La Cocina Económica celebró ayer el Antroxu con un menú especial de pote en el primer plato gracias a Otea, que ha donado los ingredientes para la elaboración de más de 300 raciones. “Aquí somos muy de celebrar, siempre queremos distinguir las ocasiones especiales”, resumía sor Marisela Cueto, directora de la entidad. Y eso que la cosa no está para demasiados festejos, con una cola de usuarios que da la vuelta a diario a la manzana.

Les pone cifras Luis Torres, presidente de la Asociación Gijonesa de Caridad. “En enero servimos 16.500 comidas, una cifra que nunca habíamos visto y que calculamos que seguirá creciendo a lo largo del primer trimestre del año”, explicaba. A las cifras que no paran de crecer se suma otro motivo de preocupación: la notable bajada de la edad de los usuarios que empiezan a llegar a las puertas de la casa. “No sabes sin vienen a traer o a llevar comida”, resume Torres gráficamente, antes de recordar que “lo primero es dar de comer, pero así no se arreglan las cosas. Si no hay trabajo, no podemos hacer mucho, sobre todo cuando el dinero no falta para otros”.

La Cocina Económica ha reabierto el comedor con una capacidad para 30 personas, pero de momento no se han llenado nunca. “Entran unos 18 o 20 usuarios, pero muchos prefieren coger la comida e irse, seguimos con el sistema de preparar la comida en túpers y bocadillos para la cena”, explica Luis Torres.

Los gestos como los de ayer “son de agradecer, todo el mundo se merece una alegría”, pero para el presidente de la Asociación Gijonesa de Caridad las acciones deben llegar de otros actores y deben tener visión de futuro para acortar un problema que engorda día a día. “Vemos gente que nunca pensamos que pasaría por aquí, es tremendo”, asegura.

Ayer, pudieron disfrutar de un menú distinto de la mano de Otea y de Divertia, una colaboración que como recordó Élida Suárez, miembro del comité ejecutivo de Otea y directora del Hotel Moderne, se lleva produciendo desde hace varios años “en un año especialmente complicado para todos”, señaló.

El pote de Carnaval se completó con pollo con guarnición y postres y bebida, y pese a todas las dificultades, “siempre salimos adelante en la casa, nunca nos ha faltado la comida y así intentaremos que sea siempre”, abundó Marisela Cueto. El año pasado, y a pesar de que el Ayuntamiento inyectó 100.000 euros extra a las cuentas de la Cocina, “cerramos con 200.000 euros de pérdidas, que se cubrirán con cargo a otras partidas de la entidad”, recordó Torres. Con todo, esperan “salir adelante y seguir ayudando a todo el que lo necesite”, apuntó, con unos meses por delante que se esperan muy duros.

El año se cerró con el triste récord de 227.557 servicios prestados, con comidas, cenas e incluso desayunos para quienes viven en la residencia de la Cocina. “Tenemos a 30 trabajadores y hemos tenido que aumentar la plantilla para poder atender a todo el mundo”, recuerdan los gestores de la Cocina, conscientes de que las necesidades son muchas y los medios, limitados a pesar de la buena voluntad de quienes ayudan. Al menos ayer, durante unos instantes, el Antroxu llegó también a los que peor lo están pasando en forma de una comida especial. Y con el deseo de servir muchas menos el año que viene.