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Los bomberos que intervinieron en el derrumbe del colegio San Vicente de Paúl de Gijón: “Teníamos la esperanza de que vivieran”

Operarios que trabajaron en el rescate tras accidente del miércoles en el centro escolar afirman que “no sabían si la estructura iba a colapsar”

Por la izquierda, Alfonso Ruiz, Sergio Pascual, Jorge García, Aitor Rodríguez, Adrián González y Fernando Roces, ayer, en el parque de bomberos de Roces. Juan Plaza

Son las doce menos veinte del 5 de enero, en Gijón. Media ciudad espera por los Reyes Magos cuando un fatídico aviso pone en alerta al parque de bomberos de Roces. Un derrumbe en el colegio San Vicente de Paúl había dejado al menos a dos trabajadores atrapados. Apenas tarda un minuto en llegar el primer camión a la intersección entre las calles Caridad y Ezcurdia. Estaban cerca. Los que iban en ese vehículo se dan cuenta de que la situación es mucho más grave de lo que se pensaba. No solo había dos operarios sino cuatro, dos de ellos bajo el peso de un techo de cien metros cuadrados que se vino abajo. Eran David y Andrés Velasco, las dos víctimas.

“Teníamos la esperanza de que hubieran podido sobrevivir. Que hubiera una bolsa o que se hubieran quedado en algún hueco”. Quienes hablan son Adrián González, Aitor Rodríguez y Jorge García, tres de los 14 bomberos que estuvieron en las horas más fatídicas de un edificio con 132 años de historia. Los tres relatan a LA NUEVA ESPAÑA la que ha sido la intervención más peligrosa de sus vidas y de su, por ahora, corta experiencia como bomberos en Gijón. Ninguno de los tres lleva más de tres años en Roces. “No sabíamos si la estructura iba colapsar o si se iba a caer la parte de arriba. Era desde luego muy peligroso, más de lo esperado”, recuerdan.

El ceutí Kamel A. y Vicente Moirón eran los dos otros dos obreros que se encontraban en la última planta del centro cuando se les vino encima el techo. El primero fue trasladado aquella mañana al Hospital de Cabueñes con heridas en una mano. El segundo resultó ileso. Los dos salieron en grúa, por la ventana. Lo que quedaba de ella. “No sabemos qué fue lo que pudo pasar. Era una obra de nada”, explicó Moirón, conmocionado, en el lugar de los hechos. Evitar el fatal desenlace no estaba en la mano de nadie. Pero de haber habido alguna posibilidad los supervivientes habrían contribuido a ello. Kamel y Morión relataron a los bomberos exactamente donde estaban los Velasco. “Acertaron de pleno. Su información fue muy importante. El aula era muy pequeña. Tuvo que pillarles a cada uno en el sitio en el que estuvieran trabajando”, explican los tres.

La operación fue larga. “No sabíamos si era seguro entrar. Empezamos a revisar el forjado de la planta inmediatamente inferior al derrumbe porque había muchas toneladas encima”, apuntan. “Fuimos todo lo rápido que pudimos, tratando de aligerar. Les llamamos varias veces al móvil, pero no daba tono. En cualquier momento podía caer algo sobre nosotros o caer lo de abajo... mover escombros tiene su peligro”, apostillan.

Este trabajo se organizó por turnos de cuatro bomberos para no añadir más peso del necesario a una estructura ya de por sí muy tocada. Cada turno estaba alrededor de una hora. El tiempo, cuentan, se les pasó sin darse cuenta. “Hasta que el de Las Candelas no nos trajo una pizza no nos dimos cuenta de que era la hora de comer. Puedes pensar que llevas dos minutos y en verdad ha pasado mucho más tiempo”, enfatizan. Ellos, como el resto, lamentan lo sucedido. “No sabemos qué fue lo que pudo pasar. ¿Que si hemos podido hablar con la familia? No, no hemos podido. Lo único que podemos hacer es darles el pésame. Ha tenido que ser un palo muy duro”, zanjan.

Los rescatadores de una mujer en San Lorenzo: “Fue una intervención dura”

Alfonso Ruiz, Sergio Pascual y Fernando Roces fueron los tres bomberos que el domingo arriesgaron para salvar a una mujer de 60 años de morir ahogada en San Lorenzo. Estuvieron más de media hora en el agua, luchando con el enfurecido Cantábrico, haciendo tiempo hasta la llegada del “Helimer”, el helicóptero de Salvamento Marítimo. Debido a la fuerte corriente y a las olas, explican ellos mismos, les fue imposible salir a nado con la mujer, evacuada en la aeronave. “Fue una intervención dura a nivel físico y psicológico con el ‘maretón’ que había era imposible luchar contra la corriente”, rememoran.

Al salir, fueron aplaudidos por los centenares de personas que vieron el rescate. Eso les causa sonrojo. “Hay muchas salidas que hacen compañeros que no se ven”, explican. Y lanzan un importante aviso. “Si mientras estábamos en el agua hay un incendio no habría habido personal para poder acudir”, aseguran. Se refieren a la escasa plantilla con la que cuenta el centro de Roces. “No damos abasto para el nivel de emergencias que hay en esta ciudad. Tendríamos que ser el doble”, apuntan. Su labor fue clave para salvar a una vida. “Lo pasamos mal. Al final, la gente ve el resultado. En este rescate actuamos por encima de nuestras posibilidades”, acaban.

Dramático rescate en Gijón

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