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Las tiendas de disfraces, tras un Antroxu desastroso: "Es desolador"

“La bajada de ventas es de casi del 100%”, lamentan las tiendas de venta y alquiler de trajes para Carnaval

María del Mar Parente.

“Por más que lo intentamos motivar, no hubo Antroxu. La bajada ha sido casi del 100%. Ha sido un desastre. Apenas hemos vendido algún complemento. Alquiler este año, nada. Y venta de trajes, pese a que los teníamos al cincuenta por ciento, tampoco”. Carlos Huerta lleva 28 años con su negocio de disfraces Vestuario Yolanda González, en la calle Casimiro Velasco. Nunca lo había pasado tan mal como hasta la fecha. “Es desesperante. Teníamos pocas expectativas con este Antroxu, pero ha sido peor de lo esperado”, lamenta. Su caso no es una excepción. Las otras tiendas del sector también se han quedado bajo mínimos.

“Apenas alquilé un par de trajes para niños”, cuenta Sylvie Guy, de la tienda Yuli, en la calle Mieres. “Alquilé tres y vendí siete. Es muy poco, pero sin eso ya sería casi el apaga y vámonos”, cuenta María del Mar Parente, la decana de la ciudad, con 45 años en el negocio, en Disfraces Gamar, en la avenida de Pablo Iglesias.

Ánimo no les falta. A eso se aferran para seguir adelante. El Antroxu ha sido un palo duro, pero en la línea de todo el año. “Es algo continuo. Ni Reyes, ni Semana Santa, ni Feria de Abril, ni fiestas de fin de curso, ni romerías, ni actividades de baile. Es todo desolador, pero no podemos bajar los brazos”, comenta Carlos Huerta. “Es normal que la gente no haya querido disfrazarse, porque en realidad tampoco hay a dónde ir”, explica. En su caso, llegaba en Carnaval a contar con un encargo de 400 disfraces para niños a un mismo fabricante. Una época que se acabó hace un año. “Justo cuando empezó la pandemia nos quedamos aquí con un vestido de novia, que lo tuvo que suspender el evento, y con 60 de sevillanas”, lamenta.

Carlos Huerta, en su tienda. Juan Plaza

María del Mar Parente lleva 45 años con su negocio, los últimos 30 en su local de Pablo Iglesias. “Soy algo más positiva y me quedo con que hubiese gente con moral para disfrazarse”, cuenta. En su caso, recuerda como, junto al Antroxu de Gijón, también vendía para otras localidades de Asturias. “Llegábamos a mandar unos cien para Avilés”, confiesa. Tras una vida volcada en el Carnaval, y también en trajes regionales, con su especialidad en bodas medievales, ahora ve el futuro con pocas expectativas: “El disfraz está denostado, ahora se pide algo barato sin calidad, y hay mucho reparto por internet. En mi caso, intentaré liquidar todo lo que tengo en cuanto pueda”.

A Sylvie Guy, que tomó el relevo del negocio de su madre en la calle Mieres hace una década, le queda el consuelo de que los trajes para la danza y el baile le sirven de desahogo. “Hay mucha gente que desconecta y disfruta con esta actividad. Tengo fe que en primavera vaya todo a mejor, porque para el Antroxu, los trajes que traía de Italia y que antes volaban, ahora ya no tienen acogida”, lamenta.

Sylvie Guy, en su tienda. Juan Plaza

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