El mundo del Derecho local llora el fallecimiento del procurador Aurelio Arcadio Fernández García, ayer, a los 96 años. Nacido en Luanco, pero de adopción gijonesa, desarrolló su profesión durante más de medio siglo y fue condecorado por el Ministerio de Justicia con la cruz de la Orden de San Raimundo de Peñafort por su implicación profesional en 2011. “Trabajó muchos años y ejerció dignamente la profesión. Siempre se sintió procurador a pesar de estar jubilado”, destacó ayer la decana del Ilustre Colegio de Procuradores de Gijón, Ana Belderrain.

Fernández García dio sus primeros pasos como procurador en 1955 de la mano de Francisco Hevia Álvarez, tío de la figura de la Transición Torcuato Fernández Miranda. Hevia Álvarez fue una figura influyente en la vida del jurista. Él mismo reconoció que “le animó a seguir adelante” y no “caer en el camino” en sus primeras batallas judiciales en Oviedo y Gijón. Antes de colegiarse, en la década de los cincuenta, trabajó en la fábrica de conservas La Polar.

El procurador estuvo 65 años casado con su viuda, Carmen Fidalgo, quien falleció el pasado 18 de enero. De esa unión nacieron cuatro hijos, Ignacio Fernández, quien fuera capitán marítimo de Gijón durante 26 años hasta su muerte en junio de 2019; José Luis, que trabaja como médico en Inglaterra; Francisco, conocido abogado gijonés; e Isabel, también licenciada en Derecho y ahora funcionaria en el Ayuntamiento de Ribadesella.

Con medio siglo de experiencia profesional a sus espaldas, Fernández García era muy conocido entre los procuradores asturianos. Así lo explica Mateo Moliner, con 35 años de ejercicio. “Era de la vieja guardia. Cuando empecé ya llevaba años de trabajo. Era serio en el trato y un gran conocedor de su oficio. Siempre se manejaba muy bien”, destacó. También le conoció el gijonés José Ramón Fernández de la Vega, con casi cuatro décadas como procurador. “Fue buen compañero y buen profesional. Todos aprendimos mucho de él. Era un veterano y en su época fue puntero”, aseguró.

Fernández García estaba afincado en Gijón, pero nunca olvidó Luanco. En la capital gozoniega también deja hueco. Cada año acudía a las fiestas del Socorro y en una ocasión fue pregonero. Apasionado de su trabajo, familiar, gustaba de pasar tiempo con los suyos. Desde 1998 figuraba como no ejerciente en el Colegio de Procuradores, pero eso no le hice perder la pasión por su profesión. Sus restos reposaban ayer en el tanatorio de Gijón-Cabueñes y hoy, a las 16.30 horas, serán conducidos al cementerio de Luanco donde recibirá sepultura.