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Semana Santa en Gijón: las borriquillas quedan bajo llave

Los devotos de San Pedro y los Carmelitas lamentan el segundo año sin procesión en Domingo de Ramos: “En 2022 esperamos recuperar la alegría”

Aurora Llavona y Javier Gómez Cuesta, con la borriquita de San Pedro, en medio.

“Este año, ‘La Borriquilla’ se queda en la cuadra”. Con esa frase desenfada explicaba ayer el párroco de San Pedro, Javier Gómez Cuesta, lo que volverá a ser un cierto “drama” por segundo año consecutivo. Como ya lo hiciera en 2020, la pandemia ha vuelto a despojar a la Semana Santa gijonesa de la pasión de ediciones pasadas y las celebraciones del Domingo de Ramos no serán excepción. Muchos fieles se quedarán sin ver la recreación de la entrada triunfal de Jesús a Jerusalén y los tradicionales pasos de “La Borriquilla”, que tanto gustan a mayores y pequeños. Con las procesiones canceladas, la popular imagen con arraigo en los templos de San Pedro, Nuestra Señora de Begoña, San Lorenzo y Somió tendrá que esperar, al menos, a la edición del año que viene para volver a poblar de ramos las calles. “Lo único que pedimos al 2022 es recuperar la felicidad y la alegría de otros años”, explican los devotos de estos pasos.

José Manuel Guadamuro tiene 74 años y es el custodio de las llaves de los almacenes del centro parroquial de San Eutiquio, donde reposa el paso de “La Borriquilla” de San Pedro. Tapada con una sábana, la voluminosa imagen no pisará este año la calle. Lo que para Guadamuro, un fiel colaborador del templo frente a San Lorenzo y ayudante de la Ilustre Hermandad de la Santa Veracruz, es un verdadera pena. Ayer, al ver la imagen paladeó una amarga sensación. “Si Dios quiere, saldremos el año que viene. Pero se me cae el alma al ver que no se pueden celebrar las tradiciones”, indicaba.

Era 14 de abril de 2019 la última vez que “La Borriquilla” de San Pedro salió a la calle. Los niños, que juegan un papel fundamental en esta procesión, abarrotaron Cimadevilla mientras el párroco, Javier Gómez Cuesta, bendecía los ramos que previamente les habían regalado a los pequeños sus padrinos, con la firme convicción de recibir el Domingo de Resurrección la no menos tradicional pegarata. Este año, ni Gómez Cuesta ni nadie podrá darse ese baño de multitudes que sirve de pistoletazo de salida a la Semana Santa gijonesa. “Es imposible celebrar las procesiones”, asume el sacerdote, que lanza un mensaje de unidad para superar la pandemia. “A ver si entre todos somos capaces de superar esta situación tan amarga”, añade el sacerdote.

Fidel Gil, tras la borriquita de la iglesia de los Carmelitas. Ángel González

San Pedro, a la par que el paso de “La Borriquilla”, también saca a la calle el paso del Santo Niño del Remedio, con su clásica túnica roja que simboliza el amor y el sacrificio. Esta imagen la portan los niños que acuden a la catequesis en San Pedro y es uno de los eventos más apreciados del Domingo de Ramos. Este año, tampoco saldrá, pero eso no significa que los más jóvenes se vayan a quedar sin tradición. Y es que San Pedro prepara un pequeño acto de homenaje al Santo Niño del Remedio. “Aunque no se le pueda sacar en procesión, los niños necesitan tener símbolos. Así que haremos una pequeña participación para que los jóvenes puedan decirle que no le olvidan y que procurarán ser tan sacrificados como él”, anuncia Gómez Cuesta.

Marta González tiene 67 años y lleva 38 años colaborando con la parroquia de los Carmelitas, el templo que está en el paseo de Begoña. Es una de las voluntarias que, cada año, colabora con el paso de “La Borriquilla” que saca cada curso esta parroquia, el último en 2019. O sea, antes de la pandemia. La imagen tendrá que reposar este año en el propio templo. Una obligación que “duele” a Fidel Gil, el párroco. “Ya el año pasado se nos cortó todo y fue muy doloroso porque la gente venía con mucha emoción”, comenta. Para Gil, el Domingo de Ramos, será en la práctica un domingo más. “No habrá nada prácticamente. La misa será una más. La iglesia no se llenará y por orden del Arzobispado no se podrán bendecir los ramos”, resume.

Por culpa de la pandemia, “La Borriquilla” de los Carmelitas no podrá procesionar por el paseo de Begoña, mientras los sacerdotes bendicen los ramos. “Es una procesión grandiosa y una celebración muy arraigada en la vida del pueblo. Es una tradición muy popular entre mayores y pequeños”, asegura el párroco. Su sentencia la confirma Marta González, que tras una vida ayudando en el templo, ha visto ya muchas procesiones. “Muchos de los que estuvieron en la parroquia vienen con sus hijos para celebrar lo que ellos celebraron de niños. Es un día de mucha alegría y felicidad”, relata la mujer.

Este año, como dice Gómez Cuesta, las borriquillas no tienen más remedio que reposar en sus respectivas cuadras. Aguardan a tiempos mejores, a que remita el virus que impidió celebrar la Semana Santa el año pasado y que este año la ha reducido a la mínima expresión. Al menos en lo que se refiere a celebraciones porque la pasión irá por dentro. Lo dice el párroco de San Pedro. “Somos un pueblo de convicciones profundas”, zanja el religioso.

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