El paso de la pandemia por los centros sociosanitarios ha dejado tras de sí un rastro de crudeza, pero también de aprendizaje, de lecciones humanas de entereza y voluntad de hierro. Lo saben bien Ana María Herrera, Leticia Cristóbal y María Rodríguez, psicólogas del Sanatorio Marítimo, quienes presentarán este fin de semana en el congreso Norbienestar un simposio titulado “Intervención con personas con discapacidad intelectual y del desarrollo. Nuevas estrategias y aprendizajes derivados de la crisis sociosanitaria”. En la práctica, un repaso por muchos meses de incertidumbre a la que se empieza a atisbar un final. Con prudencia, eso sí.

La pandemia se vivió en el Sanatorio “con ansiedad e incertidumbre, aunque siempre intentando mantener la positividad y el buen humor”, señalan las tres profesionales gijonesas, quienes reconocen haber atravesado varias etapas, “desde el miedo en los primeros momentos, pasando por la incertidumbre cada vez que esperábamos un nuevo protocolo, hasta la ilusión y la alegría cuando se podían retomar las salidas y contactos familiares”. En general, señalan, “ha sido un año de reestructuración constante del funcionamiento interno del centro, tratando de garantizar las medidas de seguridad sin olvidar el bienestar de las personas”, resumen. Un trabajo que al final ha tenido sus frutos, porque también ha dejado ver lo mejor de las personas. “A todos nosotros nos emocionó la actitud de las personas usuarias en momentos tan complicados, el ver cómo se apoyaban unos a otros, aceptando con entereza todas las restricciones y tratando de proteger siempre a sus compañeros más vulnerables”, coinciden.

Pese a que los residentes, grandes dependientes, han mostrado unas estrategias de gestión emocional adecuadas en la mayoría de los casos, “los cambios en sus rutinas y la incertidumbre de la situación ha afectado a su bienestar emocional”, reconocen, porque no han sido ajenos al malestar por todas las restricciones y limitaciones, “especialmente el hecho de estar tanto tiempo sin poder ver a sus familiares”. A esto se sumó, explican, “la desigualdad en las medidas con respecto a la población general, porque pasaron de ver el paseo marítimo vacío a observar multitudes, mientras que ellos no podían tener contacto con sus familias o salir incluso a pasear”.

Ana  María Herrera.

Ana María Herrera.

Como se expondrá en el Congreso de Norbienestar, que se celebrará los días 23 y 24 de abril, las psicólogas han realizado un estudio para valorar el cambio en la autonomía en la realización de las actividades de la vida diaria de las personas residentes en proceso de envejecimiento. “Muchas de las pérdidas en este sentido han sido generadas por los propios protocolos que les impedían hacer tareas por sí mismos que siempre habían llevado a cabo, como, por ejemplo, el autoservicio en los comedores”, avanza, a la par que destacan el papel de las familias a lo largo de la pandemia. “Su apoyo ha sido un pilar fundamental para mantener el bienestar de las personas usuarias del centro, pese a que ellos también estaban pasando momentos difíciles, también los profesionales nos sentimos muy arropados, nos han expresado todo su cariño”, agradecen.

A ellas mismas les ha cambiado la vida fuera del Sanatorio, por “la preocupación por no contagiar al colectivo con el que trabajamos. De una forma u otra, esto ha afectado a nuestra vida privada y a nuestro tiempo de ocio”, aseveran, satisfechas del esfuerzo realizado para generar actividades y tareas que ayudaran a los residentes a mantenerse activos”. Poder retomar una cierta “normalidad” gracias a las vacunas es el objetivo de futuro, un paso que “nos ilusiona”, aseguran, porque los internos del Sanatorio ”van a poder ver a sus familias con asiduidad y disfrutar de la comunidad, del mismo modo que la población general”. Los protocolos de centros sociosanitarios comienzan a establecer actuaciones específicas con las personas vacunadas con medidas menos estrictas, y “esperamos que esto nos ayude a recuperar la autonomía de la que se les ha privado estos meses”, recalcan.

Para todos ellos ha habido un antes y un después que les ha hecho sentir “más unidos que nunca”. “Esta experiencia nos ha fortalecido y nos ha dado aprendizajes que cambiarán la dirección del trabajo diario realizado”, pronostican. Y en todo ello, los residentes han sido un ejemplo. “Son admirables”, concluyen.