“Hasta siempre, Elisburu”. El ahora colegio Pumarín se despidió ayer oficialmente del antiguo nombre con un emotivo y metafórico homenaje que, aunque separados y con mascarillas, sirvió para reunir en el patio de recreo a todos los alumnos. La cita fue breve –una profesora leyó un poema y un alumno soltó un globo de helio rotulado con el antiguo nombre–, pero “necesaria”. Para la directora, Luisa María Lendínez, el acto marca un antes y un después. “Todo este curso será un año de transición, pero el nuevo nombre se merecía una bienvenida especial que nos permita empezar con buen pie, sin polémicas”, explicó.

La pequeña Noa Agüera, con su disfraz del nuevo nombre del centro. En el círculo, Mercedes Ramos.

La única referencia al cambio de nombre se citó, casi de pasada, en la lectura del poema. Los versos eran autoría de la docente Carmen Macías, pero quien los locutó fue la profesora Mercedes Ramos, la empleada con más antigüedad del centro que está ubicado junto a las populares viviendas “mil quinientas”. Y dijo: “Por motivos bien ajenos a cuestiones escolares, hoy se modifica el nombre del cole de muchos padres”.

El Pumarín despide al Elisburu

La comunidad educativa ha abogado por ver este cambio como un homenaje a su barrio y al propio centro (que nació “allá por los años setenta” cuando en Pumarín “muchos niños no tenían escuela”, tal y como reza el poema) y no tanto por las razones que motivaron la modificación. Porque, si bien muchas familias saben que el nombre de la escuela hacía referencia a Julián Gómez Elisburu, dirigente de la Falange en la ciudad durante los años cuarenta, ninguna lo entendía ya como un tributo a ese inspector de Educación del franquismo. El Elisburu era el Elisburu. Un colegio “y no un hombre”. Pero que el centro pase a llamarse ahora como el barrio que les acoge, al menos, “tiene sentido”, explicaron los docentes.

El Pumarín despide al Elisburu

La pequeña Noa Agüera, alumna de primer curso de Infantil –la primera promoción que asociará su colegio al nuevo nombre–, salió ayer al patio luciendo un traje de gomaespuma con forma de corazón y la palabra “Pumarín” rotulada en el centro. Lendínez cree que la niña “ilustra bien” la jornada de ayer. “Sus tres hermanos fueron alumnos aquí, cuando éramos el Elisburu, y ella, la más pequeña, empieza el colegio justo cuando cambia de nombre”, razonó la directora, que supone que para los alumnos de Infantil la transición vaya ser más natural. “A nivel de barrio es probable que la cosa tarde más tiempo en asentarse. Es pura costumbre”, añadió. El Pumarín estrenó también nuevo logo, presentado en una pancarta por la alumna Sofía Suárez.

Para que la despedida fuese amable, el alumno Enol Blanco fue el encargado de liberar un globo de helio con el antiguo nombre del centro. Sus padres llevan toda la vida vinculados al colegio (su madre es cuidadora de comedor y, su padre, coordinador de actividades deportivas), y él termina este año sus estudios de Primaria, por lo que su familia representa cómo el vínculo al antiguo Elisburu traspasó a varias generaciones. El globo salió volando tras la lectura del poema y la mayoría de niños aplaudieron, aunque a varios profesores se les escapó alguna lágrima. “Los cambios a veces cuestan, pero se llevan mejor si estamos acompañados. Lo importante es que vamos a seguir trabajando igual de bien, como siempre”, zanjó la directora.