Médico de formación, empresario por tradición familiar al frente de la histórica Droguería Asturiana de la calle Munuza y contador de las historias del Gijón que tanto quería y que le vio nacer en 1954, Alfonso Peláez Canal falleció esta madrugada a los 66 años debido a un cáncer de pulmón. Atrás deja un legado literario con Gijón como gran protagonista –ese Gijón que él veía maravilloso: “ una ciudad idílica que a pesar de las barbaridades hechas con la playa y con las comunicaciones lo tiene todo”, explicaba–, con libros como “Escogiendo lentejas”, “El Bella Vista tiene historia” o “Histories del Molinucu”, a los que sumar los cientos de artículos que espolvoreó durante años en las páginas de LA NUEVA ESPAÑA. Todos escritos a boli y en trozos de folio o de facturas antes de pasar a convertirse en material de hemeroteca. Las máquinas no eran lo suyo. Ni las de escribir, ni los móviles.

Nacido en la calle de La Merced “entre olores de salitre y ocle”, se reivindicaba gijonés de chigre, defensor del oricio antes que del cachopo, futbolero y taurino, hombre de bañarse en el Muro y socializar en el Club de Regatas y antiguo alumno del Colegio Inmaculada, donde encontró a muchos de sus amigos de toda la vida. Él mismo se hizo su perfil hace unos años: “Nací en 1954, soy un escorpio al que le gusta viajar, leer, bañarse en el mar, el escaso buen fútbol y la buena mesa. Amo sobre todas las cosas la familia y la amistad. Detesto a los prepotentes, a los vacíos, a los fascistas e intolerantes. Y especialmente a los fantasmas, sean de La Calzada o del barrio de Salamanca».

Peláez, muy conocido y querido en la ciudad, deja viuda, Isabel Vila, y dos hijos: María, abogada, e Ignacio, redactor de LA NUEVA ESPAÑA de Gijón. Todos los que hacemos este periódico nos unimos en estos momentos tan difíciles al dolor de nuestro compañero y de toda su familia.