El proyecto de renaturalización del río Piles empieza a pasar de los estudios a los hechos. El Ayuntamiento sacó ayer a contratación la redacción del estudio y proyecto de ejecución de las obras de rehabilitación y renaturalización del curso bajo de este cauce y del Peñafrancia. Un contrato con un coste total de 104.426 euros –a repartir entre los presupuestos municipales de este año y el que viene– y un plazo de ejecución de seis meses, lo que supone que las decisiones finales sobre qué hacer en el gran río de Gijón no se tomarán hasta el primer trimestre del año que viene. Aunque por el camino el Ayuntamiento adelanta procesos buscando recursos tanto en la comunidad autónoma como en los extraordinarios fondos europeos que ha generado la pandemia. En cuanto a la práctica deportiva, tal y como adelantó LA NUEV ESPAÑA, se buscarán alternativas al anillo navegable, que se cerrará.

Al equipo que se haga con este contrato –que incluye una primera fase de diagnóstico y recopilación de estudios, una segunda de análisis de alternativas y una definitiva de redacción del proyecto a ejecutar– se le impone a través del pliego de condiciones fijado por el Ayuntamiento seguir los criterios generales recogidos en el estudio elaborado por profesores de la Universidad Politécnica de Madrid y tener en cuenta diez “indicadores y criterios técnicos de obligado cumplimiento”. El primero del listado es el análisis de la compatibilidad de la rehabilitación de los cauces con la práctica del piragüismo en el curso bajo. Es la opción elegida por el gobierno local ante el cierre del anillo navegable, que puso en pie de guerra a una parte de la sociedad gijonesa, y más en concreto, al Grupo Covadonga.

Negro sobre blanco queda definido que entre las “alternativas técnicamente viables” a presentar por el contratista “al menos una debe incorporar la compatibilidad ambiental del uso de mecanismos de retención de agua no permanente para la práctica del piragüismo”. No hay que olvidar que el documento de la Politécnica que sirve de base al contrato fue, de todos los elaborados, el más contundente en su rechazo a que el actual anillo navegable se mantuviera activo. Los firmantes de ese estudio se muestran más abiertos a un sistema de presas hinchables que haga navegable la parte final del estuario con marea alta.

El contrato fija como indicadores a cumplir, además de esa compatibilidad deportiva, la versatilidad de la solución y la viabilidad tanto constructiva como económica, a lo que suma la facilidad de mantenimiento y un reducido consumo energético.

Otra condición fijada es que “sin perjuicio del nivel de calidad exigible se deberá tener en cuenta la sencillez de la solución propuesta, tanto en los planteamientos generales como en la resolución de sus detalles constructivos, evitando todo elemento innecesario y superfluo, y propiciando el mantenimiento por el propio río a través de su resilencia”.

Claro que cualquier opción elegida en favor del uso deportivo del río debe tener en cuenta el resto de las prioridades que el Ayuntamiento establece para un proyecto de restauración que prioriza en todo caso los aspectos medioambientales con el reto de diseñar un cauce estable, mejorar la calidad de las aguas, mejorar el hábitat para las poblaciones piscícolas, ordenar los usos del suelo en la llanura de inundación y revegetar las riberas. Para cualquier estructura que se considere necesaria se elegirá, dice el contrato, “siempre la opción más blanda”, lo que supone, se explica, “el uso prioritario de la vegetación o de estructuras que puedan recolonizarse posteriormente, como las escolleras, frente a muros continuos de cemento u hormigón”.