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Jove celebra a su patrón y agota las rosquillas sanadoras

La misa de San Blas reúne a solo medio centenar de fieles para mantener las distancias

Voluntarias de la parroquia dispensan gel a la entrada de la misa festiva de San Blas en Jove. Ángel González

“No podemos maltratar nuestra garganta y luego pedir a San Blas que nos cure”. La homilía de la misa en honor al patrón de Jove, al que se encomiendan las dolencias del gaznate, se convirtió ayer en todo un alegato en favor del autocuidado en tiempos de pandemia. El párroco de Santa Olaya, Fernando Díaz, fue el encargado de dirigirse a los fieles, mermados a alrededor de medio centenar este año para mantener las distancias de seguridad. Y no perdió la ocasión de llamar a “responsabilizarnos para prevenir y cuidar la salud personal y del otro en la medida de nuestras posibilidades, siguiendo el ejemplo de San Blas”.

“A veces la enfermedad viene por nuestra inconsciencia e irresponsabilidad, y nosotros tenemos una parte en ello, tenemos que asumir nuestra responsabilidad”, exhortó el religioso a un público fiel, de personas que este año sólo han podido acudir desde Gijón, pero que tradicionalmente juntaba a devotos de varios concejos circundantes. “Yo vengo todos los años, es una tradición ya de hace mucho porque tenía problemas de afonías y dolores de garganta. Incluso me mandan un cordón desde Euskadi que se tiene que llevar puesto y se quema el Miércoles de Ceniza”, explicaba en los soportales del templo César Suárez, mientras esperaba pacientemente a que su esposa se hiciera con varios paquetes de las rosquillas del santo. “Dicen que son curativas, y yo no sé lo que será pero el caso es que mal no me hace”, indicaba con lógica aplastante el vecino de El Llano.

Arriba, la venta de las rosquillas. En los círculos, Rosa Mari Mediavilla muestra una mascarilla de San Blas y el sacerdote Fernando Díaz durante la eucaristía. | Ángel González

Muchos por devoción y otros por tradición, San Blas siempre juntaba a centenares de fieles en el templo, pero este año “todo es diferente, no se ha podido ni bajar al padrón de la peana, como no hay procesión...”, se lamentaba Rosa Mari Mediavilla, una de las encargadas de mantener el orden en la iglesia a la llegada de los fieles, echando gel e indicando dónde colocarse. “La verdad es que es una pena, mucha gente mayor no ha venido por miedo, o por temor a no tener sitio. Cuando hemos llegado a las diez de la mañana ya había gente esperando a la puerta, y mira si San Blas funciona que hace un día radiante, como todos los años”, aseguraba la vecina, que ha hecho llegar paquetes de rosquillas a muchas personas de más edad que no han querido ponerse en riesgo.

Curados en salud por San Blas

Otros en cambio han decidido mantener la costumbre, acercándose a los salones parroquiales para hacerse con los dulces que ya son tradición de muchos años y que se acabaron agotando. “Todos los años vengo y me llevo un paquete para cada hijo, no se puede fallar”, aseveraba Pivi Abad, vecina de Jove, haciendo cola para entrar en riguroso orden al reparto, con sólo tres personas cada vez y con sistema de tickets de preventa para no manosear dinero y rosquillas.

Delante de ella, las primas hermanas Ángeles y Rocío Lorenzo también esperaban turno. Era la segunda vez que festejaban a San Blas en Jove, porque ellas son del pueblo cacereño de Casillas de Coria. “Allí también se celebra por todo lo alto, con mucha fiesta y mucha gente. Pero como este año no se puede viajar, pues hemos venido a Jove”, relataban encantadas de que la tradición se mantenga aunque sea con restricciones. “Y además, quién sabe si San Blas también protege del coronavirus”, aventuraban. Sea como fuere, el año que viene esperan repetir, y “que sea sin mascarilla”.

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