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Al “cascayu” se le apagan los colores

Los paseantes critican el desgaste de la pintura del Muro y de las calles Caridad y Ruiz Gómez: “Da sensación de dejadez”

Tiene poco más de un año, pero al “cascayu” se le ven las “arrugas”. Los cuadros azules, verdes y rojas del carril peatonal y provisional del paseo del Muro que tanto lucieron en un principio han ido perdiendo su viveza por el tránsito y las inclemencias meteorológicas. Las grietas y los desconchones han ido apareciendo en varias zonas de la avenida Rufo García Rendueles, pero la peor parte del deterioro lo sufren las calles Caridad y Ruiz Gómez, que lucen idéntico “estampado” desde su semipeatonalización. Estas dos vías del corredor entre la plazuela San Miguel y la playa de San Lorenzo presentan desperfectos, en gran parte, por la cantidad de coches que siguen deteniéndose en las áreas reservadas para los peatones. “Da sensación de dejadez y abandono”, lamentan los paseantes, vecinos y comerciantes de estas zonas.

Ana Lorenzo, en el “cascayu”.

Estos imperfectos a los que aluden los residentes deberían quedar corregidos con una actuación que se proyectó desde la concejalía de Obras Públicas a mitad de junio. Fue después de que la edil de Ciudadanos Ana Isabel Menéndez tramitara una queja por “el lamentable estado de algunas zonas del cascayu”. Olmo Ron respondió entonces que esa actuación se acometería tras el verano. Uno de los lugares más deteriorados en el Muro está al principio de la calle Ezcurdia, cerca de la calle Capua, debido a las obras en varias fachadas próximas. Por ese lugar paseaban ayer Claudia Pinilla y Álvaro Camblor, dos jóvenes sanitarios que viven en la zona Centro. “Los colores no pegan ni con cola y tal y como están ahora implican una chapuza. Debería quedar como una calle normal”, argumentan.

Guillermo Muñiz y Amanda del Río, con su perra “Lila” en la calle Caridad.

El paseo del Muro es una de las zonas más populares para salir a correr. Pedro Pinzón, un joven de 27 años que lleva un año viviendo en Gijón, es de los que gusta de hacer deporte junto al Cantábrico. Solo conoce el paseo marítimo en su actual estado. “Hay zonas que están peor que otras, quizás debería quedar arreglado antes de que llegue la Navidad”, asevera. “A lo mejor habría que volver a pintar, pero los colores se siguen viendo bastante bien. Debe ser que somos muy ahorradores, pero mientras esto sea provisional, lo vemos adecuado”, decían, por su parte, Leonor Gómez y José Vizán, otros dos paseantes.

Nelson Andrade, el pequeño Pablo y José Muñoz, en la calle Ruiz Gómez. | Marcos León

El deterioro del “cascayu” se percibe también en el carril bici, usado cada día por centenares de usuarios, y en el carril destinado para el tráfico de vehículos de emergencia. “Como está ahora, parece un parche, como si fuera una obra que está a medias”, analiza Ana Lorenzo, a la altura de la escalera 7, mientras apura un dulce tras haber ido a recoger un paquete a una empresa de mensajería. “Las marcas viales anteriores han vuelto a salir y generan mucha confusión. Vuelve a llegar el invierno y su estado irá a peor”, se teme María López, una mujer que ayer paseaba a su perro “Kun” por el Muro.

En las calles Caridad y Ruiz Gómez, donde se eliminaron aparcamientos para habilitar sendas semipeatonales, el desgaste es aún más evidente. En la primera de las dos, unas obras en la esquina con Marqués de Casa Valdés en un edificio incrementan el deterioro, al que también contribuyen los muchos vehículos que paran en doble fila. “Esto es una gran zona de carga y descarga. Bajó un ochenta por ciento el paso de los peatones porque no hay sitio”, lamenta un conocido comerciantes de la calle, que prefiere mantener su anonimato.

“No sabíamos que era peatonal porque vimos muchos coches aparcados y las señales están desgastadas”, indicaban los ovetenses José Muñoz y Nelson Andrade. “Ahora mismo, queda frío y triste. Debería haber mucho más color”, apuntan estos dos paseantes sobre una medida que se tomó durante la pandemia en el marco del urbanismo táctico y que ahora ha perdido su color.

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