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La penúltima barrera de Patricia Terrones

La joven, autora de varios libros y con parálisis cerebral, urge a Educación un auxiliar para poder ir al baño en clase: “Tengo que venir con pañales”

Patricia Terrones, en la biblioteca del instituto. Ángel González

Cada día Patricia Terrones, con parálisis cerebral, llega puntual al Instituto de Roces a las 8.25 de la mañana para sus clases del módulo de Integración Social. Se mueve con autonomía gracias a su silla motorizada y con su teléfono móvil sigue las indicaciones de sus docentes y siempre “al mismo ritmo” que el resto de sus compañeros.

“Mi vida es bastante normal”, reconoce la estudiante y autora de los libros “Con horizonte propio” y “¿Por qué no?”. Salvo por el detalle de que la consejería de Educación le ha denegado un auxiliar que la ayude en cuestiones tan básicas como ir al baño. Una necesidad inevitable cuando sus clases no terminan hasta las 14.25 horas.

“Tengo que venir con pañales, y yo me doy cuenta cuando me lo hago encima, pero no hay ninguna otra forma porque yo sola no puedo ni bajarme los pantalones. No quería acudir a la prensa porque es invadir mi intimidad con algo que es muy personal, pero es que me han ignorado y no tengo otra opción”, comparte Patricia Terrones para lograr una solución a su día a día.

La joven cuenta con el apoyo de sus compañeros y también de sus profesores. “Solicitamos a principio de curso un auxiliar, pero nos dijeron que ya estábamos fuera de plazo, que el proceso de contratación se había hecho y que la única opción era que alguien con auxiliar asignado lo dejara para que lo trasladasen a este centro”, relata Natalia Carballo, docente. Terrones, por su parte, ha intentado muchas veces por escrito que la consejería de Educación la escuche, pero sin ningún éxito.

“Como cuando estaba en el centro para mayores no pedí un auxiliar, ahora no me lo dan, pero es que entonces solo iba a los exámenes, no tenía que pasar seis horas en el instituto como ahora”, argumenta la escritora,

En su lucha, Terrones no está sola. Sus profesores se están volcando en encontrar una solución. “Es un encanto, y haremos lo posible”, confirma Carballo, que desvela que hay otra alumna con la misma problemática en el IES Roces. “Vino más tarde, porque no sabía si al final se iba a matricular aquí o en otro centro, y estamos en las mismas”, apunta la profesora. También sus compañeros son conscientes del hándicap. “Llevo una vida normalizada salvo por este problema, y me están apoyando para que me ayuden, muchos de mis compañeros son amigos y nos vemos fuera del instituto”, asegura Terrones. “Esta situación supone quitarme un derecho y me genera mucha impotencia”, lamenta la joven, esperanzada en que la consejería elimine la única barrera que la separa del resto de estudiantes.

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