora va a echar de menos poder acercarse a un concejo que siempre fue rival. “Antiguamente los de Cenero no se podían ver con los de Llanera, pero eso ya fue hace años; ahora es un contratiempo, porque tengo el supermercado de Lugo de Llanera a cinco minutos, y a Gijón es un incordio ir en coche a comprar”, destaca antes de añadir que toca ser responsable: “No queda otra que cumplirlo. No ha habido controles por el momento, pero con el otro cierre sí que estuvieron encima y lo entiendo”.

Ana Suárez, junto a su restaurante de Villaviciosa, con el concejo de Gijón delimitado por la carretera que pasa justo al lado. | Marcos León

En la franja que une Villaviciosa y Gijón, la situación es la contraria. En la parroquia gijonesa de Deva vive Oliva Rodríguez, en Castañera. El camino que pasa por delante de su casa sirve de separación entre municipios. “Apenas salgo de casa y lo poco que hago es ir al médico a Gijón. A Villaviciosa no voy nada, porque la finca que tengo cerca de Peón la tengo alquilada”, señala. Cerca de su casa, a escasos cien metros se encuentra Ana Suárez, que pertenece ya al concejo maliayés, en la localidad de Curviellu. “El médico lo tenemos en Venta Las Ranas, pero el resto lo hacemos todo en Gijón”, señala. En su caso, además, regenta el Restaurante El Pinal, situado justo delante de su casa, y que se ve afectado ahora por este nuevo confinamiento de Gijón: “El 80 por ciento de mis clientes son de allí; si lo cumplen, no tendré apenas clientela”.

La grieta que corta la carretera en Muncó, en el límite entre Gijón y Siero.

En una situación parecida está en Muniello (Carreño) Marisol González. “Aquí lo bueno es que estamos abandonados, casi no viene el cartero ni a recoger la basura, así que para esto del límite somos zona de nadie, puedo pasar sin problema a Gijón”, señala antes de añadir que en la rotonda que tiene delante es el cambio de concejo y que por el momento no ha tenido ningún control policial. “Ahora no se ve apenas nada, pero seguiré yendo a La Calzada para llevar a mis hijos al colegio”, apunta.

Los dos primeros días de cierre se saldan sin apenas presencia policial en las fronteras de Gijón con los concejos con que limita. Aunque los testigos en el límite sí que ven que no se cumple a la perfección. “Los ciclistas siguen pasando, y muchas veces, cuando regresan a Gijón, gritan que ya están cumpliendo la ley”, concluye Moro, vecino de Fano, resignado a otro cierre perimetral, y ahora con otra traba extra: una carretera cortada para ir a Pola de Siero.

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