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Encuentros de "Semana negra": Acercarse a la verdad en tiempos de bulos

Los expertos en crónica negra Marlasca, Valenzuela, Quílez y Luis Rendueles disertan sobre las noticias falsas

Por la izquierda, Manuel Marlasca, Carlos Quílez, Javier Valenzuela y Luis Rendueles, ayer. Marcos León

Acercarse a la verdad y el rigor periodístico fueron el hilo conductor que mantuvieron ayer cuatro de los grandes nombres españoles de crónica negra como Javier Valenzuela, Manuel Marlasca, Luis Rendueles y Carlos Quílez durante su encuentro en la “Semana negra”. Y lo hicieron bajo una premisa, prestada de Cicerón, que utilizó José Ramón Alarcón, moderador de la mesa redonda: “La verdad se corrompe tanto con la mentira como con el silencio”.

De forma abrupta y sincera, se apresuró a intervenir Valenzuela, al posicionarse contra “la manera ridícula y gilipollesca” de llamar en la actualidad a las noticias falsas; ese anglicismo de las “fake news”. Pese a la impresión de modernez que este concepto inglés pueda dar, y una tendencia predominante a creer que las noticias falsas son solo un hijo bastardo de Internet, las noticias falsas llevan difundiéndose toda la vida. “Recuerdo que el periodismo impreso puso el grito en el cielo al extenderse esta terminología, cuando ya había términos para referirse a un periodismo falso, como los tabloides o la prensa amarilla”, valoró Valenzuela. Un par de ejemplos le bastaron para convencer a los presentes: una imagen falsa publicada por “El País” del entonces presidente venezolano, Hugo Chávez, o las teorías de la conspiración hechas sobre los atentados del 11M por algunos medios.

Luis Rendueles, por su parte, también aportó algunos ejemplos, como la imagen falsa que ocupó portadas internacionales sobre un chico agredido brutalmente en la cabeza por un Mosso d’Esquadra el 1 de octubre. Por su parte, Quílez entonó el “mea culpa” al explicar un error propio; la identificación errónea de un hombre acusado por fraude fiscal con una imagen de otra persona.

Su desliz le permitió introducir la cuestión de la urgencia periodística, crucial en la elaboración de noticias falsas no intencionadas. Informar “a codazos”, con la rapidez alcanzada por las rutinas periodísticas actuales, hace que se incurra en una mala praxis. Algunos de sus compañeros coincidieron con él en que, como veteranos en el sector, ellos tuvieron otro ritmo de trabajo mucho más pausado y con más recursos económicos. “Por eso, yo siempre les digo a mis alumnos que la clave está en acercarse a la verdad lo máximo posible”, sentenció Manuel Marlasca. La pauperización de la profesión ha ido en detrimento de la libertad periodística y su quintaesencia; hacer que se sepa la verdad. “Hace años, cuando tenías una información y no te dejaban publicarla, llamabas a algún compañero de otro medio para que él lo publicase”, explicó Quílez.

A este aspecto, añadieron otras causas de la falsedad informativa, como la “democratización del bulo”, bautizada por Marlasca, y es que “todo el mundo tiene acceso a internet y es capaz de publicar mentiras”. Advirtió, además, del peligro que supone a veces el “periodismo ciudadano”, o la libertad de cualquier persona para difundir un suceso que haya presenciado en la calle con su teléfono.

Todos estuvieron de acuerdo en subrayar la valía del periodismo de sucesos, “quizá el género más noble”, anotó Valenzuela, “un periodismo ‘de nota roja’ que permite conocer mejor la sociedad y contarla desde el punto de vista de la gente”. Ramón Alarcón volvió a echar mano de otra cita para cerrar la conversación entre los periodistas, esta vez de Leonardo Padura: “La verdad es relativa, podemos tener opiniones diferentes sobre un aspecto y que sean ciertas, pero la mentira es absoluta. La mentira es la mentira”.

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