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El centro comercial San Agustín sigue buscando su impulso

Un cuarto de siglo después del derribo del mercado, el complejo conserva solo una docena de negocios: “Se necesita un lavado de cara”

María José del Valle, escribiendo el menú del bar El Mercado. Ángel González

El próximo 25 de marzo se cumplirán veinticinco años del inicio del derribo de un emblemático espacio del centro de la ciudad. El mercado de San Agustín, que acogió el primer supermercado de Gijón en los años sesenta del siglo pasado, dejó paso a un centro comercial que abrió sus puertas en 1998. Y ahora, 23 años después, habita con la infinita losa de no haber podido dar con la tecla para aprovechar su privilegiada situación, céntrica y a escasos metros de la playa, para consolidarse como un espacio de referencia comercial en la ciudad. Los responsables de la docena de comercios (diez tiendas, un supermercado y un gimnasio) que mantienen su actividad apuntan algunas ideas para romper esa barrera: “Sería necesario la llegada de una gran firma comercial, que peatonalizasen todo el entorno y que se haga un lavado de cara”.

José Antonio Peláez es el más veterano. Lleva con su juguetería “Din & Don” prácticamente desde que abrió el centro comercial. “A los tres meses ya estaba aquí”, rememora. “El problema ha sido que vinieron pocas firmas potentes y las que lo hicieron fue de forma muy irregular. Faltaron negocios consolidados que diesen un empujón a todos”, apunta sobre la clave por la que cree que el espacio le costó consolidarse.

Hubo un tiempo, no obstante, en el que los cines y las salas de recreativos atrajeron a un numeroso público juvenil al centro comercial. “El cine daba muchísimo movimiento. Se murió todo desde que lo cerraron. Ahora sobrevivimos con la clientela de siempre de los alrededores”, comenta María José del Valle, del bar “El Mercado”. Esa petición de rejuvenecer el espacio también la comparte Silvia Suárez, de la de la tienda de ropa y complementos “Malasquina”, con 16 años de vida. “Se necesita un lavado de cara y modernizarse, como ha hecho el resto de centro comerciales, que se han puesto las pilas y atraen a los jóvenes”, cuenta.

Imagen exterior del centro comercial San Agustín. |

El goteo de visitantes era muy reducido a media mañana de ayer. Llega algún usuario del gimnasio de la última planta, más algún vecino que efectúa la compra en el supermercado del sótano. En la planta baja, donde se sitúan la mayoría de los negocios, hay bastante calma. “Estaría bien que toda la zona fuese peatonal, y que cambiasen la entrada del aparcamiento para la calle Capua”, comenta Peláez, al que la crisis actual le ha golpeado. “Sobrevivimos como podemos, la crisis de 2008 hizo mucho daño, y ésta nos ha dejado bastante tocados, solo pienso en que me queda poco para jubilarme”, lamenta el empresario antes de añadir que, aunque ya cree que no lo tocará, confía en que el centro comercial cumpla con las expectativas. “Es una zona perfecta, por ubicación, para tener muchos negocios y que les vaya bien”, valora.

Alberto Alonso se encuentra a la espera de que llegue algún cliente a su peluquería “Chus y Javier”. Apenas llevan tres años, pero enfrente de este edificio, en otro local, estuvieron 29. “Viví todo el cambio, aunque no estuviera dentro. El cambio vino muy bien, el antiguo mercado estaba casi cayendo, parecía un sitio marginal. No había ni plaza ni nada, paraban hasta los autobuses. Estéticamente se ganó con el cambio”, confiesa. En su local antes hubo una tienda de fotografía y un banco. “Ya ha pasado casi todo, pero casi nadie se consolida”, apunta antes de añadir uno de los problemas que ve a este emplazamiento: “Al final es casi más tienda de barrio que otra cosa, es un espacio pequeño y es difícil atraer a esa gente que va a las grandes superficies”. También rememora otra etapa con movimiento, aparte de la de la movida juvenil: “Cuando estaba el Hogar de Cimadevilla los que se acercaban consumían”.

El San Agustín sigue buscando su impulso

La crisis de 2008, internet y el avance digital, provocaron la caída de los cines y nuevos planes de ocio. “Nos dejó tocados la crisis de 2008 y ahora las ventas por internet, pero tenemos clientes fijos y fieles, que buscan el trato cercano”, detalla Suárez, que espera que el centro sepa renovarse: “Se está en un lugar privilegiado, pero me sorprende que lo conozcan más los turistas que los de aquí. Ayudaría también una obra en la plaza y que llegase una firma potente para dar impulso”.

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