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La hostelería, en guerra con las gaviotas: “Generan muchas molestias”

Los empresarios con terraza repelen las acometidas de estas aves, cada vez más frecuentes, con pistolas de agua, escobas y bandejas

Geli Zarracina dispara agua a una gaviota en la calle Begoña. Ulises Arce

Con pistolas de agua, a escobazos o con la misma bandeja. A la hostelería gijonesa no le ha quedado más remedio que tirar de ingenio (y de paciencia) para poner coto a los ataques de gaviotas y palomas en las terrazas de la ciudad. Un problema que no es cosa menor para los clientes, que deben de andarse muy vivos a la hora de consumir para que no les coman el pincho, y para los dueños de los negocios, que ven cómo el ansia de las aves por comerse unas migajas genera daños colaterales en sus vajillas. La situación, además, ha sido denunciada recientemente por Otea ante el gobierno local. “Se comen hasta los cachopos”, denuncian algunos hosteleros.

Sergio Iglesias señala a una gaviota. Ulises Arce

Sin duda, la hostelera más original a la hora de mantener lejos a las gaviotas es Geli Zarracina, que regenta una conocida vinatería, con entradas por las calles Begoña e Instituto. Ella tiene siempre a mano una metralleta de agua, siempre bien cargada, para tratar de espantar a las aves que planean en busca de un suculento pincho. “Es lo que nos queda. Las palomas se espantan más fácilmente, pero las gaviotas van a por ti. Nos dejamos un dineral en vajilla”, explica la mujer. El sistema será poco ortodoxo, pero es útil. Y dado que las gaviotas son unos seres de gran memoria, el arma de agua también sirve como elemento disuasorio. “Esta es la mejor solución, no las genera ningún daño”, razona la hostelera.

A juicio de los hosteleros, los ataques de las gaviotas es algo que va a más. Y eso que el año pasado se batieron récords en la retirada anual de nidos, huevos y pollos de gaviotas patiamarillas. En total, el servicio de Medio Ambiente del Ayuntamiento retiró 589 nidos, 907 huevos y 518 pollos, lo que supuso un incremento del 18 por ciento respecto al 2019. La campaña comenzó el 18 de mayo y se prolongó hasta el 3 de julio, o sea un total de 30 días efectivos. Se actuaron en 404 localizaciones diferentes en toda la ciudad. Este tipo de campañas se realizan de manera anual entre 1995 y 1996.

Aun así, los hosteleros, incluso aquellos que no están en primera línea de mar, denuncian que las incursiones de las aves en la terraza son constantes. Sucede por ejemplo en una conocida sidrería de la plaza del periodista Arturo Arias, conocida popularmente como la del Lavaderu, en Cimadevilla. Allí Rubén Sánchez, uno de los responsables del local ha visto cosas insólitas. “Hace un mes se llevaron una dorada. Y hasta se cogen un cachopo”, apunta. “El cliente no tiene la culpa, pero para nosotros es un gasto, porque si se lleva una consumición no vamos a dejar a la gente sin comer”, añade. Algunos hosteleros cifraron, el pasado año, en 300 euros mensuales el gasto provocado por las gaviotas por culpa de la rotura de vasos y platos.

Una gaviota se lleva un pincho en la calle Corrida. Ulises Arce

Otro de los puntos conflictivos de la ciudad es la plaza de Romualdo Alvargonzález Lanquine, justo frente al centro comercial San Agustín. Hosteleros de la zona explican que, en muchas ocasiones, las molestias vienen por vecinos incívicos que dan alimento a las aves. “Ya han perdido el miedo y hasta cazan palomas. Encima hay otro problema añadido, la suciedad que provocan sus excrementos”, atestigua Sergio Iglesias, el dueño de un bar de la zona.

“Es como una plaga, está lleno y es peor cuanta más gente hay. Sobre todo, el domingo, a la hora del vermú, las acometidas son instantáneas”, explica Juan Carlos Alcalde, más conocido como “Jota”, un camarero de una popular cafetería de la calle Corrida. “En realidad, no hay ningún método eficaz para espantarlas. Lo único que puede hacerse estar muy vigilantes y recoger rápido las mesas”, zanja un profesional, que, como el resto de los de su gremio, tienen un ojo en la terraza y otro en el cielo.

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