“Una intervención mínima y de emergencia”. Con esas palabras describió el 28 de julio de 2020 el concejal de Mantenimiento y Obras Públicas, Olmo Ron, la obra que habría de convertir una parte del paseo del Muro en el famosísimo “cascayu”. El gran espacio multicolor se ha venido poblando con el paso de los meses de bancos, papeleras y bolardos, que, como casi todo lo que rodea el paso marítimo gijonés, han estado bajo la lupa ciudadana y envueltos en polémicas vecinales y políticas. La última controversia surgió esta semana con la zona “chill out” próxima a la rotonda de la avenida de Castilla, que no ha dejado indiferente a nadie. Todo a la espera de responder la gran pregunta que recorre la ciudad: ¿cómo será la reforma definitiva del gran eje? La comisión de expertos creada para ello sigue sin soltar prenda.

Uno de los tamarindos talados hace justo un año. | J. P.

Néstor Apraiz y su hermano gemelo, David, son dos jóvenes de Bilbao que están pasando el fin de semana en la ciudad con sus amigos Diego Gimeno y Carlos Muñecas. Estos dos últimos conocían Gijón. O sea, que recuerdan cuando la avenida de Rufo García Rendueles estaba abierta por completo al tráfico. “Creo que ahora está mejor. Es bueno que se haya ganado espacio para el peatón”, dice Diego Gimeno. Una postura que comparten otros ciudadanos y que rebaten otros muchos. Y es que la peatonalización del tercer carril no solo ha generado agrias disputas en el Ayuntamiento, sino también protestas en la calle, capitaneadas por “Stop muro”, una plataforma nacida expresamente contra la reforma provisional.

Desde atrás, Néstor y David Apraiz, Diego Gimeno y Carlos Muñecas, ayer, en uno de los bancos del paseo del Muro. | J. P.

El tercer carril del paseo del Muro llevaba en realidad cerrado a los coches desde primeros de junio como medida de emergencia para facilitar la distancia social en pleno desconfinamiento. La obra de urbanismo táctico que lo convirtió en lo que es hoy tuvo una duración de unos 40 días y se adjudicó por 229.797,15 euros. No fue hasta finales de agosto y primeros de septiembre del año pasado cuando, ya con la pintura seca, los peatones pudieron patear el “cascayu”.

Varios viandantes junto a una de las papeleras del “cascayu”. | J. P.

El 11 de septiembre fue el día en que comenzó la instalación de los bancos en los que ayer por la tarde hacían un alto en el camino los cuatro jóvenes de Bilbao. Como con todo lo referente al Muro, hubo quien señaló que estos asientos se encontraban demasiado lejos del mar y que miraban a la nada. Ayer, con la jornada soleada, presentaron un respetable nivel de ocupación. Casi a caballo de los asientos, llegaron las papeleras, a la que también les llovieron algunas críticas por estar plantadas en medio de la calle.

Pero el episodio más polémico con el mobiliario urbano del paseo del Muro se ha vivido esta semana con la nueva zona “chill out”. Se encuentra cerca de la rotonda de la avenida de Castilla, casi a la misma altura de los dos tamarindos que el Ayuntamiento tuvo que podar un día antes de empezar la obra de peatonalización al estar en mal estado. El nuevo equipamiento, explican desde el servicio de Parques y Jardines, es un proyecto piloto que “busca humanizar” espacios urbanos. Se complementará con una instalación mesas en la playa de Poniente.

“A la gente le gusta; no sé qué problema hay sinceramente”, argumentó la alcaldesa, Ana González, respecto a los asientos con mesa de madera y palmeras. “Es un nuevo ataque a los símbolos de Gijón”, dijo por su parte el concejal de Foro, Pelayo Barcia. Y es que, a la espera de saber la fisionomía final del paseo del Muro, todo lo que sucede en la gran fachada marítima se mira con microscopio.