Llegar a un país extraño, sin conocer a nadie y sin hablar el idioma es una experiencia dura para cualquiera, pero especialmente complicada para las mujeres, muchas veces obligadas a permanecer en el hogar al cargo de los hijos. Por eso, las africanas en Asturias se pusieron manos a la obra en enero del año pasado para crear la primera asociación exclusivamente femenina con residentes en la región que proceden del continente vecino. La pandemia les frenó, pero ahora han podido poner en marcha su idea. Son 82 integrantes, de varios puntos del Principado, y se han organizado con un objetivo: “Queremos trabajar, aprender el idioma y progresar”.

Lo explica alto y claro Aminata Keita, nigeriana de 30 años que lleva seis en Gijón y que vivió de cerca las dificultades de sus compatriotas para acceder al mercado laboral, frenadas en primera instancia por la barrera del idioma. “Hay mujeres que llevan más de diez años en España y no saben ni una palabra de español, necesitan ayuda para cualquier trámite y para ellas es imposible trabajar”, apunta. De ahí la necesidad de crear un grupo de apoyo, la Asociación de las Mujeres Africanas de Asturias, que reivindica su espacio propio y su derecho a acceder al mercado laboral.

Tras darle algunas vueltas, y con al asesoramiento de Flor Baldó, de la asociación LATE Asturias, decidieron dar un paso adelante para empezar a organizar actividades para ellas mismas, empezando por cursos de español que hasta el inicio de la pandemia se estaban impartiendo en dependencias del Conseyu de Mocedá, con la constatación de que “cada vez hay más migrantes y conseguir plaza para cursos en otros recursos supone un plazo de espera de meses”. Con la crisis sanitaria esta actividad se tuvo que suspender, pero la asociación “no ha parado, porque ahora tenemos otras necesidades”. “Hemos dado ayuda a familias que necesitaban comida, muchas mujeres que trabajaban han perdido su empleo”, relata Keita.

El retrato de la africana en Asturias es el de una mujer con hijos, que muchas veces llega con unos estudios que en España no tienen una convalidación y que las obliga a buscar trabajo en otros sectores. “La mayoría en la hostelería o limpiando casas y cuidando niñas”, relata la presidenta de la asociación, con mujeres de Nigeria, Mali, Senegal, Mauritania, Guinea, Argelia, Marruecos, Costa de Marfil, Ghana y Camerún. “Hay de todas las edades, algunas recién llegadas y otras ya con nietos nacidos en Asturias”, y todas tienen en común la idea de que “no queremos depender de ninguna ayuda, queremos un empleo digno”, indica. Una tarea que afrontan desde una unión mamada ya en la cuna. “En África la vida es mucho más en comunidad, allí todo se pone en común y si alguien necesita algo siempre aparece la forma de dárselo”, explica Aminata Keita.

Por eso, en su asociación cada mujer aporta diez euros al mes para poder poner en marcha actividades o para ayudar a las familias que lo necesiten, pero precisan de más apoyos. Uno de ellos, fundamental, “que nuestra formación en África se reconozca aquí y no tarden tanto en convalidar nuestros títulos”, sostiene. En su caso, tras pasar por la Universidad en Nigeria, se ha visto obligada a volver a estudiar la ESO a distancia. “Tengo una hija de dos años y no tenemos familia aquí, no tengo con quién dejarla”, afirma.

“Para nosotras es fundamental poder tener un local propio. Ahora el Conseyu nos presta salas, pero queremos organizar más cosas, crear una ludoteca para nuestros niños, para que podamos dejarlos allí para trabajar y estudiar, y para poder tener un almacén con cosas que pueda necesitar la gente. Yo tengo mi casa llena de cosas para la asociación y ya no tengo sitio para más”, asegura. También quieren “visibilizar nuestra cultura con talleres y actividades, comidas típicas o exposiciones”. En definitiva, “mejorar la vida de las mujeres que quieren salir adelante en igualdad de condiciones”.