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Casa Natal Jovellanos, museo frustrado cincuenta años después de su apertura

Una criticada reforma, la falta de espacio y la atención al recuerdo de Jovino impiden que la instalación de Cimadevilla sea una gran pinacoteca

El Museo Casa Natal Jovellanos, con la exposición temporal sobre el arquitecto Miguel Díaz y Negrete.

El Museo Casa Natal Jovellanos, la casa palaciega de finales del siglo XV que fue declarada monumento histórico artístico en 1983, se inauguró el 6 de agosto de 1971 en Cimadevilla con tantas limitaciones de partida que jamás ha podido convertirse en el gran centro museístico (pintura, desde luego, pero también escultura o piezas de otras artes visuales e industriales) que Gijón anhela históricamente y está en condiciones de materializar por la calidad de sus fondos. Así lo acreditan la importancia y número de sus colecciones municipales de Bellas Artes.

La ciudad de los pintores, como se suele decir en atención al número de creadores importantes relacionados con Gijón, ha tenido mala suerte con el destino de sus fondos artísticos. La reciente publicación de “Difusión y evocación”, estudio en el que el historiador Francisco Crabiffosse sigue la pesquisa de la quema en 1936 de la sobresaliente colección de dibujos de Jovellanos, reconstruye un contexto de insuficiente atención a un fondo artístico sin parangón. No siempre se aprende de las lecciones de la historia.

La cercana celebración del medio siglo de apertura al público de Casa Natal Jovellanos, cuyo programa se presentará el próximo marzo con actividades que se desarrollarán a partir de mayo, ha reabierto el debate sobre la incapacidad de sucesivos gobiernos municipales para hacer el museo de Bellas Artes que Gijón necesita. Después de ver el primer proyecto que ha presentado el equipo de la alcaldesa Ana González para el edificio de Tabacalera, también en el barrio alto, hay quienes temen que la ciudad pierda de nuevo una ocasión de oro para poner remedio a un viejo problema.

Casi se podría afirmar que el proyecto de Casa Natal Jovellanos, que debería estar dedicado de manera exclusiva al mayor de los ilustrados españoles y a los estudios de su época, nació malogrado. ¿Por qué? Está explicado por su directora, Lucía Peláez, en un minucioso y desatendido informe que presentó en instancia municipal el 20 de noviembre de 2017.

Además de dar la alarma por el peligro que corren los escasos fondos que se exponen en la instalación de Cimadevilla, tal y como destapó LA NUEVA ESPAÑA días después, analiza sin paños calientes la cadena de errores que limitan las posibilidades museísticas de Casa Natal Jovellanos.

La primera es que el proyecto nació con una doble función: la de ser un centro dedicado a Jovino y, a la vez, servir como museo de los fondos artísticos municipales. La segunda es que, en los años sesenta del pasado siglo, la casona-palaciega “sufrió una reforma integral devastadora que alteró significativamente las características morfológicas del inmueble”, en palabras de la directora. A juicio de esta última, “la nefasta intervención llevada a cabo sobre el inmueble y las consecuencias del paso del tiempo” están detrás de los problemas actuales.

Con una superficie útil de unos mil metros cuadrados, Casa Natal Jovellanos tiene que atender a esa doble dedicación (Jovellanos y centro expositivo de las colecciones locales de Bellas Artes) con unas salas de exposiciones que suman apenas 650 metros cuadrados. El informe era contundente: “(El edificio) no reúne las condiciones necesarias ni para garantizar la conservación de la colección, ni para que el museo pueda desarrollar las funciones que le son propias”.

El Museo Casa Natal Jovellanos puede exponer solo un centenar de las más de 4.600 piezas de sus colecciones. Estos fondos están archivadas en dependencias de los antiguas Cerámicas Piti, naves municipales en Leorio. Hay colecciones de pintura asturiana de los siglos XIX y XX, también de escuelas europeas y del llamado “legado de Lledó-Suárez”. La instalación acoge, además, el “Retablo del mar”, de Sebastián Miranda, o piezas importantes de Navacués y Orlando Pelayo, entre otros.

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