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Los viajes jovellanista: San Miguel antes de partir

Jovellanos, a punto de despedirse de tierras vascas, visita la iglesia vitoriana, donde ensalza el “retablo de buena escultura y arquitectura”

La iglesia de San Miguel y la plaza de la Virgen Blanca, en Vitoria.

El 30 de agosto de 1791 amanecía para Jovellanos aún en la capital alavesa pero ya se acercaba la partida, ya que el día 31, este impresionante periplo viajero continuaría, dejando atrás tierras vascas y entrando en tierras castellanas. Pero vamos viéndolo con tranquilidad, ya que Jovino nos cuenta muchas cosas en su imprescindible Diario.

Dice así para empezar: “Día 30. He dormido muy bien y se ha repuesto mi estómago, alterado por el agua de limón bebida en Vergara, la madrugada, la humedad y el largo camino de ayer; pienso tomar mañana la diligencia y dormir en Burgos, y después de mañana en Valladolid, y descansar de tantas fatigas para entrar en otras (...)

A San Miguel: retablo de buena escultura y arquitectura. Es muy lindo el colateral del evangelio en madera, y su medalla del mismo Hernández, y un cuadro de Santa Lucía y Santa Águeda en una capilla del mismo lado. En San Prudencio, la fachada principal de que habla Ponz, el pórtico o zaguán dórico de que no habla, y es muy bello. La portada de la iglesia, mal arrinconada, toda de mármol negro de dos cuerpos, el primero dórico y el segundo jónico, de gran carácter. El nicho destinado a San Prudencio está vacío”.

El recorrido artístico de nuestro ilustre viajero no tiene fin, todo es digno de la observación de Jovellanos, y todo queda registrado, por fortuna para nosotros, en su diario. Nos cuenta Jovino su plan de viajes para encaminarse hasta Valladolid, pero inmediatamente después nos menciona una iglesia vitoriana, que seguramente es la mas fotografiada en la ciudad a día de hoy, San Miguel.

Digo esto porque preside la mítica plaza de la Virgen Blanca, por donde no hay turista o viajero que se acerque a la capital alavesa que no pase.

En la época de Jovellanos ya era un lugar de importancia, y es una de las construcciones con más antigüedad de la ciudad ya que aunque lo que vemos hoy tuvo importantes modificaciones con el paso de los siglos como ahora veremos, en el solar ya existía desde el siglo XII una iglesia bajo la advocación del arcángel San Miguel, situada en aquel momento en una de las mismas entradas de la vieja ciudad, de hecho es nombrada en un documento de trascendencia, como es el fuero fundacional en tiempos de Sancho VI.

La transformación para convertirla en lo que hoy podemos ver aconteció entre los siglos XIV y XV. No se equivoca don Gaspar cuando ensalza el retablo, ya que seguramente es su obra maestra. Retablo realizado entre 1624 y 1632 por Gregorio Fernández, el gran escultor lucense, y posiblemente mejor representante de la escultura barroca castellana. Se distribuye en tres cuerpos y cinco calles donde destacan las imágenes de San Miguel y un calvario.

También debo mencionar aquí el pórtico, que es imagen icónica del templo, está cubierto con bóveda de crucería estrellada y su acceso es a través de una escalinata y dos grandes arcos ligeramente apuntados de clara influencia tardo-gótica. Lugar muy significativo para los propios vitorianos es la capilla de la Virgen Blanca, patrona de la ciudad, dentro de la propia iglesia, y en el exterior, y del año 2005, la escultura de Celedón, el personaje famoso que tras el chupinazo da inicio a las fiestas grandes de Gasteiz el 5 de agosto, cuando desde la misma iglesia lo bajan hasta una balconada en la plaza con su paraguas característico en mano.

Los cuadros de Santa Lucía y Santa Águeda que Jovellanos cita en el párrafo todavía se conservan en la actualidad en la capilla de San José.

Y aún queda añadir otra visita citada en el mismo texto a San Prudencio. Y es que este lugar, hoy ocupado por una residencia de ancianos, que conserva el nombre de este santo, y que fue sede de un importante hospicio en Vitoria, tiene una interesante historia por detrás que comienza cuando el vitoriano Martín de Salvatierra, obispo que había sido de Albarracín, Segorbe o Ciudad Rodrigo, hizo una donación para que tras su óbito fueran creados dos seminarios dedicados a San Prudencio. Uno ubicado en la propia Vitoria y el otro, en Salamanca. Cuando este personaje muere en 1604, hubo algunos pleitos sobre la herencia y el modo de dar inicio al proyecto. Por fin, fue en 1638 cuándo se iniciaban las obras del colegio y de la iglesia, construyéndose, por supuesto, un sepulcro para custodiar los restos de Martín de Salvatierra con su escultura. Se puso en funcionamiento el seminario, pero con el tiempo las rentas comenzaron a escasear, las clases fueron reducidas y en 1777 estaba al borde de la desaparición. Se decide entonces, con alguna reticencia en varios ámbitos, reutilizar el edificio y darle nueva función, así se plantea convertirlo en nuevo hospicio, ya que hasta ese momento existían en la ciudad un par de lugares, pero de más pequeño tamaño, con esa funcionalidad, el Hospital de Santa María y una casa de la calle Nueva Dentro, en pleno corazón de esa almendra medieval vitoriana.

En diciembre de 1779 se trasladan los primeros niños al viejo edificio del seminario. Habla Jovellanos de la hornacina vacía de la fachada, que aún se conserva hoy, y esto también tiene su historia, ya que estaba previsto desde su construcción la colocación de la imagen de San Prudencio, en una hornacina con esa funcionalidad. La imagen no se llegó a esculpir y la hornacina permaneció vacía durante, nada más y nada menos, que 300 años, hasta que en 1955 se le encargó a Enrique Sáez su realización, que es la que hoy podemos disfrutar.

Prosiguen las descripciones del día y dice así a continuación: “Vimos una de las fábricas de chapería de hierro, en que principalmente se trabaja batería de cocina, todo al martillo. Las piezas reciben la primera forma cóncava en caldeo, tres a la vez; después la acaba el martillo, y se lima y pule al torno. Hay tres; se me olvidó preguntar sobre la soldadura”.

Tras las iglesias de San Miguel y San Prudencio, visita Jovellanos una fábrica, ya sabemos que a nuestro ilustrado le gusta ver las actividades laborales que se desarrollaban allá por donde él pasaba.

Después nos dice esto: “Vimos la casa de la Sociedad; es propia del marqués del Sauce, y tiene buena portada del gusto de Berruguete. Hay sala de dibujo, bien dispuesta y surtida de principios y cabezas y academias, con algunas estatuas de yeso. El archivo y librería con buen principio; allí todas las actas impresas de Álava.

Visita al administrador de la Aduana (Arozarena), sobrino de D. Juan Matías, y a su mujer, sevillana. Están ricos y magníficamente alojados en la plaza. Vimos la Casa de la Ciudad; tres piezas para ayuntamiento, sala noble y gabinete con chimenea; el adorno traído para ésta de Francia, de mármol blanco y muy gracioso, y costó sólo mil reales; estas piezas se colgarán de damascos con frisos de madera embutida; un oratorio, con entrada por la Casa de ayuntamiento, y gracioso retablo. Estas piezas, y particularmente el salón, son bajas de techo y estrechas”.

Varias cosas a desgranar aquí, la primera es que visita la sede de la Sociedad Vascongada de Amigos del País, en su sección alavesa, sita en el precioso Palacio Escoriaza-Esquivel. Fernán López de Escoriaza, fue médico del rey Enrique VIII de Inglaterra y de Carlos V, y junto con la que fue su mujer, Victoria de Anda y Esquivel, construyeron el palacio a mediados del siglo XVI. Su riqueza arquitectónica, pero también ornamental, donde hay que destacar su imponente fachada plateresca, lo convierten en uno de los mejores ejemplos de arquitectura civil renacentista en España.

Nombra a un personaje también curioso, el sobrino de Arozarena, administrador de la Aduana. Aunque el destacado era propiamente el tío, Juan Matías Arozarena, que fue ministro de la Real Junta de Comercio y Moneda, caballero de la orden de Carlos III, del Consejo de Su Majestad en la Real Hacienda y Director General de Rentas Reales en 1785, entre otros cargos. Aquel día 30 de agosto de 1791 aún dio para bastante más, aunque lo vemos ya en el próximo capítulo.

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