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Los anestesistas de Cabueñes que durmieron al covid

El servicio de Reanimación del hospital gijonés evitó el colapso del hospital abriendo una cuarta UCI en lo peor de la crisis: “Fue un reto de equipo”

Por la izquierda, Beatriz Marañón, Javier Cuervo, Aurora Herrera, Rosaura Santamarina, Virginia Gutiérrez, Adam Gyorgy, Javier Albaladejo, Fernando Cosío y Elpidia Arija, en la unidad de cirugías sin ingreso de Cabueñes.

A inicios del año pasado, el equipo de Anestesiología y Reanimación del Hospital de Cabueñes funcionaba a pleno rendimiento, ajeno a una pandemia que estaba a punto de empezar. Fernando Cosío, jefe del servicio, tiene meticulosamente guardados los balances de actividad de cada mes. Los repasa y comprueba que, de aquella, sus 14 quirófanos abrían todos los días, y que de lunes a jueves dos o tres abrían también en horario de tarde para tener a raya las lista de espera. La semana del 16 de marzo, a las puertas del confinamiento, el número de quirófanos bajó a la media docena y su equipo, ante la falta de material de entonces, se fabricó sus propias mascarillas, pegándole un filtro a los ventimask –las mascarillas de oxígeno–, tapando los huecos con cinta aislante y atando unas gomas ajustables que les llevó la Policía de una mercería local. Era marzo de 2020, y ni Cosío ni sus compañeros se imaginaban que en pocos meses su equipo iba a tener que reconvertirse en intensivistas, reconvirtiendo su Unidad de Cirugías sin Ingreso (UCSI) en la cuarta UCI del hospital para evitar el colapso de la red pública. “Fue un reto, pero teníamos muy buen equipo”, aplaude el responsable.

Ahora Cabueñes acaba de pisar su anunciado acelerón en cirugías, parte de un plan de choque contra las disparatadas listas de espera que dejó la pandemia, y Anestesiología ya se ha quitado los EPIs y ha vuelto a su entorno conocido de quirófanos. Empezarán a funcionar “a pleno rendimiento” a partir de la semana que ahora empieza. Desde que se empezaron a suspender cirugías en la segunda quincena de marzo del año pasado, el área no llegó a despegar nunca del todo. “En aquel momento llegamos a estar bajo mínimos porque no sabíamos qué iba a pasar y porque se necesitaban enfermeras en UCI y camas libres”, razona Cosío, que explica que la primera ola, más bien benévola en Asturias, les sirvió para poder adelantarse a los acontecimientos. Ya en aquella primera ola se desdobló la UCI, usando la Unidad de Coronarias –que se mudó al área de Despertar– como zona limpia y la UCI habitual para ingresos covid. Pero mediados de mayo la pandemia parecía aflojar, y fue cuando Cabueñes puso en marcha un plan de contingencia evitaría el colapso unos meses después.

La clave, recuerda Cosío, fue dotar el área de Despertar con respiradores, convirtiéndola en una zona de reanimación que podría habilitarse como UCI. “Incluso nos dejaron respiradores de Jove y de Cruz Roja, por si acaso. Antes de verano dejamos de ser hospital covid y pudimos prepararlo todo. Pasó el verano y seguíamos bien, así que llegó octubre y nos pusimos a operar todo lo posible”, resume. Octubre de 2020, en el puente del Pilar, fue el punto de inflexión en Cabueñes. Urgencias se saturó, dejando a decenas de pacientes aguardando por camas que ya no había. Todo ello, en pleno repunte de contagios y con Cruz Roja y Jove sin estar activados todavía como hospitales covid. “No pudimos operar a todo ritmo durante mucho tiempo, tuvimos que volver a parar, y en noviembre nos convocaron a una reunión: necesitaban más camas de UCI”, relata el jefe.

En aquel momento ya se habían abierto tres: la habitual del hospital, la que se puso en Coronarias y la que se abrió en Despertar, que se quedó como UCI limpia. Tocaba, ahora, habilitar como UCI la Unidad de Cirugías sin Ingreso. Y el personal andaba demasiado justo. “Los anestesistas sabemos atender cuidados críticos postquirúrgicos y sabemos intubar, así que formé un equipo con ocho personas. Recuerdo que estábamos habilitando a lo loco la UCSI y que ya había tres pacientes covid esperando a ingresar. Eran las tres de la tarde cuando la abrimos y ya había gente a la cola. Fue tremendo”, reconoce. La segunda ola remitió algo antes de Navidad, así que se cerró la UCSI, pero la tercera se dejó notar en febrero, y Cosío volvió a supervisar la apertura de la unidad durante ese mes. Su equipo siguió después apoyando a otros servicios hasta hace poco. “Bajábamos a intubar a pacientes covid en Urgencias y hemos operado a más de 60 pacientes con coronavirus, que necesitaban un circuito separado. Nos fuimos adaptando”, concluye Cosío, que defiende a su equipo: “Son polivalentes; todos hicieron un gran trabajo”.

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