La Calzada perdió ayer a uno de sus más ilustres vecinos. El tenaz y alegre impulsor de Iniciativas Deportivo Culturales (IDC), Rufino Ballesteros, falleció a los 80 años tras empeorar repentinamente su salud la semana pasada. Precursor del hockey sobre patines en la ciudad y fundador del festival coral de la iglesia de Fátima, este gijonés de adopción nacido en Mieres deja, a juicio de quienes le conocieron, “un legado insustituible” labrado tras décadas de apoyo incansable al tejido asociativo del barrio.

Diego Ballesteros, uno de sus nietos, recordaba ayer al abuelo que acabó haciéndose famoso en todos los círculos relacionados con el balonmano por acudir, puntual y sin excepción, a los partidos que jugaban él y su hermano Mario. “Éramos su orgullo, no nos falló nunca. Para mí fue como un segundo padre, me crié con él”, aseguraba. Su familia, aclaraba, no recibirá estos días porque intuye “que se puede liar bastante” si admiten visitas en mitad de una pandemia. Son conscientes de que a Ballesteros se le quería mucho y desde muchos ámbitos y que una despedida formal ahora mismo podría dar lugar a aglomeraciones. De todas formas, el mierense aclaró en vida que no quería un funeral religioso para él. “Nos los dejó bien claro, que nada de misa, así que ya habrá tiempo más adelante de quedar con todos los suyos. Son muchos porque él se metía en todo tipo de historias. A algunos le dan por la petanca y a él, le dio por organizar cosas”, concluía en broma su nieto.

Rufino Ballesteros, con la exalcaldesa, Paz Fernández Felgueroso.

Con el mismo cariño le recordaba Julio Baragaño, fundador de IDC junto al fallecido y presidente durante años de la Asociación de Intérpretes de Canción Asturiana (AICA). Su relación, no obstante, se remonta a mucho antes. Incluso, dice, hicieron el servicio militar junto en Oviedo. Luego coincidieron en la Fábrica de Mieres. Después, se vinieron juntos a Ensidesa, cuando la reestructuración industrial trajo a un nutrido grupo de mierenses a la ciudad. Y más tarde se mudaron al mismo edificio. Todo juntos. “Un buen día, como seguíamos coincidiendo en el club de La Algodonera, se me ocurrió que estaría bien hacer unas jornadas para los vecinos en el barrio y se lo dije. Y ahí empezó todo, porque en el club yo ya llevaba la parte cultural y él, la deportiva. Luego yo ya me fui por la parte del cante y él desarrolló todo ese proyecto. Fue un gran amigo”, resume.

Ballesteros, antes de adentrarse en el mundo del hockey, fue un gran nadador. Lo recuerda Félix Fernández, expresidente del Santa Olaya, que lo define como “un gran paisano”. “Nadaba en Mieres y fue uno de los mejores nadadores de Asturias. Cuando vino a Gijón se acercaba mucho al Santa Olaya para seguir con ello y entabló amistad con gente de la época, como Francisco Blanco, Chus Balbín o Emilito (Emilio Fernández)”, señala. Como responsable por entonces de la entidad deportiva, los dos se dieron la mano para impulsar actividades en el barrio: “Siempre participamos en todo lo que Rufo nos pedía, con el voley en la playa de El Arbeyal; con el balonmano, con lo que fuese. Siempre tuvo un espíritu muy creador, reivindicativo y luchador. Tras dejar la natación se dedicó al hockey”.

Y vaya si se dedicó al hockey. Cuenta Fernando Sierra, entrenador y director deportivo del Telecable Hockey Club, que Ballesteros debe ser considerado “uno de los principales impulsores” de la disciplina en Gijón. “Es el creador de la idea que permitió que el hockey sobre patines esté vivo en Gijón. El deporte existía antes que Rufino, pero fue por él que un grupo de chavales nos juntamos en el 84. Hizo un llamado diciendo que quería montar un club específico en La Algodonera. Crecimos a su sombra”, reconoce. Y añade: “Aunque no sea técnicamente el fundador del Telecable Hockey Club, es claramente su precursor. Fue la semilla de todo y nos dejó una impronta personal tremenda. Además del deporte, nos enseñó la importancia de los valores, de entregarse para el barrio. Visto con perspectiva, su familia tuvo que compartirlo con nosotros y debemos agradecérselo”. Considera que es “fundamental” que desde las instituciones se promueva un homenaje.

Rufino Ballesteros, en una de las entregas de premios de IDC.

De momento, la propuesta ya cuenta con el visto bueno de Ramón Tuero, edil de Deportes, vecino de La Calzada y estrecho amigo del fallecido. Que se sepa, Ballesteros ha sido el único que convenció al concejal para disfrazarse para un “duelo” de natación entre ambos. Ocurrió en unas de las Jornadas Deportivo Culturales de mayo el pasado 2009. Se retaron a 25 metros braza en las piscinas del Santa Olaya. Fue empate técnico, pero Tuero cedió el galardón al mierense. Ayer, el socialista recordaba aquella hazaña entre la risa y la nostalgia. “Es que solo puedo decir cosas buenas de él. Vino a Gijón a trabajar en la fábrica ya muy involucrado en el deporte. Llegó a ser un árbitro de alto nivel en el hockey y fue, simplemente, fundamental para el barrio. Un referente. Por mi parte, sí creo que Rufino se merece un homenaje sentido en el barrio”, aseguraba.

También coincide en la necesidad de un homenaje póstumo José Ramón García, “Monchu”, otro gran conocido de este gijonés adoptivo. “Rufino era un mítico del barrio y yo ya le conocía desde crío porque era amigo de mi padre. Pero después, cuando empecé en el mundo asociativo, empezamos a tener una relación más estrecha. Siempre estaba en todas partes y ayudando con todo. Era de esta gente que hacía barrio, y a mi juicio un verdadero político. No necesitaba ningunas siglas, pero siempre buscó qué podía cambiar y mejorarse”, destacaba. En cuanto a un posible futuro gesto en su honor, lo apoya y lo justifica así: “Tengo claro que es un personaje clave en historia democracia de la ciudad y en la del barrio. Llegará un momento en el que tendrá que tener su espacio, su homenaje. Es evidente. Nunca dejó a la familia de lado, pero ellos sí lo tuvieron que compartir. Debemos demostrarles que eso no fue en vano, que lo valoramos”. Ana González, alcaldesa de Gijón, también quiso trasladar ayer el pésame y su “apoyo” a la familia. “Fue un personaje muy conocido, muy popular”, reconoce.

Otro incondicional de Ballesteros fue y es Avelino Alonso, antiguo director del Ateneo de La Calzada, sede de IDC. Recuerda así sus orígenes: “Vimos que era una buena idea hacer algo así como una semana cultural para aglutinar todas las actividades que se hacían en el barrio, como para mostrar lo que aquí se hacía. La idea era romper el estereotipo de barrio obrero, que lo es, pero sin si parte peyorativo. Rufino ayudó a que La Calzada se entendiese también su contexto de tan intensa actividad cultural y deportiva. Su papel, tanto en esto como en el hockey, fue fundamental”. Recuerda Alonso que la idea original la heredaron, en parte, de la asociación de vecinos, que ya venía haciendo semanas culturales. Su actual vicepresidente, Salvador Menéndez, también utiliza las palabras “referente” y “fundamental” para referirse al organizador. “Fue un trabajador nato, queridísimo por todo el mundo. Su marcha es una pena grandísima y desde la asociación apoyaremos cualquier homenaje a su figura”, adelanta.

Concreta Héctor Colunga, de la Asociación Mar de Niebla, que Ballesteros, aunque técnicamente había anunciado en 2009 que se retiraba del asociacionismo, jamás llegó a separarse del todo. “Siempre estaba ahí para ayudar en cualquier cosa. La ciudad le debe muchísimo y pocas veces se le ha reconocido en condiciones. Fue tremendo lo que consiguió”, resume. “Hubo algo que quedó pendiente: quiso hacer una fundación deportiva para captar fondos para los clubes en 2004. Contamos con que el Ayuntamiento iba a colaborar en el capital inicial y no sucedió. Él había luchado mucho por eso”, completa Ángeles García, directora del colegio Cervantes y durante años presidenta del club de voley del barrio.

Aunque no fuese muy fan de las iglesias, tal y como recuerda “Monchu” entre risas, lo cierto es que Ballesteros entabló una estrechísima amistad con José María Díaz Bardales, histórico párroco de Fátima y fallecido en 2012. Tras su muerte, el mierense fue uno de los impulsores del busto del cura, obra de Carlos García, que se erigió en 2013 frente a la iglesia. El nieto de Ballesteros explica que este tipo de homenaje es el que, en principio, mejor ve ahora mismo la familia. En cualquier caso, la amistad entre el sacerdote y el obrero se fraguó rápido y culminó con la creación de un ciclo coral que acabó llamándose Festival de Masas Corales “José María Díaz Bardales”.

Y Santi Martínez, presidente de la Federación de Coros de Asturias (Fecora), entiende que de aquel lazo surgieron dos logros: poner La Calzada en el mapa cultural y dar visibilidad a las decenas de coros que se reparten por Asturias. “Enmarcadas en las jornadas del IDC, que eran siempre en mayo, hace 25 años crearon los primeros encuentros corales. Siempre hacíamos la presentación entre los tres: Rufino, Bardales y yo. Decíamos que éramos ‘Los tres tenores’, pero cantando mal”, rememora el responsable, que lamenta que el festival se haya perdido sus dos últimas ediciones por la pandemia. “Hubo ediciones en las que participaron más de 60 coros. Muchos están pendientes siempre de la convocatoria porque ya nadie se lo quiere perder”, agradece. Para Martínez, la marcha de Ballesteros cae como un jarro de agua fría. “Se dice que no hay personas insustituibles, pero sí fundamentales, y Rufino fue fundamental en la vida coral y en otras muchas facetas”, expresa. Una creencia extendida entre la inmensa mayoría de los vecinos de La Calzada.