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Loyola al detalle: la mirada de Jovellanos al popular santuario

El ilustrado gijonés incorpora a su diario una minuciosa descripción de complejo arquitectónico con gran sabiduría artística, pero sin obviar las críticas a aquellas piezas que no son de su agrado

Una vista del santuario de Loyola.

Era lunes 22 de agosto de 1791 cuando en el anterior capítulo Jovellanos iniciaba una nueva jornada de este interesantísimo viaje. Mencionaba a los fundadores de la Sociedad Vascongada de Amigos del País, el marqués de Narros y Francisco Javier de Munive, oriundos de Azcoitia.

Pero sus pasos se encaminaban a un lugar cercano y de extraordinaria importancia, Loyola.

Dice, nada más iniciar el día, en su diario: “Buen camino hasta Loyola, que está a media legua corta. Era menester mucho para describir el colegio de jesuitas; diré lo que permita un diario”.

En este breve párrafo ya anticipa algo nuestro viajero, y es que mucha información podría escribir sobre el lugar pero que debe adaptarse al espacio de su diario. Y es que ya anticipo que la descripción de Loyola, sin duda es amplia y nada queda por describir y observar. Una vez más nos sorprenderá la capacidad descriptiva de don Gaspar y sus amplios conocimientos. Veámoslo y disfrutemos: “Por una bella escalera, con ancha entrada al frente y dos más estrechas a los lados, que paran en un descanso común y continúa la principal a una plaza bastante espaciosa, todo con buenos pasamanos adornados con leones echados y grandes jarrones, se entra a un gran pórtico que se avanza en semicírculo, y es de orden corintio magníficamente adornado. Compónese de tres arcos: a los lados del principal hay cuatro columnas pareadas, y de los otros, ocho pilastras iguales. Un gran frontón encima; en su centro las armas reales, y en la cornisa, arquitrabada, esta inscripción: Los excelentísimos Duques de Cabrera y D. ª Teresa Henríquez de Velasco, Marquesa de Alcañices, cedieron… casa y su patronato, a la Reina D. ª Mariana de Austria, año de 1681. Lo interior del pórtico está adornado con estatuas de mármol blanco que representan santos de la orden. Es en general esta obra de carácter grandioso, de gusto un poco pesado y preciosísima por la materia, esto es, bellísimo mármol negro veteado de blanco, y de blanquísimo mármol los adornos. La escultura es toda muy mediana (este pórtico es del Borromini, según Montehermoso). La portada de la iglesia, dentro del pórtico, es de feísima arquitectura; sus columnas, espirales, y sin sistema ni proporción en los demás miembros. La estatua de San Ignacio la corona. La iglesia sorprende desde su entrada. Es una rotonda: la cúpula se sostiene sobre arcos; entre ellos hay hermosas columnas de mármol negro; el cornisamento es de mármol rojo, y lo interior de la cúpula y cimborrio está muy adornado y dorado. El retablo mayor es de preciosísimos mármoles negros, rojos, melados, blancos; pero de mala forma. El tabernáculo, aunque pesado, es lo mejor. Está adornado de bronces dorados. Las columnas del medio son espirales; las de los lados, corridas; pero unas y otras adornadas en espiral con embutidos de varios colores; cosa costosísima, pero de poco mérito y menos gusto. Estos embutidos se ven por todo el altar con igual profusión y desperdicio; sobre el tabernáculo debía estar una grande estatua de plata que regaló la antigua Compañía de Caracas y hoy está en la capilla; el zócalo, la mesa de altar, todo es precioso, y son bellísimos, por la materia y forma, dos grandes blandones de mármol y bronces. Todo el enlosado de la iglesia es de mármol, bellísimamente distribuido en labores, según el plan de la iglesia; en fin, todo es de mármoles, a excepción de unos pequeños claros de la pared del contorno. Una nave corre en derredor, y en ella debía haber seis retablos de mármoles exquisitos. Los dos principales están acabados y son bellísimos. De los dos que siguen, falta el del lado del evangelio, y está por acabar el de la epístola; no importa, porque su arquitectura era borrominesca, como la del mayor; de los otros dos existe el del lado de la epístola, de bellísimo mármol blanco y buena forma; es pequeño. ¡Qué lástima! Todos estos mármoles, por falta de ventilación, estaban destilando agua, y se perderán muy luego. A los lados del pórtico corren dos alas de edificio con once ventanas cada una. Está acabada la derecha, y en medio de ella un gracioso pabellón para entrar a la portería; la izquierda está al primer piso, y por acabar el resto. Dentro del edificio está incrustada la casa de San Ignacio, cuya pared se ve de las ventanas de un patio; se ve también su escalera, los cañones que tenía, como casa fuerte, y en la capilla de arriba el sitio en que nació. Es una sala dividida por una reja; las paredes cubiertas de mármoles; las vigas de madera entallada y dorada, y dentro de la reja un altar muy adornado. Aquí se conserva la estatua de plata del santo. La huerta es grande, y se conocen sus primeros lindes y tapias, extendidos y encerrados después en la gran cerca”.

Profusa narración, y gran despliegue de detalles y sabiduría artística. No se anda con remilgos Jovellanos, si algo no le gusta o no es de su agrado, lo indica con nitidez. Todo queda registrado en estas palabras, que en su lectura nos permite viajar a esa época y casi teletransportarnos a ese lugar acompañando a nuestro ilustre protagonista.

El santuario de Loyola se construye a partir de un espacio estratégico, que es la casa-torre de la familia Loyola. Edificio recio del siglo XIV, donde un 23 de octubre de 1491 venía al mundo el último hijo de los trece que tuvieron, el matrimonio formado por don Beltrán Yáñez de Oñaz y Loyola, VIII señor de la casa de Loyola y doña Marina Sáez de Licona y Balda. Se llamó Íñigo López de Loyola, San Ignacio de Loyola.

La familia era una de las más poderosas de Guipúzcoa, y su escudo, que aún se puede ver sobre la puerta de la casa torre, representa una olla sobre un llar y a los lados dos lobos rampantes, símbolo de fortaleza.

El joven Íñigo se formó en el ámbito militar, luchó, por ejemplo, en el bando castellano contra las tropas francesas que apoyaban a Enrique II de Navarra, y en la batalla de Pamplona de 1521 cayó herido. Su convalecencia hizo crecer su espiritualidad, y años después junto a Francisco Javier y a Pedro Fabro , en agosto de 1534, la Compañía de Jesús.

El 12 de marzo de 1622 el Papa Gregorio XV canoniza a San Ignacio y su lugar de nacimiento comienza a ser lugar de peregrinación, así es como se decide la construcción del impresionante santuario vasco.

A partir de la casa-torre se construye todo, principalmente la imponente basílica. Su primera piedra se coloca en 1689 pero la inauguración será un 31 de julio, día de San Ignacio, del año 1738. Hay que citar al arquitecto italiano Carlo Fontana como el artífice de esta obra. En el interior, la cúpula y el altar mayor destacan a simple vista. La cúpula alcanza los 20 metros de diámetro, y desde el suelo hasta la linterna hay 65 metros y aún podemos ver hoy, en el arranque de cada nervio, las ocho virtudes; Fe, Esperanza, Religión, Caridad, Prudencia, Justicia, Fortaleza y Templanza.

Los escudos de Borbones y Austrias, patrocinadores del conjunto, aparecen sobre las virtudes.

El altar es riquísimo en decoración y fue obra de Ignacio de Ibero. La técnica utilizada fue la taracea, mármoles incrustados en otros mármoles. Destaca la figura en plata, citada por Jovellanos, del propio San Ignacio, realizada en Roma por Francisco Vergara aunque ejecutada en plata por el alemán Joseph Bauer.

Basílica, cúpula, altar, casa-torre, escaleras imperiales y jardines forman un conjunto arquitectónico de primer nivel dentro del barroco, y junto al santuario de Aranzazu, son los más importantes del País Vasco.

Jovellanos, nada entusiasta con el arte barroco, deja clara su opinión sobre el conjunto edilicio.

Era necesario pararnos en este lugar y dedicar un artículo solo a esta visita, ya que como vimos, es el mismo Jovellanos quien le da una trascendencia destacada en su viaje.

Nuestro protagonista, aún tiene mucho que contarnos de aquel día 22 de agosto, porque llegará casi a las puertas de San Sebastián, pero eso ya lo vemos en el próximo capítulo.

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