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Muere Faustino Arbesú, el pionero que convirtió Gijón en un polo del cómic

Director del Salón, de la revista “El Wendigo” y creador de los premios Haxtur, atrajo a grandes estrellas de la historieta a Asturias

Faustino Arbesú.

Faustino Rodríguez Arbesú ha muerto a las once y cuarto del domingo en su casa de Gijón a los 82 años. El director del Salón Internacional del Cómic Principado de Asturias no superó su cuarto cáncer.

En el telefonazo de octubre en que me anunció su enfermedad, que afectaba al pulmón y al cuello, no me dio tiempo a pronunciar un lamento.

–No tengo miedo, hace 14 años que murió Pochola y me da igual.

Lo que no quiere decir que no peleara, porque esa era la naturaleza de este gijonés fuerte, de convicciones firmes, expresión vehemente y razonamiento riguroso cuando se trataba de discernir acerca del lenguaje de la imagen en cine y cómics.

Pochola, Eulalia Euguren, con la que tuvo a sus dos hijas, Sofía Carlota e Isabel, fue su mujer durante medio siglo, desde que la conoció en la adolescencia hasta que la acompañó en su muerte. Su influencia educativa, cultural y emocional atemperó a Tino, que se recordaba a sí mismo como un salvaje, salido de una infancia dura con un padre conflictivo. Sus últimos años sin ella fueron una amputación más que una viudedad.

Ingeniero técnico industrial, trabajó en Talleres de Moreda, Uninsa y Ensidesa y fue profesor de 1963 a 2003 en la escuela de Peritos. Con los años setenta empieza su carrera como estudioso de las historietas gráficas, entre los pioneros en España, convirtiendo Gijón en un polo polémico y combativo de la crítica de los tebeos en su sección “El cómic, un medio de expresión pop” y poniéndose al frente y proyectando la revista “El Wendigo”, fundada por Ramon Fermín Pérez y Nacho Sánchez Vicente cuando estudiaban Cou.

Como estudioso se centró en tres campos: el desvelamiento de los cómics como portadores de contenidos ideológicos de su tiempo, los estudios de la narrativa visual y la historia de la historieta asturiana, sobre la que dirigió un programa en la televisión regional y publicó dos tomos exhaustivos.

A partir de 1986 dirigió el Salón del Cómic Principado de Asturias, que se celebró hasta 2014 y le puso en contacto directo con centenares de autores y estrellas de la altura de Lee Falk, a quien había leído de niño en su adorada por exótica “El hombre enmascarado”, o Jean Giraud, Moebius, y en él creó los premios Haxtur, que pueden servir de guía para iniciarse en los tebeos sin equivocarse. También fue guionista de cómics y dirigió cortos de cine.

La cultura visual de Arbesú era enciclopédica y estaba ayudada por una memoria muy notable aún en sus últimos años. Tropezaba en la expresión y renqueaba en la escritura por una combinación de diglosia gijonesa, de formación elemental accidentada y de entorno intelectual depauperado en sus inicios, pero no encontraba ninguna dificultad en la lectura de los tebeos apaisados de la posguerra y en la visión de películas en los cines de la ciudad después de recoger chatarra para pagarse la entrada.

En las salas oscuras se formó su admiración indesmayable y a prueba de Trumps por la cultura y la democracia estadounidense y sus espectáculos magníficos, códigos no clasistas y mensajes optimistas. La confortable justicia de los filmes de Capra a alguien marcado de por vida por la cicatriz de haber sido víctima de injusticias, un sentimiento que le cegó para el disfrute de sus muchos logros vitales, y la ruda nobleza de las películas de John Ford le imprimieron códigos morales más fuertes que los que venteaban las calles de España fuera de los cines.

Volvía a las películas tantas veces como le gustaran o interesaran. La semana que se proyectó “Una mujer marcada” fue a verla cada día. La película favorita del director del, en su tiempo, populoso cineclub de Ensidesa era “Centauros del desierto”. En la soledad de los últimos años, ya desenganchado de los tebeos, las plataformas televisivas le permitieron revisar centenares de películas recordadas y YouTube acceder a obras pioneras del cine mudo en las que se fascinaba y emocionaba rastreando los hallazgos visuales de los balbuceos del séptimo arte.

Cuando la astenia que le golpeaba por temporadas postrándole sin energía sólo pensaba en volver a nadar, ejercicio en el que aún conservaba competencias para seguir sintiéndose físicamente capaz.

–¿Cómo vas, Tino? ¿Estás recuperado?

–Al 78 por ciento.

(¿Cómo podía afinar así los porcentajes de su percepción de salud?).

–Lo importante ye mejorar.

Ese mensaje definió su vida.

Su velatorio es en el tanatorio de Cabueñes y el funeral se celebrará el martes en la iglesia de San José.

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