La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

La figura de la semana | Nacho Ortega | Director de la Escuela Superior de Arte Dramático del Principado de Asturias (ESAD)

Perfeccionismo con muchas tablas

El vallisoletano, padre de dos hijos, ha sido músico y actor y ahora combina sus tareas de profesor con la dirección de la ESAD

Perfeccionismo con muchas tablas

Cuando Nacho Ortega (Valladolid, 1971) dejó su Castilla natal para llegar a Gijón por amor primero se deprimió y luego, se enfadó. Y es que no fue fácil para el nuevo director de la Escuela Superior de Arte Dramático (ESAD) aclimatarse a las nubes y a la humedad que incluso aparecía en sus chaquetas llenándolas de moho. Sin embargo, tras veinte años en Asturias, cuentan sus más cercanos que en la intimidad ya se atreve a reconocer que se siente asturiano. Y que se siente completamente feliz.

Ortega nació, creció y se formó en Valladolid, junto a su hermana mayor y sus dos hermanos pequeños. Soñador y curioso desde siempre, su inquietud por conocer el mundo surgió a raíz de un pupitre que su abuela había conseguido en la escuela del pueblo. “Ha llegado en un barco desde la India”, les contaba. Era suficiente para que su imaginación volara lejos. Sus pasos como artista se iniciaron de joven, creciendo junto a las guitarras que siempre había visto en su casa y apoyado en la libertad que en todo momento le transmitió su madre. De chaval tocó en orquestas y formó su propio grupo de música, “Sri Lanka”, una pasión que sus padres apoyaron, a pesar de que también le pedían que estudiara una carrera. Fue precisamente su faceta como compositor la que le llevó a la interpretación. “Haciendo” música para obras de teatro se dio cuenta de que eso era lo suyo, su vocación, y decidió estudiar Interpretación.

Cuando ya rozaba la treintena y parecía que tenía la vida hecha, una gijonesa le cambió los planes. Ortega conoció a Mayra Fernández, “la mujer de su vida”, que se convirtió en su esposa y madre de sus hijos, Izan, de 9 años y Claudia, de 6. Él ya había terminado sus estudios de Interpretación y trabajaba como actor, además de estar muy involucrado en el sindicato de Unión de Actores de Valladolid. Lo compaginó con sus estudios de Historia del Arte. Cuando cursaba el último año de la carrera, surgió el flechazo con la ahora su esposa.

Tras un año de relación a distancia, y otro en el que ella vivió en Valladolid, fue Gijón el lugar en el que la pareja terminó formando una familia. Él trabajó durante unos años como actor en varias compañías asturianas y comenzó a estudiar Dirección. Fue en este proceso, y siendo aún estudiante, cuando se presentó a las primeras oposiciones de Interpretación que se publicaron, en 2006. Resultó el primero de su promoción, dando la razón a quienes le definen como una persona muy culta e inteligente. Y perfeccionista hasta el extremo. Tanto que es capaz de pintar la habitación de sus hijos con la meticulosidad con la que Goya pintaría uno de sus cuadros. O, al menos, así lo perciben sus amigos, a los que a veces puede sacar algo de quicio. Porque este perfeccionismo también lo pone en práctica con sus amistades, y todos los que son capaces de traspasar “su carácter castellano, que puede parecer seco o cortante de primeras”, lo confirman. Le definen como generoso hasta le médula, protector y poco objetivo, pero esto último, matizan, en el mejor sentido de la expresión. Porque Ortega defiende a sus amigos a muerte.

Para sus compañeros de profesión en la Escuela de Arte Dramático (ESAD), adonde entró tras aprobar las oposiciones, verle dar clase es un auténtico placer. Y entre el alumnado no deja a nadie indiferente por el efecto que tiene en el resto de las personas su pasión por el teatro. Ortega, director del centro desde el pasado 1 de julio, ya no da clases prácticas sino que se centra en las clases teóricas que tienen que ver con la cultura. Sobre todo en las de Historia del Arte. Su dominio en este campo lo presta asimismo en la compañía de teatro que dirige su mujer, “Luz de Gas Teatro”. “Ortega no para hasta conseguir la silla exacta en la que se sentó Juana la Loca si el asunto va sobre ello”, dicen sobre su perfeccionismo. De aquí le viene una adicción a la aplicación Wallapop, herramienta que utiliza para dar caza a todos los elementos de decoración que necesita para que a sus obras no les falte detalle. Fuera del arte siente devoción por la lectura, en especial por los libros antiguos, raros o descatalogados. Su meta es reunir todos los ejemplares que tiene apuntados en una lista, a la que acude siempre que tiene ocasión de entrar en una librería de segunda mano.

Con los cincuenta recién cumplidos, el profesor y director disfruta viendo crecer a sus hijos. A Izan, se le ha pegado el acento y las formas verbales del castellano de su padre, cosa que no ha ocurrido con Claudia, quien ha interiorizado más el asturiano de su madre. Entre ellos, parece que de momento solo ha crecido la semilla de la interpretación en la pequeña, algo que a Nacho (como en ocasiones le llaman sus hijos en lugar de papá) no le entusiasmaba mucho cuando era más joven. Ahora, sin embargo, parece más abierto a que su pequeña siga sus pasos, pero siempre, formándose como debe.

En una reunión de amigos Ortega no es el que siempre saca tema de conversación, sino al que le piden compartir su opinión. Ingenioso en sus réplicas, le describen como una persona a la que le cuesta utilizar el lenguaje coloquial, algo que no le impide mostrarse atento y dispuesto a escuchar a todo el mundo. Sobre todo, a sus alumnos. A este hombre, manitas, atento, a quien no le gusta darse importancia y tampoco el deporte, le vuelve loco sentarse con sus hijos a disfrutar de los dibujos animados. Algo tan sagrado como sus momentos de desconexión jugando a la Play Station.

Hombre de convicciones, cree en la ESAD. Y, sobre todo, en el futuro de los alumnos a los que ilumina cada curso.

Compartir el artículo

stats