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El recuerdo al médico José Fernández Tonda: "Su vocación siempre fue ayudar"

El sanitario gijonés, fallecido a los 62 años tras una vida dedicada a los demás, será despedido con una misa en San Nicolás de Bari

José Luis Fernández Tonda, en 2014, junto a dos enfermeras en el Hospital de Bubanza, en Burundi.

El “muganga” (“médico” en kirundi) gijonés José Luis Fernández Tonda falleció ayer en Madrid a los 62 años, tras toda una vida dedicada a las misiones de cooperación en África y América. Con pesar lo comunicaron los miembros de la asociación SOSBurundi, uno de los países en los que más tiempo estuvo Fernández Tonda y donde formó su familia tras casarse con la psicóloga madrileña, aunque de orígenes asturianos, Ángela Huergo. De carácter sencillo, creyente y siempre con buen ánimo, el gijonés se volcó en sus misiones desde que salió de la Facultad de Medicina y se adentró en ese mundo impulsado, en gran parte, por el sacerdote Fernando Fueyo, histórico párroco de San Nicolás de Bari (El Coto), templo que acogerá este lunes, a las 16.30 horas, una misa en honor del facultativo.

Fernández Tonda inició su recorrido profesional como médico de misiones de la mano de la delegación de Misiones y Medicus Mundi de Asturias en 1984. Era el gijonés un joven recién licenciado en Medicina, exalumno del Corazón de María y fiel socio del Grupo Covadonga. Regentó también el pub Espejos, junto a El Molinón. Cuentan quienes le querían que siempre supo que su vocación estaba con las gentes de los países más pobres, y que en cuanto pudo puso rumbo a África. “Medicus Mundi me dijo que buscaban a un médico y acabamos proponiéndoselo a él. Soy en parte culpable de todo lo que vino después, y me alegro”, recordaba ayer Fueyo, impulsor hacer ya 50 años de su misión diocesana en Burundi. Nunca perdió contacto con Tonda ni con Huergo (él mismo les casó) ni con sus cuatro hijos. “Últimamente hacía seis semanas de misión cada trimestre. Había vuelto hace cosa de un mes. Siempre fue uno más del equipo y no le movía la filantropía. Él era creyente, y lo suyo era pura vocación de ayudar”, concreta el sacerdote.

Su trayectoria en Burundi le hizo coincidir con los sacerdotes Fernando Fueyo, Yayo Quintana, Ángel González, Miguel Menes, José Manuel Álvarez “el Peque” y Alejandro Catalina, que fueron expulsados durante un tiempo del país por la inestabilidad política, aunque Tonda pudo mantener su puesto con religiosos burundeses y vinculado tanto a Medicus Mundi como a otras oenegés y agrupaciones como Cruz Roja. En los 90 tuvo que abandonar la zona por seguridad, pero siguió con su misión humanitaria y se fue al Congo para estudiar los campos de refugiados en la zona del lago Kivu, y en 1996 acabó en la ciudad de Kikwit (Zaire) para informar a la Unión Europea sobre la epidemia de ébola. Sufrió anímicamente los destrozos de las guerras africanas, así que, bajo la mediación de Cruz Roja, acabó en Guatemala. La violencia no tenía nada que ver con la que vivió en Burundi, pero seguía temiendo por la seguridad de su familia. Se fueron, entonces, a Argentina, en plena crisis económica, y el periplo continuó con la mudanza en 1998 a Nicaragua, para ayudar tras el ciclón tropical “Mitch”. Allí hubo una época de calma, y el gijonés se puso a dar clases en la Universidad y a traducir libros. Incluso montó un bar de jazz.

Volvió a Burundi en 2013, con un proyecto del Ministerio de Salud de Burundi, para formar a profesionales de la sanidad. Su idea era jubilarse pronto y vivir su retiro en Nicaragua. Cuentan sus allegados que, pese a haber recorrido medio mundo, Tonda, que había enfermado de cáncer hace unos meses, volvía a pasar unos días a Gijón siempre que podía. Siempre se consideró “playu”.

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