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Una cumbre para Rambal, el homenaje a los 45 años del crimen

La asociación Faciendo Camín coronará una montaña asturiana con un buzón de cumbres con la forma del antiguo lavadero de Cimadevilla en recuerdo del popular personaje, asesinado hace hoy 45 años: “Es un símbolo que debe recordarse”

Integrantes de la asociación deportiva Faciendo Camín, que realizará el homenaje a Rambal, en las Ubiñas.

Se llamaba Alberto Alonso Blanco y su asesinato, hace hoy 45 años, sigue siendo el gran misterio del barrio de Cimadevilla. Y de todo Gijón. Apodado “Rambal” en homenaje al apellido de un actor muy conocido en la época, Enrique Rambal, la leyenda de este transformista, aunque jamás llegó a morir del todo, se ha ido reavivando en los últimos años. En gran parte, lo ha hecho de la mano de las reivindicaciones del colectivo LGTBI, que ve en Rambal un símbolo de la libertad identitaria. Ahora, la asociación deportiva Faciendo Camín, de reciente creación, está preparando un original homenaje al ilustre gijonés: le van a dedicar una montaña que se coronará con un buzón de cumbres con la forma del antiguo lavadero del barrio Alto. La ubicación exacta del pico, no obstante, no se revelará casi hasta el día del propio homenaje tras ser advertidos los organizadores de que el gesto podría motivar que la estructura fuese vandalizada, un ejemplo de que esa libertad que Rambal escondía cada vez que bajaba de Cimadevilla, cuando agachaba la cabeza incluso ante vecinos conocidos por temor a represalias, todavía no se ha conquistado del todo.

A juicio de David Casal, responsable de la asociación deportiva, Rambal merece seguir copando del debate social por lo “extraordinario” de su figura. “Rompió moldes sin darse cuenta, porque Cimadevilla siempre lo protegió. Fue un símbolo a todos los niveles”, asegura. La idiosincrasia del barrio Alto en aquellos años, con su pobreza y su conciencia de clase, motivó en parte esta aceptación sin paliativos a aquel vecino que se subía al escenario vestido de mujer. “Fuera del barrio ocultaba su amaneramiento, sus bailes y sus folclores porque sabía que corría peligro, pero dentro del barrio podía ser libre. De aquellas se protegían a todos los niños pobres, sin excepción, y eso era una cuestión de clases. Él no era un abanderado de ninguna lucha, porque la lucha entonces no existía, pero sí lo mataron por ello”, resume.

Faciendo Camín se creó hace casi un año buscando ese espacio de seguridad que Rambal encontró en su día en Cimadevilla. Prueba de que sigue siendo necesario es que la asociación ha sido advertida por las autoridades para no anunciar todavía cuál será el pico que coronen con el buzón de homenaje. Empezaron como un grupo de amigos amantes del senderismo, y ahora ya como asociación imparten también clases de yoga y natación. “En el norte de España no había ningún grupo así, y al final te sientes más seguro si practicas deporte con gente de tus mismas ideas. Hay mucha gente hetero que prefiere salir con nosotros porque saben que van a estar más a gusto aquí que con un grupo de montaña de señores conservadores de 60 años. Ya somos 70 socios”, resume el responsable.

Rambal.

El de los deportistas no es el único homenaje reciente hacia el gijonés. Los artistas Pablo Und Destruktion y Rodrigo Cuevas publicaron en los últimos meses sendas canciones dedicadas a una figura que consideran “clave” en la historia de la ciudad y cuyo calado ha ido adquiriendo importancia conforme ha ido pasado el tiempo. A juicio de Pablo Und Destruktion, Rambal “era un símbolo que iba más allá de lo LGTBI”, porque en aquella época las teorías identitarias no formaban parte del imaginario colectivo. Rambal no podía reivindicar algo que simplemente no existía. “Lo que él representaba en un tipo de perfil cada vez menos común, que es el de la libertad pura y dura. Mi canción habla con respeto del movimiento pero aún más por la persona”, asegura.

En su tema, que se llama “Gijón”, se refiere al gijonés como “un héroe nacional” que recorría el puerto, “por las noches de hembra, por el día de chaval”, y termina su cante con una declaración de intenciones: “Que se muera el civismo y viva Cimadevilla”. Buena parte de la trayectoria del cantautor reflexiona sobre esta idea: la importancia de reivindicar lo no normativo. “Habría que pensar quiénes ocuparían ahora el lugar de Rambal. A eso dedico yo mi tiempo libre: al lugar de los excluidos de la sociedad hegemónica, gente en los márgenes que llevan esa exclusión con alegría, sin tonterías, sabiendo lo que implica. La sociedad actual sigue repleta de excluidos; solo hemos cambio unos por otros”, justifica.

Cuevas, por su parte, considera que la vida de Rambal fue “un ejemplo de una persona que vive su sexualidad de una forma muy libre en un tiempo en el que no era normal vivir así”, en una época en la que la identidad y la diversidad sexual eran términos desconocidos. Eras normal o eras “invertido”, y ante lo segundo debías, al menos, ocultarlo. Rambal sí se ocultaba fuera del barrio Alto –testimonios de la época recuerdan que el gijonés no saludaba a nadie en el resto de la ciudad por el temor a meter a alguien en un compromiso–, pero Cimadevilla le aceptó tal y como era. “Recordemos que en aquella época había hasta campos de concentración para personas LGTBI. Era un momento de la historia en el que había ser muy valiente para ser uno mismo”, asevera el cantante. En su canción, “Rambalín”, que acaba de estrenar también videoclip, Cuevas incluye el testimonio de la histórica vecina Fredesvinda Sánchez “La Tarabica”, rescatado de la fonoteca del Museo del Pueblo de Asturias. “Todo Cimadevilla le quería”, recordaba la gijonesa.

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