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La suma de accidentes en Dolores Ibárruri indigna a los vecinos: “Van a mucha velocidad”

Los residentes piden radares y badenes en el cruce con Monsacro, donde se han producido un choque mortal y un atropello en dos meses

Una mujer cruza por el paso de cebra de Dolores Ibárruri, con las floren en homenaje al técnico sanitario fallecido.

El cruce entre las calles Monsacro y Dolores Ibáburri es aparentemente seguro. Está regulado por semáforos y no hay elementos que resten visibilidad. Pero en apenas dos meses se han producido dos accidentes graves. El más dramático, el de la madrugada del 10 de enero, cuando el técnico de ambulancias Pablo Cortijo perdía la vida tras quedar atrapado en su vehículo sanitario que colisionó con un turismo en el entronque de ambas vías. Y hace una semana, el 9 de marzo, una mujer resultó herida grave tras ser arrollada por una furgoneta que le ocasionó un traumatismo craneoencefálico y le dejó un brazo roto.

Para los vecinos y comerciantes, no hay una sola causa que expliquen estos dos sucesos, que atribuyen “a la fatalidad”. No obstante, los que transitan habitualmente la zona sí que reconocen que, sobre todo en Dolores Ibárruri, una vía de doble sentido con cuatro carriles, sí que perciben excesos de velocidad. Para poner coto a las temeridades piden instalar medidas disuasorias como badenes, resaltos y hasta algún radar. “Es un cruce que requiere mucha prudencia”, remarcan.

Rebeca García tiene 37 años y regenta junto a su hermana Vanesa una cafetería en la calle Monsacro. Desde la puerta de su local hasta el lugar donde se produjo el accidente en que Cortijo perdió la vida apenas hay unos diez metros. En la zona todavía resisten los ramos de flores que honran la memoria del sanitario fallecido. La hostelera señala una de las posibles causas para explicar la siniestralidad del lugar. “Al estar la calle en cuesta, hay algunas horas en las que el sol ciega. Por eso hay que ir con cuidado”, apunta la mujer que celebra que el cruce esté regulado con semáforos. “Colocar badenes no estaría de más”, comenta.

Teresa Sampedro tiene 65 años y es vecina de la avenida de Concha Espina. Ayer se la podía ver junto a varias amigas paseando por las inmediaciones de la calle Peña de Santa Enol. Pasa todos los días por Dolores Ibárruri y conoce bien la intersección con Monsacro. “Hay poco tiempo desde que los semáforos que regulan el cruce se abren y se cierran. Da el tiempo justo para pasar”, comenta la mujer. “Como uno vaya demasiado rápido es complicado frenar”, añade.

Sampedro está en la línea de Yolanda Bustiello y de Ana Fernández, dos vecinas de la calle Sierra del Sueve, la vía donde finaliza Dolores Ibárruri en el sentido hacia el oeste. “El problema está en que la gente no respeta los límites de velocidad ni las señales. Si pusieran radares la cosa cambiará”, enfatizan las dos residentes.

Por la calle Monsacro pasa la línea 18 del autobús y no solo en la confluencia con Dolores Ibárruri se registran quejas vecinales. Así lo cuenta Alberto Fernández, vecino de la calle Torrebermeja “desde que el barrio era un prao”. El varón vive en la paralela con Monsacro, un punto de mucha actividad en Nuevo Gijón por la cercanía del colegio público Antonio Machado. “El problema es que la gente no es consecuente con las señales ni con los semáforos”, lamenta el hombre, de 64 años, que viene de buscar a su nieta de la guardería. “Nuevo Gijón tiene por norma general malas entradas y salidas, habría que buscar una manera más directa de entrar al barrio”, apuntilla, por su parte, la auxiliar de la farmacia de la calle Monsacro, Cristina Fernández.

Los problemas en esta área de la ciudad no son nuevos. Tráfico Gijón impulsó en 2017 una nueva regulación semafórica para reducir la sangría de accidentes que se registraban en la confluencia de la calle Velázquez, Dolores Ibáburri y las avenidas de Oviedo y Constitución. Se llegó a considerar la confluencia entre Nuevo Gijón y Montevil como uno de los puntos negros más peligrosos de la ciudad. En los últimos años en estos lugares se han producido varios accidentes mortales, además de el de Cortijo. En diciembre se cumplirán 20 años de la muerte de Fernando Vila Pérez, un joven natural de San Juan de la Arena de 30 años, que fue arrollado por un coche que se saltó un semáforo en rojo entre Dolores Ibárruri y Constitución. Volvía a casa en la moto de su mujer.

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